"I'm alive, but I'm dead
Hear my voice up in your head
Watch it fill you full of dread
Till you go pow"
"VILLAIN (feat. Madison Beer & Kim Petras)"
Las preguntas venían en un ritmo constante, cada palabra seguida de un golpe que buscaba romper mi resistencia. Respiré con dificultad mientras era consciente de cada latido en mi cabeza, del ardor en cada parte de mi cuerpo, del peso de las horas que habían pasado con mis extremidades atadas a aquella silla de metal.
Se detuvo frente a mí frotando sus magullados nudillos, los mismos que habían chocado contra mi piel innumerables veces, como si fuera más doloroso para él que para mí.
—Sabemos que has estado en contacto con ellos. ¿Dónde están? —la pregunta resonaba en mi mente como un eco que se repetía, cada vez con más intensidad.
Mi mandíbula se tensó esperando el siguiente golpe, pero no llegó. Hizo una seña y un hombre con guantes negros se acercó. A pesar de que mis sentidos se encontraban desorientados por la paliza que me habían dado, reconocí el objeto puntiagudo en sus manos.
Me moví en mi lugar tratando, de alguna forma, de escapar de las ataduras. Mi cuerpo ardió ante el intento, pero no dejé de hacerlo. La necesidad de huir era más fuerte que mi dolor.
El hombre frente a mí rio. Me rodeó lentamente y pasó su brazo por mi cuello inmovilizándome en el respaldo de la silla. No dejé de luchar cuando la aguja se acercó a mi piel, ni siquiera cuando el líquido comenzó a entrar en mi sistema.
Solo me soltó cuando mis músculos, uno por uno, comenzaron a rendirse y cualquier rastro de resistencia me abandonó antes de que pudiera pensar en seguir luchando. La sensación del líquido abriéndose paso por mis venas era casi hipnótica y completamente debilitante.
Abrí los ojos, parpadeando en un esfuerzo inútil por aclarar mi visión, pero todo parecía moverse de forma distorsionada. Las paredes metálicas y oxidadas, iluminadas con luces amarillas, parecían estirarse, encogerse, casi burlándose de mí con su frialdad.
Intenté aferrarme a cualquier pensamiento o recuerdo en mi mente, algo que me mantuviera en la realidad, cualquier certeza que me sirviera de ancla. Pero, poco a poco, una niebla espesa se extendió por mi mente, y mi corazón comenzó a latir desbocado en mi pecho; puedo jurar que sentí como la sangre corría por todo mi cuerpo. Mis sentidos comenzaron a hipersensibilizarse, comencé a ser demasiado consciente de lo que me rodeaba, de lo que sentía. Era demasiado consciente de aquel sonido del agua que goteaba del techo, el mismo que caía a un ritmo lento, preciso y constante, casi como las manecillas de un reloj. Un reloj que contaba los segundos antes de que comenzara a perder el conocimiento.
Sabía, en algún rincón de mi conciencia, que algo me estaba siendo arrebatado. Algo valioso y profundo. Lo sentía, pero no lograba darle forma, como si lo estuvieran arrancando antes de poder identificarlo.
Busqué desesperadamente una respuesta en ese abismo, pero antes de que pudiera aferrarme a esa última sensación, entre la borrosidad de mi visión, distinguí como acercaban otra aguja. Todo se oscureció por un momento y cuando regresé, noté otra inyección en mi cuello. El líquido se expandió como una sombra dentro de mí, y poco a poco mi cuerpo comenzó a desmoronarse, mi mente comenzó apagarse, hasta que todo se volvió oscuro y mi vista se nubló por completo.
Editado: 12.05.2025