Narra Leo.
La pacifica caminata por el corredor del castillo se vio interrumpida por un repentino ataque, se trataban de Esbirros, esos sin embargo eran bastante singulares, tenían múltiples brazos y cabezas que les daba un aspecto deforme, su tamaño era de más de dos metros, además estaban armados con enormes espadas oscuras, su rareza era algo nuevo para todos pero eso solo hizo que arremetieran contra ellos con más tenacidad, los Esbirros por su parte no parecían inmutarse contra los fuertes ataques de los Dragonianos, era obvio que su apariencia no era lo único que tenían de diferente, sin embargo, incluso ellos no podían contra Voldor que los aplastaba con su corpulento cuerpo de bestia, tampoco se resistían a mis ataques, es probable que fuese por la magia de luz con la que Sofía me había impregnado.
Las cosas no estaban del todo bien; la fuerza de los Dragonianos no servía en contra de esas atroces bestias y, ya que la fuerza era el único punto fuerte de los Dragonianos, muchos no sobrevivieron en esa pelea. Aun así Voldor y yo bastábamos para vencerlos a todos. Volver con ataques de cuerpo a cuerpo y yo usando mi voluntad para volver a mis extremidades armas, esto funcionó bastante en combate, pero no pudo evitar que la mayor parte de mis aliados terminaran gravemente heridos o muertos.
Drac lucía enojado por la sanguinaria escena que veía; yo me preocupé más por Melisa, pues si bien los Dragonianos eran criaturas de notable fuerza y bastante resistentes y aún así habían sido vencidos, Melisa que no era más que una humana podía con facilidad tener el mismo destino. Busqué y rebusqué alrededor y entonces la vi. La verdad es que se me hace difícil describir lo que sentí, pues cuando vi que estaba en su totalidad sana, me sentí sorprendido y a la vez aliviado, feliz y a la vez nervioso, además no pude evitar acercarme a preguntarle cómo estaba.
—Me alegra que estés bien, Melisa —sonreí con una suave voz y sonrojado.
—Sí, me las arreglé para apartarme del peligro lo suficiente —respondió Melisa.
—Grandioso, bueno, deberíamos seguir, no se sabe qué peligros se pueden cernir sobre nosotros si seguimos aquí —dije.
Las tropas restantes siguieron avanzando y en el frente estábamos Voldor, Melisa y yo. Claro que yo solo centraba mi atención en Melisa; la verdad no me importaba que todo el lugar fuera un campo de batalla; yo estaba ahí hablando con la primera persona que me había hecho sentir el amor. Nuestros pasos eran silenciosos, pero de un momento a otro fueron el único ruido en la habitación. Sin embargo, yo no presté mucha atención a mi alrededor, solo estaba centrado en la hermosa y carismática chica que tenía en frente y no tenía intención de cambiar mi punto de mira. Por supuesto, nunca nada sale como se planeó.
El silencio de la habitación se combinó con la oscuridad de la misma; de pronto todos los presentes en esa habitación, incluyéndome, cayeron de rodillas al suelo como si fueran obligados a hacerlo todos al mismo tiempo; al poco rato apareció Thanatos, un ser de carne pálida como la de un cadáver, ojos verdes brillantes y vestido con un ropaje de cuero negro.
—Así que han osado aceptar mi reto —exclamó Thanatos con voz estruendosa.
—Sí, sabes, quería conocer el infierno por mi propia cuenta —respondí con sarcasmo.
—¡Oh!, pues qué bien… entonces no les importará atentarse a las consecuencias —dijo Thanatos.
Thanatos al culminar de decir esas tenebrosas palabras levantó su mano derecha e hizo una pose con su mano como si estrangulase a alguien. Todos miraban con atención qué pasaría luego y entonces de entre todos Melisa fue levantada por los aires y con lentitud se fue acercando a Thanatos mientras que ella se retorcía. Fue como si él la estuviera jalando con su mente, de hecho, justo así lo hizo. La atrajo hacia su posición y la mantuvo levitando allí por unos segundos hasta que…
—¡Alto!, no te atrevas a llevártela a ella —expresé con euforia mientras me levantaba con esfuerzo.
—¿Y qué harás al respecto?, Leo Lenad —preguntó Thanatos—. Apenas si puedes levantarte ante el enorme poder que poseo.
—¡No me importa lo que digas, si te atreves a ponerle un dedo encima te juro que te buscaré y una vez te encuentre aunque me cueste la vida te borraré de este mundo! —grité aún más eufórico.
—Entonces, supongo que tendré que ponerle un dedo encima, o quizá me espere un rato, pero te advierto que si no te apresuras, tu amada Melisa morirá. Estaré esperándote en lo alto del castillo, y si no llegas en media hora, despídete para siempre de ella —dijo Thanatos, luego se esfumó con Melisa dejando atrás solo una nube de polvo.
—Si ese es el caso, iré hasta ese lugar y haré que Thanatos no sea nada más que un mito —proclamé para mí mismo como una promesa de que vencería a Thanatos y salvaría a Melisa.
En cuanto Thanatos se esfumó, todos pudieron de nuevo levantarse, sin embargo, solo unos pocos quisieron acompañarme, esos fueron Drac, Voldor y unos pocos Dragonianos. El resto renunció a la idea de que pudieran contra el rey demonio y no estaban del todo equivocados, pues unos simples esbirros les habían dado una paliza; el rey podría acabarlos con un chasquido de dedos, eso, sin embargo, no me molestó, lo que sí me mantenía molesto era el hecho de que por mi culpa Melisa se encontraba en peligro y tenía que salvarla a como de lugar.
Yo me mantuve con pasos fuertes y cargados de un tremendo deseo de matar al innatural, grotesco y aberrante Thanatos. Mi deseo de venganza se había cambiado por un nuevo deseo, esta vez de protección, solo que en una escala más obsesiva, un deseo muy fuerte por no querer estar sólo. Era raro arriesgar mi vida por no querer estar sólo quizá, pero en ese punto no podía evitar que de todos modos arremetiera contra el enemigo que tenía enfrente y que sin piedad alguna trataba de quitarme a una persona que deseaba fuera parte de mi vida.
#975 en Fantasía
#1491 en Otros
#83 en Aventura
fantasia accion aventura y romance, poderes y personajes extraordinarios, héroe poderoso
Editado: 12.09.2024