In; Un Encuentro Predestinado

0; "El Actuar del Destino"


 El sol salía suntuoso por el horizonte, bañando aquella apacible tierra virgen con los primeros trazos de lo que seguro sería un hermoso día. 
 La misteriosa isla, rodeada a lo lejos por una feérica niebla, ostentaba de una vegetación literalmente fantástica que iba desde árboles que daban deliciosos frutos todo el año hasta flores de pigmentos delicados con pétalos tornasol. 
 Pequeños seres de pocos centímetros de altura despertaron con el alba y presurosos abrieron sus translúcidas alas para emprender, a primera vista, un vuelo con el único objetivo de divertirse. ¿Se trataban de hadas? Tal vez un especialista podría responder esa pregunta. 
 La tenue bruma alrededor del lago armonizaba naturalmente con el sonido que hacían los peces al saltar, y estos a su vez entonaban a la perfección con el melodioso cantar de los pájaros. Sí, era un lugar de ensueño, un paraíso auténtico y puro. Puro, a excepción de una cabaña cercana al lago. 
 Aquella construcción se veía tan natural en aquel ambiente que era fácil de ignorar. Era de diseño modesto, nada muy exagerado, hecha de duradera madera y con varios pisos disponibles, mostrando cerca de la entrada un cartel escrito en un misterioso idioma. Cafetería "Hada Del Invierno" era lo que decía, y haciendo honor a su nombre, el suave olor de un café artesanal podía sentirse desde el interior. 
 Allí dentro, una joven de cuidada piel y cabello color nieve estaba sentada en una de las mesas, desayunando a la espera de nuevos comensales. Su vestido era casi tan blanco como su cabello, obviamente elaborado caprichosamente con la seda más fina, pero posiblemente gracias a eso hacía juego a la perfección con sus rasgos tanto corporales como faciales. 
 Sus ojos verdes, que reflejaban la serenidad del invierno, estaban cerrados mientras escuchaba con inamovible paz interior el veleidoso ritmo que la madre naturaleza dejó como regalo para cualquier individuo con predisposición a hacer silencio y simplemente dejarse llevar. 
 Con la ventana abierta y una suave brisa acariciando su piel, aquella señorita tenía una apariencia majestuosamente serena, haciendo que las personas que la vieran la confundieran con una diosa. Sí... Toda esa paz sería arrebatada abruptamente y sin previo aviso. 

—¡Hola primor, ya llegó por quién llorabas!— Exclamó un invitado no deseado mientras abría la puerta con una ligera patada. 

 La elegante señorita frunció ligeramente el seño mientras dejaba con algo de molestia su taza sobre la mesa. 

—De todas las personas de entre todos los lugares en la existencia, eres la que menos quería ver.— Aseveró con su dulce voz la dueña del establecimiento, que a pesar de sus hirientes palabras estaba esbozando una sonrisa. 

—Ah, me partes el corazón, ¿Dónde está la niña que me recibía con alegría y me pedía jugar siempre que venía? 

 Aquel hombre vestía de forma similar a un noble viajero, con un saco negro de tapado largo, una camisa desabotonada por arriba y un sombrero de copa. Eso en conjunto con su maletín negro con ornamentos de oro y sus caros zapatos eran un testimonio de su alta estirpe. 
 Su tez era clara, sus ojos marrones de mirada cansada y su larga cabellera lucia un color rojo tan potente como la más cuidada de las rosas. 
Sin pedir permiso y sin previo aviso, él se sentó en una de las mesas. 

—Quiero un té, algunas galletas de vainilla y leche, por favor. Ah, algo para endulzar mí té también me vendría como anillo al dedo. 

 Ante tal exigencia, la encargada del establecimiento se paró junto a él e inició un contraataque; 

—Lo siento, pero en este establecimiento no atendemos a criminales. 

—¡Auch! ¿Cómo que criminal? ¿Y se puede saber de qué se me acusa? 

—De existir. 

 Las manos del hombre, cubiertas por unos guantes blancos, fueron llevados rápidamente hacía su pecho en una sobreactuado muestra de dolor. 

—¡Ah! ¡Me rompes el corazón! 

