"Watch me make 'em bow
One by, one by one
One by, one by"
"You Should See Me in a Crown" - Billie Eilish
La luz de los letreros de neón titilaban por las calles de Bangkok, incluso a plena luz del día. El taxi se movía entre las calles caóticas de la ciudad y, de alguna forma, logrando esquivar a los conductores imprudentes y ajenos a cualquier regla de tránsito, hasta que se detuvo frente a un edificio de aspecto descuidado, pero del que salían y entraban varias personas.
Fah se giró hacia mí, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación con apuro.
—Es aquí —murmuró señalando el lugar—. Conozco a esta gente, pero no les gustan mucho los extranjeros. Mantente callada, no hables si no es completamente necesario —ordenó y sin esperar respuesta bajó del auto.
Me tomé unos segundos antes de también hacerlo, miré a mi alrededor antes de subirme a la banqueta. A pesar de que cada quien estaba en lo suyo, no me pasaba desapercibidas las miradas de intriga de los locales.
Me esforcé por mantener el equilibrio cuando sentí nuevamente una punzada en la cabeza. La adrenalina en mi cuerpo debió perder efecto.
—Actúa natural, relájate —pidió mientras cruzábamos la puerta de aquella "clínica". Pero yo no podía evitar mirar con desconfianza todo el lugar, mis sentidos estaban alerta ante cualquier señal de peligro.
Peligro que no resultó ser difícil identificar. Personas paseaban con armas en manos sin ningún pudor por las calles, dentro de la clínica, por los consultorios. Caminamos por los pasillos de aquel lugar iluminado por unas cuantas lámparas fluorescentes que parpadeaban en el techo. Fah saludaba alegremente a algunos conocidos conforme íbamos avanzando hasta un pasillo sin salida. La puerta que se encontraba allí, estaba custodiada por dos hombres de aspecto imponente y un semblante demasiado intimidante.
—Ven, por aquí está mi amigo Malí, es el mejor del lugar —presumió mientras nos acercabamos a ellos—. Y de mi entera confianza.
Fah se acercó a los hombres y pronunció un saludo efusivo que no respondieron, sus ojos estaban puestos en mí.
Fah pasó por la cortina que cumplía la función de puerta, pero en cuanto yo lo iba a hacer, ambos se plantaron frente a la puerta impidiendo el paso. Su imponente altura, brazos tatuados y semblante aterrador fueron suficientes para encender las alarmas en mi, por inercia, mi mano viajó al arma en mi pantalón, pero de alguna manera, Fah pudo pasar a través de ellos antes de que yo pudiera sacarla.
—Somachi, Mamba, ¿qué pasá? —preguntó sin perder la alegría en su tono. Podría jurar que no era consciente del peligro que estos hombres representaban sino fuera por lo tensó de su agarre en mi brazo—. Viene conmigo, chicos
No respondieron, pero tampoco se movieron.
—¿Qué sucede? —una voz ronca y gruesa se escuchó a través de la cortina.
—Malí, amigo. Necesito tu ayuda —Fah elevó un poco la voz para ser escuchado por encima de los cuerpos que bloquean nuestro paso.
El hombre me dió una larga mirada antes de hablar.
—Mamba, Somachi. Déjenlos pasar —ordenó y los hombres se hicieron a un lado de inmediato. Sin dejar de evaluar cada parte de mi con atención.
—Malí —dijo con efusividad Fah al entrar al consultorio improvisado. Las paredes estaban grises gracias al descuido del lugar y la luz no era mejor en aquella habitación.
El hombre de aspecto robusto, con la piel bronceada y múltiples tatuajes por todo su cuerpo e incluso su rostro, nos recibió.
—Fah —saludó levantándose de su lugar con algo de esfuerzo. Se dieron un abrazo fraternal con dos golpes en la espalda antes de separarse— ¿Quién es tú amiga? —preguntó mirándome de arriba abajo— Ven, siéntate —añadió antes de que pudiera responder.
Obedecí y me senté en la camilla desgastada. Malí se colocó unos guantes quirúrgicos con calma y examinó mi herida, movió ligeramente el cabello que se había salido de mi coleta y ahora caía sobre mi frente. Hice una mueca de dolor cuando el dolor punzante me atravesó.
—Fue un golpe fuerte—murmuró— ¿A que estabas jugando? —preguntó con ironía. Sus ojos eran cálidos a diferencia de su aspecto intimidante—. Por la posición, definitivamente el golpe fue intencional.
No dije nada, mi mirada viajó a Fah, quien me dió una mirada que prometía que todo estaba bien.
Malí comenzó a limpiar la zona mientras el olor del antiséptico llenaba el ambiente, cuando terminó de tomar los puntos para cerrar aquella herida puso una gasa sobre ella. Continúo ayudando a limpiar los rastros de sangre seca que había recorrido el lateral de mi rostro hasta mi cuello, pero se detuvo ahí.
Con cuidado hizo que mi cabeza girara a un lado para tener más acceso a la zona. Frunció el ceño y tocó suavemente la base de mi cuello.
—Aquí tienes una marca —murmuró, más para sí mismo que para mí—. Como una inyección, pero algo más grande de lo que dejaría una jeringa normal.
Mi respiración se detuvo al escuchar eso. ¿Me habían inyectado? ¿Esa era la razón de mi amnesia?
—¿Qué significa? —pregunté, intentando mantener la calma— ¿Que crees que fue? —insistí cuando no recibí respuesta.
—Lo más seguro es que haya sido con una pistola de inyección, solo me preocupa que, quizás, fue más de una vez —la confusión en su rostro solo hizo que mi pulso comenzara a elevarse—. Te haré algunos estudios para intentar descubrir de qué se trata.
Quise preguntarle si esa era la razón de mi amnesia, pero las palabras se atoraron en mi garganta. No podía confiar demasiado en las personas.
Malí tomó mi brazo y subió la manga de mi camisa, me extrajo una pequeña muestra de sangre y comenzó a hacer una serie de pruebas rápidas con su propio equipo llamando a algunas personas para que lo ayudaran, me sorprendió la capacidad del lugar para hacer aquellos estudios, dada la precariedad en la que se encontraba el lugar.
Editado: 08.09.2025