Narra Leo.
En todo el tiempo en el que recordé lo que en realidad había sucedido ese día, la espada no se había detenido, seguía su curso, aunque la verdad la veía a una velocidad lenta, con todo lo que pasaba por mi cabeza, que alguien tratara de matarme era lo más normal, así que bastante enojado conmigo mismo, me moví a una velocidad ridículamente rápida, para posicionarme detrás de Yeral, y le propiné un fuerte golpe con dirección a la columna, esto lo hizo moverse de su sitio y luego se desequilibró. Aproveché el momento y me acerqué con gran sutileza sin hacer ruido alguno y con un corte de mi mano metálica le corté el cuello a Yeral, esto no lo mató, pero paré mi cortante mano en el aire y la regresé para cortarle, esta vez a la altura de los ojos, esto hizo que en la cabeza de Yeral se quedara tallada una "V" acostada.
Yo había vencido a un caballero de clase alta, esto demostraba la clara fortaleza adquirida desde mi comienzo, pero yo no podía dejar de estar molesto conmigo, durante todo mi entrenamiento, siempre mantuve el pensamiento que debía hacerlo para vengar a mi padre, pero con lo que presencié en mis recuerdos, toda mi vida la persona que me cuidó, que me brindó su amor y estuvo conmigo hasta el final de todo, no había sido mi padre, esa persona no era otra más que Samanta, mi madre, quien fue capaz de renunciar a su vida por mí, a esa altura no podía encontrar la razón por la cual me había olvidado de manera tan grosera de mi madre y de su sacrificio.
Todo lo que yo siempre creí real ahora sabía que era falso, haciendo así que mi objetivo final perdiera su significado, pero aun con todo en contra seguí avanzando con pasos lentos, aunque en realidad no tenía la misma decisión con la que había comenzado.
El corto trayecto hacia el castillo, me pareció eterno y más por el hecho de que, no podía dejar de pensar en el porqué había olvidado así a mi madre, mientras más lo pensaba, más creía que de seguro había sido un mal hijo y por ello no me molesté en recordarla, pero algo no encajaba, incluso los corazones más oscuro hayan la salvación cuando alguien se sacrifica por él, en ese caso el sacrificio había sido obvio, mi madre, y yo lo había presenciado en tiempo real, sin poder apartar la mirada.
En lo que a mí me parecieron siglos llegué a las puertas del castillo, estaban hechas de mármol, pero tenían unos quince centímetros de grosor lo que las hacía bastante resistente, me quedé perplejo viendo las puertas, durante al menos unos 5 minutos, al poco tiempo escuché un sonido que pertenecía a los pasos de alguien, que por la velocidad con la que sonaban debía de estar corriendo, me di vuelta y vi que de hecho se trataba de Melisa que se acercaba con rapidez hacia mi dirección.
—Apártate, debo cumplir mi cometido —dijo Melisa elevando la voz a la par que frenaba su marcha.
—¿De qué cometido hablas? —le pregunté a Melisa.
—Chester me ayudó a comprender que tu padre aunque fue el causante de la muerte de mi familia... —explicó Melisa, hizo una pausa mientras jadeaba y siguió—. No fue el culpable de nada, porque estaba siendo controlado por Thanatos rey del inframundo.
—Entonces, ¿me ayudaras? –dudé.
—No cuentes con ello, yo trabajo sola y más si se trata de ayudar a un Lenad —respondió Melisa.
—Pero, creí que ya no culpabas a los Lenad por la muerte de tu familia —sostuve.
—No esperes que perdone a una familia que culpé de asesinato toda mi vida, solo porque tú lo digas —replicó Melisa y luego trató de abrir las puertas del castillo.
—Comprendo, no me ayudaras, pero yo a ti si —afirmé mientras ayudaba a Melisa a abrir las puertas.
"Crack", se escuchó resonar por la habitación tras abrir las puertas, caminé con pasos cautelosos por el corredor, mientras que Melisa me seguía, dentro del castillo cada ruido (incluso el ocasionado por mis silenciosos pasos) causaba un eco audible para los que se encontraran en el lugar. En los laterales del corredor había relucientes armaduras, todas posaban en la misma posición, con las piernas levemente separadas, la mirada alta y las manos entrejuntas sosteniendo el mango de la espada, que se encontraba apuntando hacia abajo.
Como si se tratase de una película de terror, a mí me parecía ver como las armaduras que adornaban la sala se movían, ese pensamiento pasó a un plano más existencial, las armaduras enserio se movieron, primero una de ellas dio un paso al frente, luego dos y de pronto todas empezaban a moverse. Me pareció absurdo pero no lo cuestioné y me puse en guardia, Melisa sacó un cuchillo similar al que había usado antes conmigo y decidida a acompañarme en la lucha se mantuvo en su lugar.
—Son armaduras impregnadas en magia, han de haberlo hecho los magos del rey —concluyó Melisa con aires de saber lo que pasaba—. Pero no te preocupes si destruimos los sellos los podremos derrotar.
—¿Magia?, ¿Magos?, ¿Sellos?, ¿de qué hablas? —pregunté desconcertado.
—Cuando tengamos más tiempo te lo contaré —dijo Melisa con algo de disgusto.
No comprendía bien lo que pasaba, la magia, los magos y las armaduras que cobraban vida, eran algo de lo que no tenía constancia, aun así observé con cuidado a mis enemigos metálicos, no le veía algo como un "sello", por lo tanto procedí a atacar y luego preguntar, haciendo eso descubrí que todos parecían seguir un patrón, primero hacían un corte vertical, luego uno horizontal y por último una estocada.
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Editado: 12.09.2024