 Usando el rabillo del ojo él intentó ver si su nada convincente actuación sirvió de algo; ¡Sorpresa! Tuvo un efecto entre escaso y nulo en ella. 

—Bueno, de ser así creo que tendré que irme sin contarte lo último que he hecho... 

 Contraria a su anterior (denigrante) actuación, esa última frase sí captó la atención de la muchacha. 
Con un profundo suspiro sus facciones faciales cambiaron a una de resignación para hacer la pregunta que él quería oír; 

—¿Y ahora qué hiciste? No, más importante, ¿A quién le arruinaste la vida esta vez? 

—¡Que grosera! Yo no le arruiné la vida a nadie, por el contrario, volví a hacer algo bueno. 

 Ella se retiró a la cocina para preparar hábil y grácilmente el pedido de su visitante no invitado. 
Una taza de un delicado material con una infusión de aspecto rojizo dentro de ella fue puesta en la mesa, acompañada de un pequeño plato con una modesta cantidad de galletas de aspecto muy mimado. Ni siquiera la comida más costosa del castillo de la nación más próspera podría jactarse de tener una comida mejor que la presente, y el dulce aroma que agasaja el ambiente es prueba fehaciente de ello. 

—¿Ves que sí puedes ser hospitalaria cuándo te lo propones?— Masculló con una sonrisa satisfecha el comensal. 

—Ojalá te atragantes.— Fue la única respuesta que recibió de la disgustada dama que lo acompañaba. 

—¿Y cómo está tú hermana? Espero que lo esté llevando bien. 

 Literalmente parecía un niño mientras observaba golosamente las galletas en el plato, sin decidirse por cual atacar primero. 

—Ella está en el piso de arriba, durmiendo. Y no me cambies de tema, quiero saber qué fue lo que hiciste. 

 Ante la imposibilidad de cambiar el tema a uno más casual y esbozando una sonrisa ante su fracaso, él decidió decirlo sin rodeos. 

—Esto te va a encantar; ¡Esos dos al fin se conocerán!— Alegó feliz mientras al fin masticaba una galleta del plato frente a él. 

—Traga antes de hablar, ¿Y a quién te refieres por "esos dos"? 

—¿No es obvio? ¡La princesa y el comerciante! 

 Un breve silencio se impuso hasta que la anfitriona terminó de procesar lo que acababa de escuchar. 

—Dime que no lo hiciste... 

—¡Oh sí! Lo hice, nena~ 

—Estás completamente chiflado, Leander.— Sus manos se movieron a la zona de su frente, para masajearla y lidiar un poco mejor con el golpe de estrés que le acaba de llegar.— ¿Y no te pusiste a pensar qué tal vez, exista una muy pequeña posibilidad, de que ambos serían más felices sin entrar en contacto por el resto de sus vidas? 

—Es el destino. 

—Son opuestos. 

—Están hechos el uno para el otro. 

 Luego de su primera galleta bebió un sorbo de ese té que tanto le fascinaba, dejando escapar un suspiro de completa satisfacción. 

—Sé que puede parecer peligroso, ¿Pero acaso alguna vez hice lo que no fuera mejor para todos? 

—Se van a matar entre ellos. 

—Es una posibilidad. 

—Si lo peor pasa, entonces tú también morirás. 

—Estoy consciente. 

 Ella hizo una pausa para pensar bien su próxima pregunta, puesto que este era un asunto muy serio. Algo con lo que no podían ir a la ligera. 

—¿No hay otra forma? 

—No. No la hay. 

 Ese tono que mezclaba seriedad, melancolía y resignación reverberó en ambos; tanto en quien oía como en quien hablaba. 

—Es curioso, pero sin importar que tanto uno escape de su pasado es imposible engañar al corazón.— Otro sorbo de té fue realizado por Leander al terminar esa oración.— Uno no elige a quien amar. Y eso es algo que tú debes saber mejor que yo, Caillech. 

 La charla se interrumpió por ruidos provenientes del piso de arriba, en el que alguien había acabado de despertar. 
 Por otro lado, la campana de la puerta sonó para anunciar la llegada de un nuevo cliente. Una cara conocida se presentó... 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.