–Bien, probablemente cualquiera que pase cerca de mi y escuché que le hablo a unas lápidas de inmediato llamará a un centro psiquiátrico.– mencioné con gracia. –Creo que lo mejor sería empezar por presentarme... soy Ryan Stocking y soy amigo de su hija, bueno, me gustaría ser más que eso. Por eso estoy aquí el día de hoy frente a ustedes.
Hasta cierto punto pensaba que esto era una tontería pero de cierta forma tenía sentido para mi; no tengo la oportunidad de tenerlos frente a mi físicamente pero espero tener su aprobación.
–Llevo ya un tiempo conociendo a su hija y realmente cada día qué pasa estoy más convencido de que es la persona con la cual me gustaría pasar el resto de mi vida, no tengo mucho... o bueno, nada para ofrecerle, nada más que un corazón dispuesto a amarla en su totalidad. Sé que ella no está lista para algo así pero de lo que estoy seguro es que daré hasta lo último de mi por ella, por conquistarla y de tenerla a mi lado.
Tomé un pequeño tiempo para intentar expresar todo lo que sentía por ella pero ni las palabras ni los hechos serán suficientes para mostrar cuan agradecido y enamorado estoy de ella.
–Creo qué hay muchas cosas más que agregar pero mi nula capacidad comunicativa y el tiempo lo impiden, solo deseo que donde sea que estén sepan lo mucho que amo a su hija y que aunque no sea digno de alguien como ella ustedes aprueben el amor que por ella siento.
Deje la rosa blanca que tenía en mi mano en medio de ambas lápidas y caminé hacia Justine y Carin quienes me esperaban, le eché un último vistazo y sonreí sintiéndome satisfecho.
Una vez estando junto a ellas Justine con expresión confusa depositó su mirada en mi, tratando de preguntar lo que su boca no podía decir.
–¿Nos vamos?
Justine: –solo por curiosidad... ¿eso que fue?
–Te lo cuento luego.–le sonreí y tome su mano para besarla ganándome así el sonrojo de ella y la mirada de complicidad de Carin.
[...]
Había caído la noche y estábamos cenando en casa de uno de los amigos de la familia de Justine, no era el ambiente más cómodo que digamos pero el hecho de tener a Justine junto a mi lo demás no importaba tanto. La notaba algo extraña por lo que decidí preguntar:
–¿Pasa algo?– me acerque a ella, preguntándole al oído.
Justine: –No me da buena espina este lugar, es como si el ambiente se pudiera cortar con un cuchillo y solamente yo pudiese notarlo.
–Concuerdo contigo, al parecer los únicos incómodos aquí somos nosotros.
–Exacto.
Y era cierto, mientras nosotros nos sentíamos fuera de lugar los demás mantenían una animada plática entre ellos, algunos hablaban de negocios y como este año su capital ha incrententado de manera bestial, sus perfectos matrimonios y ciertas memorias de los Cumberbatch.
Eryx: –Como aquella vez en la que René cayó en aquel poso y pasaron tres horas para que los rescatistas pudiesen sacarla.– dijo riendo.
Esa historia no tenía mucha gracia, era obvio pues nadie más aparte de él se estaba riendo; fue extraño.
Justine: –Si, lo más gracioso fue que ella se haya roto tres costillas y que una haya perforado su pulmón ¿No?– dijo con dureza, el silencio reinó en el comedor.
Eryx: –No fue lo que quise decir, pido disculpas.– se limpió las comisuras de sus labios y se retiró sin decir nada.
Justine: –Imbecil.– susurró.
Terminamos de comer y algunos de los invitados que en parte eran tíos de Justine comenzaron a irse, por lo que pude notar la relación entre ellos y Just no era la más familiar, se veían como si fueran desconocidos los cuales por puro compromiso debían exagerar cortesía. El señor Eryx, luego del incómodo momento nsistió en que nos quedáramos en su casa para pasar la noche a lo cual Carin no dudo en decir que no, como era de esperarse Just estuvo en desacuerdo pero no deseaba parecer descortés.
...
Justine se paseaba por la habitación buscando algo en lo cual pudiera aportar su comentario.
Justine: –¿Enserio? ¿Una alfombra de 15 mil dólares? ¿Que vulgaridad es esta?
–Supongo que es lo que hacen los millonarios en su tiempo libre. ¡Oh vaya, una alfombra de 15 mil dólares! Justo lo que necesito para mi ridícula colección de alfombras caras que probablemente nunca vaya a utilizar pero que seguramente llenará el vacío que mi esposa al abandonarme y llevarse un cuarto de mi fortuna por irse con el entrenador de equitación dejó en mi superficial corazón.– dije tratando de imitar el acento italiano.
Eryx: –¿Quien te lo dijo?– escuché a mis espaldas, el color desapareció de mi piel dejándome como un papel.
Justine: –Estábamos hablando de una obra de la escuela, una parodia de el padrino.– río con incomodidad.
Eryx: –Parecía más bien una parodia de mi vida.–me miro inexpresivo.– Pero bueno, ¿están conformes con las habitaciones que les asigné? Espero que si.
–Son geniales, gracias por su hospitalidad.