Sarah se despertó con los primeros rayos del sol filtrándose a través de las cortinas de su habitación. Se estiró perezosamente, disfrutando del momento de tranquilidad antes de enfrentarse a un nuevo día. Lentamente se levantó y se dirigió al baño, tratando de despejar las últimas trazas de sueño de su mente.
Después de arreglarse, bajó las escaleras y, como de costumbre, encontró a su padre en la cocina, preparando el desayuno. La escena le resultaba familiar y reconfortante: su padre revolviendo huevos en la sartén y el aroma del café recién hecho llenando el aire.
"Buenos días, papá," saludó Sarah con una sonrisa mientras se sentaba a la mesa.
"Buenos días, Sarah," respondió él, girándose para devolverle la sonrisa. "Espero que hayas dormido bien. El desayuno estará listo en un minuto."
Sarah asintió, observando a su padre mientras trabajaba. "Dormí bien, gracias. ¿Cómo estás tú? Has estado muy ocupado últimamente."
Su padre suspiró y terminó de servir los huevos en dos platos antes de sentarse frente a ella. "Ha sido una semana bastante estresante," admitió. "Los negocios nunca parecen detenerse, y siempre hay algo que necesita atención. Pero estoy aguantando. No puedo esperar a que pasen estos cuatro días y podamos embarcar en el crucero."
Sarah levantó una ceja, intrigada. "¿De verdad estás tan emocionado por el crucero?"
"Más de lo que te imaginas," respondió él, con una sonrisa que denotaba tanto cansancio como alivio. "Necesito un descanso, Sarah. Y creo que tú también. Será una buena oportunidad para relajarnos, disfrutar del mar y alejarnos de todo este estrés."
Sarah asintió, comprendiendo. "Sí, tienes razón. Será bueno para ambos."
Su padre tomó un sorbo de café y continuó. "Además, hay algunas reuniones de negocios planeadas durante el crucero. Nada muy pesado, solo un par de conversaciones aquí y allá. Pero en su mayoría, será tiempo para disfrutar."
Sarah sonrió, tratando de contagiarse del entusiasmo de su padre. "Bueno, entonces contemos los días. Cuatro más y estaremos navegando."
Mientras terminaban el desayuno, Sarah no podía evitar sentirse un poco más optimista. Tal vez, después de todo, este crucero sería justo lo que necesitaban para recomponer sus vidas.
Mientras tanto, en la casa de Matthew, su padre, Robert Fischer, lo esperaba en la puerta con una expresión de impaciencia. Cuando Matthew salió de su habitación, Robert lo miró fijamente y le dijo con tono autoritario: "Matthew, necesito que me acompañes al aeropuerto."
Matthew frunció el ceño, desconcertado. "¿Al aeropuerto? ¿Por qué?"
"No hay tiempo para dar explicaciones ahora. Solo ven conmigo" respondió Robert, dirigiéndose hacia el coche.
Sin tener más opción, Matthew lo siguió. El viaje hacia el aeropuerto fue silencioso, cargado de una tensión que Matthew no podía descifrar. Sus pensamientos estaban dispersos, tratando de entender el motivo de esta repentina salida.
Al llegar al aeropuerto, la expresión de Matthew quedó en blanco cuando vio al hombre que su padre estaba esperando. Carlo Di Lorenzi, el líder de una de las mafias más poderosas de Italia, descendía del avión con una sonrisa de satisfacción en el rostro. La presencia de Carlo significaba que algo serio y potencialmente peligroso estaba en marcha.
Robert avanzó para saludar a Carlo con entusiasmo, estrechando su mano con fuerza.
"Carlo, es un placer verte nuevamente. Bienvenido."
Carlo respondió con la misma alegría: "Robert, vecchio amico. Es bueno verte."
Su mirada se desvió hacia Matthew, y su sonrisa se amplió. "E questo deve essere Matthew. Has crecido bastante desde la última vez que te vi."
Matthew intentó mantener la compostura, pero su incomodidad era evidente.
"Hola, señor Di Lorenzi" dijo, tratando de sonar cortés.
Carlo soltó una carcajada. "¡Vaya, qué formal! Llámame Carlo, per favore."
Matthew asintió, aunque la situación lo hacía sentirse más incómodo con cada segundo que pasaba. Sabía que la llegada de Carlo no era una casualidad y que su presencia significaba que algo malo estaba por suceder.
"Vayamos a un lugar más privado para hablar" sugirió Robert, guiando a Carlo y a Matthew hacia un coche que los esperaba.
Durante el trayecto, Matthew no pudo evitar mirar a Carlo con aprensión. ¿Qué estaba planeando su padre con un hombre tan peligroso? Y, lo más importante, ¿qué implicaciones tendría esto para él y su familia?
Una vez en un lugar más privado, Robert y Carlo se sentaron frente a frente, mientras Matthew permanecía de pie, observando.
"¿Todo está listo para el crucero?" preguntó Carlo.
"Sí, todo está en orden" respondió Robert. "Tenemos todo planeado para que parezca un accidente."
Carlo asintió, satisfecho.
"Bene, muy bien. No podemos permitirnos errores, capisci? Este negocio debe ser limpio y rápido."
Matthew, sintiendo un nudo en el estómago, intervino: "¿De qué están hablando exactamente?"
Robert le lanzó una mirada severa. "Es mejor que no sepas todos los detalles, Matthew. Solo asegúrate de no interferir."
Carlo sonrió de nuevo, pero esta vez su expresión tenía un matiz más siniestro.
"Non ti preoccupare, ragazzo. Solo sigue las instrucciones de tu padre y tutto andrà bene."
Matthew asintió, aunque la sensación de malestar no desaparecía. Sabía que estaban entrando en un terreno muy peligroso y cualquier paso en falso podría tener consecuencias graves.
Matthew se retiró de la sala, sintiendo el peso de la conversación sobre sus hombros. Mientras tanto, Robert se quedó hablando con Carlo. La tensión en el aire era palpable.