Inclinando Al Lobo

CAPÍTULO 26 Madre

I

Ayame Kuro era una joven hermosa sus ojos de color azul oscuro, su cabello era del color negro brillante una chica amable, hermosa con grandes visiones de vida. Era una chica que había culminada sus estudios lista para iniciar su vida profesional.

No obstante, su vida fue truncada al conocer aquel hombre que la enamoro para solo aprovecharse de ella como todos los hombres de su calaña le había prometido la luna y las estrellas, pero ella solo conoció el infierno en la tierra.

Se casaron a los cuatro meses que comenzaron a salir.

Los primeros días fueron buenos, y después aquel hombre empezó a relucir su auténtica personalidad la de un aprovechador, solo vivía pegado a un mueble frene a un televisor con varias latas de cerveza a su disposición.

Ayame llegaba de su trabajo como maestra de inglés en una escuela en el pequeño pueblo donde vivía.

–Tori, amor –llamo Ayame –¿Cómo te fue el día de hoy?

El sujeto sentado en el mueble mirando el televisor respondió con enojo –quieres callarte, ¿Por qué no haces algo útil? Y me preparas la cena –sus palabras duras sometieron a su esposa. Quien bajando la mirada obedeció.

–Voy hacer las compras –contesto triste.

–Ni eso haces –dijo con ira –eres una inútil –has algo útil y tráeme una cerveza –ordeno.

Ella camino hasta el refrigerador para tomar una lata de cerveza y servir a su esposo en el refrigerador había más cervezas que comida para ellos.

–Muévete –grito. Entrego la cerveza, sus ojos se cristalizaron –¿Qué haces ahí parada? Prepárame la cena –demando.

Con lágrimas en los ojos salió de su hogar para ir a comprar los ingredientes para la cena. Camino hasta llegar a un mini supermercado donde se encontró con Elena.

–Ah, Ayame –hablo animada –¿Cómo estás? –su voz decayó al ver el estado de su amiga –estás bien.

–Si –contesto triste.

–Ayame –sabía por dónde iba.

–Tuvo un mal día, no pudo encontrar trabajo –contesto rápido.

 

–Eso te escucho decir, desde ya hace un año. ¿Cuánto te vas a dar cuenta?

–Lo siento –dijo nerviosa –tengo que darme prisa para la cena. –Se retiró dejando a su amiga muy preocupada.

Ayame creía que algún día su esposo cambiaría, pero ese pensamiento estaba muy lejos de la realidad para ser cierto aun así conservaba la esperanza. Al llegar a casa lo encontró dormido de borracho, con la lata de cerveza colgada de su mano vertiéndose el líquido sobre el suelo.

Despacio quito la cerveza y l resto de latas de cerveza de la mesita y las boto a la basura. Comenzó a limpiar la casa, no podía cocinar con tal desastre a su vista. La cena ya estaba lista aquel hombre despertó.

No podía mantenerse en pie –mujer –comenzó a llamar –mujer.

–Aquí estoy ¿Qué pasa? –contesto.

–¿Dónde está mi comida? –la, tomo de la muñeca con fuerza.

–¡Ah…! –se quejó de dolor.

–¿Dónde está? –grito.

–Ya te sirvo –contesto.

–Muévete inútil –dijo arrojándola con fuerza en dirección de la cocina.

Ella comenzó a poner la comida en un plato. Él se sentó gritando por su comida.

–Aquí esta –sirvió el plato sobre la mesa.

El tipo dio el primer bocado y con enojo escupió la comida aventando el plato contra el suelo.

–Esta asqueroso. No sabes hacer nada bien –dijo con furia levantándose –me voy –tomo su abrigo y salió de casa.

Ella lloraba desconsolada ¿Cuándo iba a llegar el día en que cambiara?

Con las lagrimas recorriendo su rostro tomo la escoba y comenzó a limpiar la comida caída al piso. Una noche más que lloraba de tristeza, este no era el matrimonio que ella pensaba, que ella quería tener.

Dejando todo limpio se concentro en preparar la clase para mañana a pesar de todo no podía dejar su trabajo que era para lo que se había preparado.

 

II

Desde esa noche en que aquel sujeto había salido de casa arrojando la comida por el suelo, había pasado un año en el cual Ayame había podido tener tranquilidad, a tener una vida pacífica. Iba bien en su trabajo ahorrando lo necesario cada mes al cobrar su cheque de pago.

La paz para ella termino cuando aquel hombre volvió a su vida y lo único que trajo consigo fueron problemas para Ayame. Se había endeudado hasta el tope, tenía que pagar a sus cobradores rápido, tanto que le pusieron espías para obligarlo a pagar.

El día que reencontraron dos sujetos los detenían uno lo sujetaba, y el otro lo golpeaba.

–Creíste que podías escapar –decía el tipo que lo golpeaba –esto no es nada con lo que te haremos sino, nos pagas en tres días.

Aquel sujeto estaba ensangrentado su rostro hinchado lleno de moretones. Ayame corrió hacia su esposo al ver la escena para ayudarlo de aquellos sujetos que lo golpeaban,




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