Incatura Azura.

Capitulo 3 Un cuento ridículo.

―Debemos apresurarnos, primero verá usted a nuestro padre ―Me jala del brazo izquierdo y arrastra con prisa hasta la casa que es completamente desconocida para mí, grande y natural, la luz del sol ilumina el interior de la casa cuyas paredes son de vivos colores a pesar de la época y abundante naturaleza, la sigo a duras a penas, pues mi adoptada hermana no pierde el tiempo en arrastrarme con ella al interior de mi momentáneo hogar ―Luego solicitaré una cita con madre para que ella le entregue los libros que necesita, así aprenderá de nuevo esas artes antes de que alguien las necesite.... ―Suspiro al ver la cantidad de libros que se supone debo leer, miro de soslayo a Amira para luego volver los ojos a los libros con algo de fastidio.

―¿Tengo que leerlos... todos?

―Si ―Responde la joven sin apartar la mirada del abrigo que teje ―No se aflija Hermana Mayor, Madre dejo la mejor parte para el momento en que se haya leído usted todos estos ―Le dirijo una mirada de fastidio ―Es una lastima que no pudiese concretar una cita con nuestros padres...

―¿La mejor parte? ―Siento que me volveré vieja antes de leer la montañas de libros que de paso me tengo que memorizar ―Con que libros... ―Murmuro con pesar sintiéndome muy poco dispuesta a leerlos todos a pesar de que ahora sé que de tal aprendizaje depende la vida de los pueblerinos, personas tan humildes que no tienen acceso a mejor atención médica que la que le puede brindar la hija mayor del Amo del pueblo, en este caso yo, lo que me hace cuestionar seriamente la importancia que le da el Rey a su pueblo, suspiro posando la mirada en los libros mientras que con pereza me acomodo junto a ellos en la mesa... ―Como dicen por ahí, al mal paso darle prisa ―Exhalo dándome ánimos antes de abrir el primero. Si estaré aquí por lo menos debo hacer algo para matar el tiempo hasta que encuentre a ése bendito anciano.

****************

―Amira ―Entro sin tocar a la habitación encontrándome con la que hermana de la dueña de éste cuerpo en la cama llorando y a la institutriz parada frente a ella como si quisiera golpearla ―¿Qué pasa aquí? ―Interrogo acercándome a la joven dirigiéndole mirada llena de advertencia a la mujer ―¿Por qué Amira está llorando?

―Por usted ―Responde ella dando un paso atrás ―Se siente muy triste por su perdida de memoria ―Escaneo a la mujer, cuya aura me da mala espina.

―No tienes que estar tan triste ―Abrazo a mi nueva hermana, gesto que parece nunca antes había hecho porque su cuerpo se tensa para momentos después relajarse y corresponderme ―El que haya perdido la memoria no quiere decir que no cuidaré de ti ―Doy una ojeada a la mujer para que le quede claro que no me comí ese cuento, y que entienda que si la descubro maltratando a está muchacha le ira muy mal. La mujer se aclara la garganta.

―Esas muestras de afecto...

―¿Qué hay de malo en ello? ―Cuestiono centrando mi atención en la institutriz que no hace más que aumentar mi desconfianza en ella ―Estoy abrazando a mi hermana menor, si no quiere verlo dese media vuelta o abandone la habitación ―Digo de mala gana, poco dispuesta a tolerar a una mujer que con su mera presencia logra ponerme de mal humor ―Amira ―Me separo un poco de ella contenta de poder enseñarle a hacer algo que sé desde que era niña ―Quiero mostrarte lo que aprendí a hacer con papel de colores ¿Vienes?

―Debe primero asistir en presencia de Padre ―Sorbe su nariz huyendo de la mirada de la mujer parada a unos pasos de nosotras, por la forma en que mueve sus ojos me doy cuenta de que sigue asustada y que esa mujer es la responsable de su temor. Le dirijo una mala mirada a la institutriz antes de volver mi atención a la joven a mi lado.

―Eso tendrá...

―Hermana mayor ―Palmea con suavidad el dorso de mi manos derecha que descansa sobre mis piernas ―Padre espera por usted desde el día anterior, por favor vaya a él, le esperaré en su habitación para que me muestre lo que aprendió a hacer.

―Muy bien ―Accedo poco convencida de que sea lo correcto, poco dispuesta a dejarla sola sabiendo que algo no anda bien, me levanto y beso su frente tal como lo haría con Lucía, pues para mi está chica es mi pequeña hermana Lucia, más indefensa pero... al fin y al cabo Amira es la hermana menor de Azura y si estoy usurpando su vida también debo usurpar su lugar como hermana mayor ―Vamos.

―Debe comportarse ―Pongo los ojos en blanco ante la irritante voz de la mujer ―Siga el protocolo.

―¿El protocolo? ―La observo con molestia ―¿Qué significa eso? ―Está mira a Amira y luego a mí.

―Entraré con usted para evitar errores, es mejor que siga mis indicaciones una vez entremos ―Me lleva hasta mi nueva habitación en donde me señala a Zamira y Jenny las jóvenes sirvientas que me atienden a la fuerza ―Ellas la prepararán para su visita al Señor Tomás ―Me obligan a tomar un nuevo baño, me secan y aplican una cantidad de aceites exagerados antes de proceder a vestirme con un nuevo corsé, nueva ropa que supuestamente es la íntima más a mi parecer no lo es, ropa y más ropa, unos zapatos que parecen de abuelita y luego más aceites aromáticos, aquí nadie conoce el desodorante ni el jabón de baño y de paso muchos de aquí huelen a zorrillo podrido, eso sin contar con la poca higiene que tienen algunos, lo que quiero decir es que ¡No se bañan! ―Suspiro al recordar al hombre de hace unos días, el que vino en nombre del Rey a entregar unas cartas a Padre ―El hombre olía a pie sudado con violín... ―¡¿Cómo pueden soportarlo?!

Éste largo pasillo son suficientes para alborotar mis nervios. Por lo que puedo observar aquí no tienen las costumbres de los míos, todos son muy tiesos, se inclinan al verme y continúan con sus labores cuando paso, casi no hablan o al menos no lo hacen cerca de mi persona y no me tocan, he notado que mis supuestas doncellas evitan hacerlo una vez salgo del baño, es como tonta la cosa pero bueno, no pretendo estar mucho tiempo aquí así que no voy a perder mi tiempo aprendiendo costumbres que no necesito.




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