Incansable voluntad

Cap. 16: Enfrentando El Inframundo

Narra Leo.

El ejército se preparó con sus armas de fuego; próximo a eso nos dispusimos a marchar en dirección al castillo levitando. La continua marcha levantaba el polvo del suelo y a su vez produjo un estruendoso pero melódico sonido sincronizado.

—Leo, ¿no deberíamos mandar exploradores primero antes de hacer algún movimiento? —propuso Drac.

—No, no lo creo, en su lugar creo que todos deberíamos arriesgarnos por igual y no por selección como tú propones —repliqué.

El sonido que causó la marcha del ejército dirigido por mí se vio contrarrestado por un sonido más estruendoso en las cercanías. Me apresuré para ver qué provocaba el ruido.

—Iré a ver qué causa ese ruido —informé mientras corría a una ubicación elevada para ver mejor. —Ah… no puede ser… pero sí es un ejército.

— ¿Qué, un ejército? ¿Quiénes lo componen? —preguntó Voldor.

—Pues son un montón de horribles seres —contesté a la vez que me preparaba para luchar contra el ejército enemigo.

—Han de ser esbirros, será mejor acabar con ellos —propuso Voldor.

—Sin duda te apoyo, acabemos con esos esbirros —dije estando de acuerdo.

Leo, junto con su tropa, corrieron para confrontar a sus enemigos, los esbirros, los cuales eran criaturas bastante horrorosas. Tenían un aspecto humanoide, pero con una complexión desnutrida y huesuda; tenían la piel de un color rojizo como si se tratara de una irritación; en donde deberían estar los ojos, se encontraban solo los orificios vacíos; sus dientes estaban ennegrecidos y afilados como si se tratara de unas cuchillas, pero aún así se encontraban vistiendo armaduras ligeras y portando armas de corte, que iban desde cuchillos, espadas, hachas e incluso lanzas.

La batalla empezó como cualquier otra; uno de los guerreros (en este caso fue un Esbirro) asesinó sin piedad a uno del bando contrario (en este caso uno de los míos) y el resto siguió su ejemplo. La Orden de Leo superaba en número a los Esbirros, sin embargo, la increíble fuerza de los Esbirros era abismal, siendo eso una clara ventaja sobre nosotros. Por su parte, los Dragonianos le hacían frente con facilidad y es que en cuestiones de fuerza estaban igualados. Además de ellos, un gran grupo de bárbaros, Arlong, Voldor y Melisa, estaban al margen de la situación y hacían frente a sus enemigos sin demasiada dificultad. De la misma manera había un hombre que luchaba de manera frenética, venciendo a cuantos enemigos se le posaran en frente; ese era yo, que usando mi cuerpo de acero podía contar con la fuerza, resistencia y velocidad necesarias para vencer a los esbirros.

Habiendo vencido a un gran número de Esbirros, me di cuenta de que cuando alguno de mis aliados era abatido en batalla, pasaba a ser uno de los Esbirros. Lo distinto era la apariencia, ya que aún conservaban su apariencia y complexión normales, pero por su parte, las venas alrededor de sus cuerpos se hacían notar, tomando un color negro oscuro. Esto hacía posible diferenciar entre un humano y un por así llamarlo "No-humano". Estando en una situación parecida a cuando los Orx fueron convertidos, me angustié, pero para mi sorpresa mi hombro fue tocado por alguien; me volteé para conocer de quién se trataba.

—Leo, no te preocupes, que incluso si todos los demás mueren aquí, siempre y cuando tú vivas para derrotar a Thanatos y así liberar a Tifanía, no habrán muerto en vano —dijo Voldor demostrando su fe en mí.

De inmediato corrí para abandonar la escena en la que muchos de mis aliados morirían. Corrí lo más rápido que pude sin voltear atrás; aunque no volteé en ningún momento, me mantuve pensando en si Melisa y Voldor (sobre todo Melisa) estarían bien sin mí. Luego de algún tiempo corriendo me detuve exhausto.

—<<Creo que no debí haberlos abandonado, pero no quería que sus sacrificios fueran en vano>> —pensé.

Mi huida fue un rotundo éxito, o eso pensé, ya que a mi alrededor no podía ver ningún esbirro; sin embargo, sin previo aviso, unas manos se posaron encima de mis hombros, en seguida sentí un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo; reaccioné por impulso, golpeé con mi codo al estomago de mi agresor y luego me volteé para ver la cara de mi enemigo, pero para mi sorpresa se trataba de Sofía, la amable posadera que me había guiado hacia el muelle donde se realizó la inscripción al ejército.

—¡Oh!, como lo siento, pensé que eras un esbirro —me disculpé apenado.

—No te preocupes, es mi culpa por aparecer de repente —dijo Sofía recobrando su posición.

—Pero, ¿cómo es que estás tú aquí? —pregunté curioso.

—Bueno… yo… digamos que estoy cuidando de alguien de la familia —respondió Sofía evadiendo la pregunta.

—¿A quién te refieres? —dudé curioso.

—Pues, me refiero a una chica un tanto impulsiva y agresiva, que lleva por nombre Melisa —sonrió Sofía.

—Pero, pensé que Melisa no tenía familia —exclamé con voz tenue.

—Lo cierto es que soy su madre, aunque solo de crianza. Su madre biológica murió hace ocho años, por culpa de Thanatos —expresó con libertad Sofía.

—Pero, aun así ¿cómo llegaste aquí? —repuse.

—Al igual que tú, por un portal —respondió Sofía.

—¿Un portal?, pero yo no te vi con los demás —dije.




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