Sarah salió de la consulta de la terapeuta con los hombros caídos y la mente pesada. La última hora había sido intensa, llena de recuerdos dolorosos y de la lucha constante para aceptar lo que había sucedido. A pesar de todo, agradecía esos momentos de introspección y consuelo que su terapeuta le brindaba.
—Sarah, debes recordar que no puedes culparte por lo que pasó con David —dijo la terapeuta con una voz suave y firme—. Él se sacrificó para que tú pudieras vivir. Pensar demasiado en lo que ocurrió, y llenarte de culpa, sería una ofensa a su memoria. David quería que vivieras, y debes honrar ese deseo.
Las palabras resonaban en su mente mientras caminaba hacia la salida. A pesar del consuelo que intentaban ofrecer, aún era difícil no sentirse atrapada en el remolino de culpa y tristeza que la envolvía cada día. La imagen de David sumergiéndose en las aguas frías del mar, sacrificándose para salvarla, seguía persiguiéndola.
Al salir del edificio, el sol del mediodía la cegó momentáneamente. Respiró hondo, tratando de encontrar algo de paz en el cálido abrazo de los rayos solares. Caminó hacia su coche, estacionado cerca, y encendió la radio automáticamente, buscando distraerse.
Las noticias seguían hablando del accidente del crucero. Cada canal parecía tener su propia versión de los hechos, y las especulaciones y teorías se mezclaban con las escasas confirmaciones oficiales. El nombre de Robert y su hijo Matthew eran mencionados frecuentemente, sus rostros se habían convertido en símbolos del escándalo y la tragedia.
"El accidente del crucero 'In the Sea' sigue generando controversias. Las autoridades han detenido a Robert y Matthew, acusados de múltiples delitos relacionados con el incidente. La investigación está en curso, y se espera que haya más detenciones en los próximos días."
Sarah apagó la radio, incapaz de escuchar más. La voz del locutor se desvaneció, pero el peso de las palabras permaneció con ella. La pérdida de David había sido devastadora, y saber que los responsables estaban siendo llevados ante la justicia ofrecía un pequeño consuelo, pero no era suficiente para llenar el vacío que sentía.
Decidió dirigirse al bar donde David solía trabajar. Desde el accidente, se había convertido en un santuario para ella, un lugar donde podía sentirse cerca de él, aunque ya no estuviera. Al llegar, vio el mural que los empleados y amigos de David habían hecho en su honor. Era una obra hermosa y conmovedora, llena de fotos de David en diferentes momentos de su vida: sonriendo, trabajando, disfrutando de la compañía de amigos.
Se acercó al mural, pasando sus dedos suavemente por las imágenes. Cada foto contaba una historia, cada sonrisa era un recuerdo del hombre que había conocido y amado. En el centro del mural había una gran fotografía de David en su uniforme de trabajo, una sonrisa radiante en su rostro. Bajo la foto, alguien había escrito: "Un héroe siempre será recordado."
—David... —susurró Sarah, sintiendo las lágrimas llenarle los ojos—. Gracias por todo lo que hiciste. Prometo que intentaré vivir de la manera que tú hubieras querido.
Violett entró al bar unos minutos después. Al ver a Sarah, se acercó con cuidado, sin querer interrumpir su momento de reflexión.
—Sarah —dijo en voz baja, colocando una mano suave en su hombro—. ¿Cómo estás?
Sarah se volvió hacia Violett, agradecida por la presencia de alguien que entendía su dolor.
—Estoy... sobreviviendo, supongo. Es difícil, Violett. Cada día parece una lucha constante para seguir adelante.
Violett asintió, sus propios ojos mostrando el reflejo de su dolor compartido.
—Lo sé. Es difícil para todos nosotros. Pero recuerda que no estás sola en esto. Estamos todos juntos, y David nunca querría que te hundieras en la tristeza.
Sarah miró a Violett y asintió lentamente, tratando de encontrar fuerza en sus palabras.
—Gracias, Violett. Significa mucho para mí saber que hay personas que me apoyan.
—Siempre, Sarah. Siempre estaremos aquí para ti.
El bar se llenó lentamente con la presencia de amigos y conocidos de David, cada uno compartiendo historias y recuerdos. La atmósfera, aunque triste, también estaba llena de cariño y respeto por la vida de un hombre que había tocado tantas otras.
Mientras tanto, en una oficina cercana del MI6, los agentes continuaban trabajando diligentemente. Habían logrado arrestar a Robert y Matthew, y ahora estaban enfocados en desmantelar toda la red criminal detrás del desastre del crucero.
Robert estaba sentado en una celda, sus ojos vacíos mirando al frente. Matthew, a su lado, no podía dejar de tamborilear nerviosamente con los dedos sobre la mesa. Ambos sabían que sus vidas habían cambiado irrevocablemente y que enfrentaban un futuro incierto y probablemente muy oscuro.
Violett y el resto de los agentes se sentían aliviados al ver que la justicia finalmente estaba alcanzando a aquellos responsables del sufrimiento y la tragedia. Pero también sabían que había mucho trabajo por delante para asegurarse de que algo así nunca volviera a suceder.
Esa noche, Sarah se sentó en su habitación, mirando las estrellas desde su ventana. La ciudad parecía tranquila, y el cielo estaba despejado. Respiró hondo, recordando las palabras de su terapeuta. David se había sacrificado para que ella pudiera vivir, y debía honrar su memoria viviendo plenamente.
Al día siguiente, Harper fue dada de alta y pudo regresar a su departamento. Sentía una mezcla de alivio y tristeza mientras el taxi la llevaba a casa. Al llegar, se encontró con una escena inquietante: varias personas estaban llevando cosas de David. Quiso decir algo, pero una mujer se acercó.
—Hola, soy Violett, la hermana de David —se presentó con voz calmada pero triste—. Estoy aquí para llevarme sus cosas de regreso a Inglaterra. Dentro de unos días habrá una ceremonia para enterrarlo, y me gustaría que estés ahí.