In The Middle of The Night

| Capítulo XXXVII |

Narrador omnisciente:

 

Justine caminaba por los inmensos pasillos de aquella mansión, haría cualquier cosa menos ir a dormir, había una vocecita insitandola a buscar lo que no se le había perdido y ella no podía negarse a su instinto detective. 

Primero fue a la planta baja, caminando despacio para que sus pequeños pasos no fueran escuchados por nadie, aunque fuera tonto ella creía que todos estaban dormidos y no habría seguridad rondando. Puede que esté equivocada, cualquier cosa podría pasar en esa casa completamente extraña para ella.

Al ver que nada llamaba su atención regreso a la segunda planta, derrotada camino a su habitación asignada pero algo llamó su atención, al final del pasillo había una puerta que estaba levemente abierta, asegurándose de que nadie la estuviese viendo camino despacio hasta ella; cuando entró todo estaba completamente vacío, algo que le pareció extraño. ¿Que casó tenían cuatro paredes vacías? Exacto, ninguno.

Una cualidad que ella tenía era el no darse por vencida, quería respuestas a todo y no se confirmaría con una simple habitación vacía.

Comenzó a tocar las paredes en busca de algún relieve, parecía estúpido pero era algo que pasaba en las películas y ¿porque no? Se podría aplicar a la vida real.

Sin esperarlo al tocar con presión una parte de la pared está se desprendió de su lugar, sobresalió y se hizo a un lado dejando una entrada a un pasillo completamente rojo. No podría creer que esa táctica le había funcionado, ahora se adentraba a algo completamente desconocido, algo andaba mal con ese lugar o solo eran los nervios de que pudieran atraparla. 

Al final del pasillo había una puerta igual de roja, esta no contaba con llave, solo giraba el pomo y está dejaba ver lo que había detrás de ella.

Esperaba cualquier cosa menos lo que estaba frente a sus ojos, el cuarto era amplio, había un escritorio, un sofá y un sinnúmero de fotografías de su padre, aquel hombre que una vez la cargo en sus brazos, eran distintas fotos de el junto a Eryx, casi asemejaba a un altar, había una-la más grande- dónde estaba solamente su padre con su característica forma inexpresiva a la hora de posar en cualquier fotografía, relajado y con su infalible camisa blanca.

Había un estante dónde habían algunas joyas y objetos varios, pero uno en particular capturó su atención, era un anillo de piedra color ámbar, un anillo que reconocería entre cualquiera, no por su tamaño sino por lo especial de este, es el mismo anillo que su madre portaba siempre en su dedo anular, uno que su padre le había regalado, anillo que perteneció a casi una generación de las mujeres Cumberbatch. ¿Qué diablos hacía en esa vitrina? Un objeto familiar casi sagrado en manos de un tipo ajeno al vínculo familiar, esto solo podía significar una cosa, una terrible cosa.

Fue Eryx.

 

Justine Cumberbatch

 

Algunas lágrimas traicioneras salieron sin permiso, me sentía vulnerable y no sabía con exactitud la razón, quizás era por la fecha o la rabia que en ese momento sentía, ¿Acaso así de rápido había resuelto el caso? No podia ser así de simple. Mi respiración se empezaba a irregular, no era momento de quebrarse.

Eryx: –Veo que has encontrado mi pequeño altar.–escuché su voz a mis espaldas.– Algunas cosas no cambian, ¿Cierto?

Limpie rápidamente mis lágrimas.–Tienes razón.–me giré a su dirección para así poder confrontarlo.–¿No te parece curioso?

Eryx: –¿El qué?

–Te dije que te iba a encontrar y henos aquí.

Este se echa una carcajada haciendo mi entrecejo fruncir.

Eryx–¿Tú? ¿Encontrarme a mi? Por favor. ¿Me crees tan tonto? Traer a una mocosa más curiosa que Jorge, dónde perfectamente iba a encontrar todo esto. No lo creo. El ratón ha mordido el queso.

–¿Entonces lo planteaste todo?

Eryx: –Hasta el más mínimo detalle.

–¿Por qué?

Eryx: –¿Por qué, que?

–Hacer todo esto.

Eryx: –Pronto lo sabrás.

A continuación, me me tomaron con fuerza y ahogaron mis gritos en un pañuelo con cloroformo. Supe que era eso cuando al pasar los segundos me iba debilitando y mi visión poco a poco se iba nublando.

Lo último que logré ver fue el desagradable rostro sonriente de aquel canalla que se había orquestado todo y que lamentablemente caí en su trampa. Y fue ahí donde perdí la consciencia.

 

 

[...]

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.