Narra Leo.
(Un día antes de que Voldor se corrompa)
Salí de la habitación donde me encontraba algo triste; una vez fuera, abrí la bolsa que Melisa me había otorgado. Al hacerlo, todo se iluminó y de ella emergió Melisa. La miré con una cara desconsolada, suspiré y procedí a desahogarme.
—Melisa, qué bueno verte, me alegro que estés aquí…ahora sé la verdad, mi vida hasta ahora no ha sido más que un engaño, yo no soy más que un ser manipulable —le hablé a Melisa con una mirada vacía.
—Eso suena mal, pero si estás aquí ahora es por tu propio esfuerzo no por decisión de nadie más —intentó consolarme Melisa.
—Pero ¿qué sentido tiene intentar cambiar si mi destino está trazado? Si todo lo que creí real fue solo una ilusión, ¿qué sentido tiene pensar que esto sí es real? —Desesperé por la idea de que mi destino no me pertenecía.
—No te menosprecies, tú eres imparable, ¿entonces por qué parar ahora? Tú eres en lo que crees, ¿entonces por qué creer falsedades? Tú nada más eres tú y no hace falta cuestionar eso —suplicó de alguna manera Melisa para que entrara en razón.
—Gracias por esas palabras de aliento, no sabes cuánto las necesitaba…pero eso no quita el hecho de que mis padres cambiaran mis recuerdos y decidieran mi destino; eso en realidad me enfada, pero aun así no sé nada con certeza: ¿qué debería hacer? —pregunté en busca de un consejo.
—Eso no lo puedo decidir yo, tú eres al que le afectó la situación, por tanto tú serás el que valore o desprecie la acción que vayas a hacer… tú tienes las llaves del futuro —se expresó Melisa.
Luego de escuchar lo dicho por Melisa, me quedé pensando en qué podría ser lo "correcto"; así llegué a una decisión y decidí compartirla con Melisa.
—Gracias a ti ahora he llegado a una decisión —concluí.
— ¿Y cuál es esa decisión? ¿Si se puede saber? —preguntó Melisa.
—Iré a donde se encuentra mi padre y hablaré con él de manera seria; dependiendo de lo que me diga decidiré si vive o muere —dije seguro de mi decisión.
—Ya veo, si esa es tu decisión, entonces que así sea —me apoyó Melisa.
—Bien, primero, si no es mucho pedir ¿podrías llevarme allá? —pregunté.
—Claro, ¿con exactitud en dónde vive tu padre? —preguntó Melisa la dirección.
—Al noreste de Gorbian, a ochenta y siete kilómetros de las tierras de Tifanía —especifiqué la zona a la que quería que me enviara Melisa.
—Quisiera ayudarte, pero me temo que eso es demasiado lejos para mí, veras, la magia es una de las tantas formas de expresión de la voluntad y pues es un poco vergonzoso, pero no tengo una voluntad desarrollada o suficiente como para llegar tan lejos, disculpa —contestó Melisa avergonzada por no poder ayudar.
—Oh, no te preocupes por eso, mejor dime ¿puedes llevarme a Tifanía?, porque estando allí me las apañaré para llegar a mi destino —pedí como alternativa.
—Así es, ¿quieres que lo haga ahora mismo? —dudó Melisa.
—Sí, por favor —respondí.
Tras eso Melisa me transportó a Tifanía; una vez allí, me despedí de ella con la idea de volver a como diera lugar, para así estar junto a ella, claro que primero tendría que lograr llegar a donde se encontraba mi padre. Para ello deambulé por la ciudad pensando en una solución para cumplir mi cometido de ver a mi progenitor; en eso vi la posada donde conocí a Sofía y luego de meditarlo un poco, entré con la idea de pedirle ayuda para llegar a mi destino.
—Sofía, qué bueno verte, sabes, tengo un leve problema y me preguntaba si ¿podrías ayudarme? —le dije pidiendo su ayuda.
—Oh, Leo, nos volvemos a encontrar, cuéntame de qué problema hablas —preguntó Sofía.
—Bueno, veras… —procedí a contarle todo el asunto—. Entonces me preguntaba si de casualidad podrías ayudarme a llegar allá.
—Ya veo, de ser así creo que sí podría ayudarte —aceptó Sofía.
—¿En serio? —pregunté entusiasmado.
—Tengo en mi posesión un grupo de caballos para trabajar; no puedo venderlos, ni regalarlos, pero de ser por ti te puedo dar un caballo para que transites el viaje —explicó Sofía.
—Grandioso, te lo agradezco de antemano —agradecí.
Así gracias a Sofía emprendí mi viaje a mi próximo destino, un prado desolado y alejado de la cercana Tifanía. El viaje fue de alrededor de cuatro días, así que cuando se ocultaba el sol acampaba bajo las estrellas y por las mañanas retomaba mi ruta. En el tercer día y a un día de llegar, el caballo que me trasportaba fue mordido por una serpiente; esto causó que el animal huyera, ya que era mi medio de transporte. Lo perseguí para hacerlo volver, pero cuando lo alcancé el caballo parecía cansado, así que decidí dejarlo descansar, pero al amanecer el caballo no despertó. Sin un medio de transporte y con un día de recorrido por delante, me vi obligado a seguir a pie; esto, sin embargo, era de verdad agotador e inefectivo, ya que el recorrido a pie no era ni la mitad de lo que podía hacer con el caballo; por eso me senté en medio de la nada y me quedé allí para descansar.
Me sentía cansado, decepcionado, derrotado, sediento y sin esperanzas, pero luego comencé a pensar en lo que podía hacer y entonces recordé que podía mejorar mi cuerpo con mi voluntad; entonces pensé en cómo me serviría en ese momento y recordé las alas que había usado en el inframundo, pero lo descarté de manera rápida por la dificultad que tenía de maniobrarlas, aunque dada la situación, era la opción más funcional, así que me decidí y generé mis alas. Con las alas detrás de mi espalda, corrí para tomar impulso y salté, para una vez en el aire aletear para emprender mi vuelo. Mis alas se sentían pesadas como antes, pero me centré en mi objetivo, que bien era mi padre, y mis alas comenzaron a moverse con mayor libertad, haciendo que alcanzara rapidez con facilidad. Con eso mi recorrido se reanudó y en cuestión de minutos estaba en el área que me había mostrado ella.
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Editado: 12.09.2024