Narrador omnisciente.
(Unos 12 minutos antes de que Voldor apareciera)
Leo, después de ver a Sofía en el lugar, quedó bastante desconcertado. Leo apenas conocía a Sofía, pero que hubiera ido al inframundo usando magia llamó su atención, así que decidió seguirle. Con un trote estable, Leo siguió el camino que Sofía había tomado. En poco tiempo la alcanzó; se encontraba detenida mirando hacia arriba; la razón era el castillo flotante que Leo había presenciado al inicio.
— ¿Por qué estás aquí? ¿Dijiste que querías ayudar a Melisa?—preguntó Leo dirigiéndose a Sofía.
—¡Oh!, creí que nunca lo preguntarías, pues verás, Melisa está en estos momentos ayudando a tus compañeros en el combate; dentro de poco llegará aquí, por lo tanto yo me aseguraré de ayudarte a ti para que tú la ayudes a ella, ¿entendido? —dijo Sofía a Leo.
—Bien, ¿pero cómo lo harás? —dudó Leo.
—Lo cierto es que ese castillo es un recinto difícil de acceder por dos razones, la primera es la altura que obviamente dificulta la subida y la segunda no es tan obvia ni perceptible, pues está cubierta por un campo cilíndrico e impenetrable, hecho a base de magia, pero no te preocupes en eso, yo te ayudaré —explicó Sofía.
—Bien, te escucho —expresó Leo accediendo a la propuesta de Sofía.
—Entonces empezaré; primero desactivaré el campo maldito que cubre al castillo —informó Sofía tarareando un cántico escalofriante que hizo que el castillo se iluminara—. Luego te impregnaré en magia de luz para que las criaturas de la oscuridad no te afecten.
—¿Ahora ya puedo seguir? —preguntó Leo.
— ¡Que! Y ¿cómo planeas llegar hasta tan alto? —bromeó Sofía.
—Bueno, yo… no lo pensé —respondió Leo dudoso.
—No te preocupes, pues yo te daré alas para que puedas volar —dijo Sofía mientras se acercaba a Leo, lo tomaba de ambas manos y lo besaba en su frente cual si fuera su madre.
Al instante la armadura de Leo se estremeció, sacudiéndose y desprendiéndose del torso de Leo; de pronto a pocos centímetros de sus omoplatos comenzaron a emerger dos grandes alas emplumadas de color negro.
—¡Aaaah! —gritó de dolor Leo con fuerza, mientras sus nuevas articulaciones revoloteaban de manera involuntaria.
Narra Leo.
En el momento en el que cesó mi grito, me percaté de las alas que poseía en ese momento. Eran grandes, cada una de unos setenta y cinco centímetros o más, negras como el carbón y bastante musculosas, pero sobre todo eran reales y me pertenecían. Pensé que con ellas podría llegar a la cima, pero de pronto mi pensamiento fue interrumpido.
—Rápido, esas alas no durarán mucho, se mantienen con mi magia, pero pronto desaparecerán, así que aprovecha y sube hasta allá —informó Sofía con esfuerzo e iluminada como si estuviera usando su magia.
—Claro, no te defraudaré —dije decidido a cumplir con las instrucciones de Sofía.
Con rapidez hice caso a la advertencia de Sofía, poniéndome a aletear con fuerza para volar, esto sin embargo me fue demasiado difícil, pues se trataba de dos nuevas articulaciones, así que yo en realidad no sabía cómo usarlas. Aun así me esforcé bastante para intentar volar, esto de alguna manera me fue efectivo, aunque no lo suficiente. Mis alas empezaron a revolotear alborotando el polvo del suelo, sin embargo, los débiles músculos de mis alas no producían la suficiente fuerza como para separarme del suelo… Ante esta adversidad las mejoré con voluntad; esto resultó efectivo, separándome del suelo con facilidad como si fuera algo de todos los días. Al instante supe que me sería difícil llegar a la cima con mis aún inexpertas habilidades en el manejo de mis alas, por lo que me esforcé al máximo para por lo menos llegar cerca de la roca para así aferrarme a ella.
Entonces empezó mi, aunque corta, difícil transición. Aun si solo eran unos setenta metros, mi poca destreza volando dificultaba bastante la situación. Subí la mitad de mi transición en lo que para mí pareció una eternidad. En ese momento yo ya me encontraba exhausto, así que el resto del viaje me pareció aún más largo y difícil, pero lo estaba logrando y muy bien para ser mi primera vez volando. Todo parecía genial, ya casi lograba llegar a la roca, faltaban unos tres o cuatro metros para llegar, pero de pronto mis alas desaparecieron en una nube negra, empecé a caer, todo parecía perdido, sin embargo, en ningún momento culpé a Sofía, de hecho yo era el culpable por no llegar a tiempo, así que decidido a no morir me las ingenié para sobrevivir yo sólo.
Me concentré, me centré y me serené, dispuesto a conseguir una solución adecuada para mi terrible situación, entonces lo note, así como Sofía me había hecho adquirir alas, yo había convertido mi cuerpo en metal, por lo tanto era posible cambiar ciertos rasgos propios de alguna manera, al fin y al cabo solo tenía que intentarlo y justo eso hice, claro que primero tenía que saber con exactitud que rasgos podía cambiar para salvarme de mi muerte inminente, por supuesto no tuve que esforzarme demasiado para entender que lo que podría salvarme seria poder volar, "tener alas sería una buena opción", claro que renuncié a esa idea por el hecho de que fuera ineficiente por mi incapacidad física, de pronto a mi mente llegó la solución, solo tenía que poder mantenerme en el aire por un corto periodo, después de todo solo me faltaban unos pocos metros.
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Editado: 12.09.2024