Narrador Omnisciente.
Al entrar en la habitación subterránea, Voldor se encontró con un hombre de baja estatura, de cabello canoso, un ojo de vidrio y un bastón hecho en su totalidad de diamante, tras él se encontraban todo tipo de artefactos de los que Voldor no tenía ni idea de para qué servían, así como Voldor muy pocas personas conocían sus funciones, ya que se trataba de maquinarias consideradas prohibidas y los que las poseían eran considerados herejes.
—¿Qué se les ofrece caballeros? —preguntó el anciano volteando en dirección a Voldor.
—Dr. Chester, hemos venido a traerle "la muestra" —dijo William sacando un pequeño frasco que contenía un poco de sangre.
—¡Oh, excelente, la esperaba con ansias! —celebró el Dr. Chester quitando el frasco de la mano de William.
Lo siguiente que hizo, fue someter a la muestra por gran cantidad de procesos complicados, al cabo de un rato se podía ver cierta decepción en la cara de Chester.
—Me temo que es peor de lo que pensaba, para nuestro pesar no podemos curarlos —se lamentó el Dr. Chester mirando a William.
—Espera, que sucede, con exactitud ¿qué cosa no tiene cura? —preguntó Voldor ocurrente.
—Lo que no tiene cura es el estado actual de los soldados —respondió el Dr. Chester.
—¿De qué estado hablas? —preguntó Voldor algo dudoso.
—¿Cómo es que a esta altura no lo sabes? —se impresionó el Dr. Chester y con rapidez respondió—. A todos los saldados de Tifanía les han remplazado sus almas por la de Esbirros.
—Creo haber escuchado algo sobre eso pero, ¿cómo que no tiene cura? —repuso de nuevo Voldor.
—Significa que los soldados no volverán a su forma natural, en cambio quedaran como zombis hasta que los reemplacen por nuevos como lo han venido haciendo desde que Martín tomo el poder —expresó el Dr. Chester con algo de rabia en sus palabra.
—¿Quieres decir que las personas que antes fueron han muerto? —preguntó Voldor pensando en que el Lugo que Leo había conocido había perecido.
—Así es, lo único que queda es acabar con los Esbirros que tienen sus cuerpos —respondió el Dr. Chester con firmeza.
En el momento en el que Voldor contó todo este acontecimiento, Leo se quedó perdido por unos instantes, pero con rapidez recuperó su compostura.
—¿Recuerdas el objetivo que al final nunca te dije? —preguntó Leo antes de hablarle a Voldor sobre lo que planeaba.
—Si ¿Por qué? —preguntó Voldor en forma de respuesta.
—Pues, dentro de la cueva hay mil guerreros Dragonianos y junto con su ayuda planeo asesinar al rey Martín, para así acabar con su tiranía y que me digas lo de Lugo, solo me da más ganas de hacer pagar a Martín —respondió Leo demostrándole a su amigo por fin su verdadera meta.
—Si así es, quizás estos quinientos bárbaros te ayuden, pero aun así la idea de que podamos vencer el enorme ejército de Tifanía con poco más de mil quinientos hombres, es en realidad una locura —dijo Voldor con tono burlista y prosiguió—. Pero si aun así quieres hacer semejante locura deberás contar con un plan, y no te preocupes que de eso yo me encargo.
—Gracias, por ser un amigo tan compresivo y en el que se pueda confiar —sonrió Leo con los ojos empañados.
Durante la siguiente semana se mantuvo el entrenamiento del ejército de Leo, hasta ese momento todo transcurría sin menor problema, pero a algunas horas del lugar, en el castillo de Tifanía, el rey Martín se encontraba preparando a un ejército de diez mil soldados para arremeter contra Leo a como diera lugar, entre ellos cuatro mil soldados de clase baja, tres mil de clase media, dos mil de clase alta y mil soldados Orx. A Martín le había llevado más de lo previsto poder localizar a Leo, había tenido que usar su amplio dominio sobre el continente y su enorme cantidad de soldados a su disposición para rebuscar por todos los sitios posibles hasta encontrarlo.
Las tropas se movían a caballo, por lo tanto no les tomó demasiado encontrarse en la entrada del volcán donde se suscitaba el entrenamiento de Leo y su ejército, un grupo de no más de doscientos soldados de clase baja entraron al volcán para asegurarse de que no hubiera ningún peligro. Leo quien poseía un increíble sentido de la percepción, los notó apenas entraron y ordenó a los bárbaros que acabaran con ellos.
En diez minutos exactos, las tropas que se encontraban en las afueras comprendieron que el grupo al que le ordenaron explorar, había sido exterminado, esto se vio respaldado en el momento en el que Leo salió, con la cabeza cercenada de uno de los combatientes.
—Si me están buscando, me temo que me han encontrado —recitó Leo a la par que su aura lo envolvía.
Lo siguiente que ocurrió fue algo que pocos esperarían, los poco más de mil quinientos guerreros luchaban a la par con los casi diez mil soldados, el desagradable rojo de la sangre empezó a cubrir los alrededores del volcán, entre los cientos de soldados que combatían contra Leo, se encontró con un rostro familiar, se trataba de Tom, el soldado de clase alta que se encargó de llevar a Leo a la isla para llevar a cabo los tres meses de entrenamiento necesario para ser admitido como soldado.
Narra Leo.
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Editado: 12.09.2024