Incansable voluntad

Cap. 30: La Promesa Del Mañana

Narra Leo.

Entré una vez más en Tifanía; allí me sentí como la primera vez que había entrado, solo que en ese momento los ciudadanos parecían un tanto diferentes, de seguro debido a la llegada de un nuevo rey; con eso me refiero a Voldor. Deambulé por la ciudad, así pude ver que había sido reconstruida; se veía como nueva. Con el pasar de unos minutos llegué a donde debía estar la humilde posada de Sofía, pero allí no estaba esa posada, en cambio vi un lugar mucho mejor, su fachada era nueva y su arquitectura diferente; antes era pequeña, constaba con una sola planta, pero ahora tenía dos. Eso me causó un cierto grado de felicidad por el hecho de que les estuviera yendo bien en su negocio, así que entré a la posada como lo había hecho hacía varios meses, solo que esta vez con una expresión de felicidad más notable.

Una vez dentro, sentí el lugar igual de acogedor que la primera vez, aunque su diseño fuera diferente. Sin embargo, los clientes eran muchos menos que antes, porque claro, tantas muertes tenían que ser notables. Miré en dirección a la barra y entonces vi a Sofía; parecía estar feliz o al menos eso sugería su expresión. De igual forma y sin que ella me notara, me acerqué a la barra y allí me senté.

— ¿Deseas algo en particular? —preguntó Sofía, igual que la primera vez.

— ¿Yo? Pues luego de mucho ya he cumplido mi "deseo"; ahora solo "necesito" estar junto a esa persona especial —respondí con una sonrisa.

—Oh Leo, eres tú, disculpa, la verdad no presto atención —admitió Sofía sorprendida.

—Así es, soy yo, y esta vez vine para quedarme —informé.

—Grandioso, ahora mismo voy a buscar a Melisa, sé que estará feliz por tu regreso —sonrió Sofía y se marchó.

Sofía se me perdió de vista por unos minutos, luego la volví a ver; a su lado venía Melisa; esto me hizo sonreír y, sin poder evitarlo, me levanté de mi asiento para darle un fuerte abrazo. A ella me correspondió dicha acción.

—Me alegra que hayas vuelto, Leo —se alegró Melisa.

—Sí, a mí también me alegra, pero te lo dije ¿no es así? Te dije que volvería y viviríamos la vida que merecíamos, una vida pacífica y sin sobresaltos —acaricié la mejilla de Melisa.

—Bien, entonces vayamos al bosque, allí viviremos separados de las reglas de la sociedad —propuso Melisa cubriendo mi mano con la suya.

—Por supuesto, tus deseos a partir de ahora serán mi principal necesidad —respondí.

Narrador omnisciente.

Con esas palabras Melisa y Leo partieron al bosque, a la cabaña donde vivía Leo; una vez allí la derribaron y reconstruyeron, para así recomenzar sus vidas, pero esta vez como una sola, porque "puede que una razón egoísta lo obligara a comenzar, pero fue el sentimiento de amor el que hizo que pudiera terminar".

Mientras, a varios kilómetros de allí, en Tifanía, con exactitud en una habitación oculta en el interior del castillo, se encontró Voldor haciendo un ritual de convocación, similar al que había hecho Martín para contactar con Thanatos. Voldor dijo palabras en otro idioma; eso hizo temblar la habitación; era como si sus palabras tuvieran un efecto físico sobre el entorno que lo rodeaba. Tras unas extrañas palabras, el cielo se tornó negro, una densa neblina inundó la habitación y una grieta en medio del aire se hizo visible.

—¿Quién puede interrumpir mi sueño? —preguntó una voz femenina proveniente de la grieta.

—Mi nombre es Voldor Benedito, soy el rey de Tifanía y yo te he convocado —informó Voldor.

—¿Por qué razón has hecho de llamarme? —repuso la voz.

—Te he llamado para que hagamos un trato que quizá te interese —respondió Voldor.

—Has captado mi atención; ahora procede a mencionarme tu propuesta, antes de que la pierdas —amenazó la voz.

—Primero, sé bien quién eres… Samanta Sarín de Lenad —dijo Voldor.

—Me sorprende que un simple mortal sepa mi antiguo nombre, pero habla de una vez —contestó la voz.

—Bien, mi petición consiste en un bien mutuo; para mí será deshacerme de una molestia y para ti será… deshacerte del asesino de Leonard Lenad —propuso Voldor.

—¿De quién hablas? No hay mortal que sea capaz de tal cosa como asesinar a Leonard; yo me encargué de ello; yo le di un cuerpo cuya preservación es asegurada, así que dime ¿quién es ese tal asesino del que hablas? —preguntó Samanta con tono molesto.

—El nombre del asesino quizá te sea familiar, se apellida Lenad y su nombre es… —habló Voldor cuando lo interrumpió. Samanta

—¿Leo? —se sorprendió Samanta.

—Así es, se trata de Leo, tu hijo —afirmó Voldor.

Samanta cayó por un momento, como si se cerciorara de la verdad en las palabras de Voldor, y luego habló.

—De ser así te ayudaré —aceptó Samanta a su propuesta y entonces salió de la grieta una figura femenina y extendió su mano.

—Excelente, ahora solo falta ordenar las piezas del tablero —sonrió Voldor de manera un poco sádica, estrechando la mano con Samanta.

Con eso dos grandes enemigos de Leo se habían unido, dando como único lado positivo el hecho de que Voldor pretendiera atacar luego; esto, sin embargo, solo era para conseguir más tropas, aumentar las alianzas y de esa manera destruir a Leo y a todos aquellos que lo apoyaran. La paciencia es considerada una virtud y para Voldor una pieza clave. Leo, aunque por ahora vivía en paz, llegaría el día en que tendría que volver a luchar; con ello necesitará a alguien que cuente la historia y allí estaré yo para contar la historia del hombre con la incansable voluntad.




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