Inconexa

CAPÍTULO 6

"Where worlds collide and days are dark

You may have my number, you can take my name

But you'll never have my heart"

"Skyfall - Adele"

El aire frío de Estambul me golpeó en el rostro al bajar del avión de carga, fue inevitable que mi cuerpo temblara cuando la brisa caló en mis huesos. Me tuve que abrazar con fuerza en un intento de contener el calor de mi cuerpo.

Los grandes edificios de la ciudad se imponían a los lejos, y el eco de mis pensamientos competía con el rugido del motor que se apagaba detrás de nosotros. Luego del aterrizaje Carl y Louis se apiadaron de nosotros al ver que estábamos en medio de la nada, lejos de la ciudad y sin ninguna forma de poder llegar al centro. Les dimos las gracias y nos dejaron cerca de la oficina de correos ubicada en un barrio industrial. Era un edificio anodino, gris, con un letrero que parpadeaba como si estuviera tan cansado como yo.

—Es aquí —dijo Maya señalando la dirección grabada en la pequeña placa de metal que colgaba de la llave.

Mi pulso se aceleró mientras caminábamos hacia la entrada. Cada paso resonaba como un golpe en mi pecho. Fah y Maya intercambiaron palabras, pero no los escuché. Mi atención estaba fija en esa llave que sostenía en mis dedos, una pequeña granada de información que me daría las respuestas a todas aquellas preguntas que no paraban de rondar por mi cabeza.

Me adentré al lugar con determinación, sintiendo como la sangre corría por mis extremidades. En cuanto cruzamos las puertas, una pequeña campanita sonó anunciando nuestra llegada, nos acercamos al mostrador y un empleado de mediana edad con una mirada indiferente nos recibió. Miré el letrero en la pared:

“Debe presentar la identificación para acceder a los lockers”

Las ansias que hacían mis dedos cosquillear me llevaron a sacar el pasaporte de mi maletín y aplastaron mi instinto de supervivencia. Apenas lo coloqué en el mostrador, Fah agarró mi muñeca con fuerza y la halo hacia atrás, quise protestar, pero me bastó una mirada para que me congelara en mi lugar.

—¿Estás loca? —me susurró entre dientes, sus ojos ardían de frustración—. Recuerda que te están buscando.

El pasaporte volvió a mi bolsillo. Me sentí idiota. Por un instante había olvidado que mi propio nombre era una sentencia de arresto.

—La olvidamos en el hotel, pero aquí está la llave.

Maya me quitó la llave de los dedos y la elevó a la altura de sus ojos.

—Si no tienen la identificación del propietario del locker, es mejor que se vayan y regresen con ella —nos dijo con cierto tono de fastidio y volvió a su revista.

Nos apartamos unos pasos del mostrador para planear nuestro siguiente paso a seguir.

—Ni siquiera sabemos si ese locker está a tu nombre —mencionó Maya.

Aquel sentimiento de frustración recorrió de nuevo mi cuerpo y las ganas de golpear algo también.

—Podemos distraerlo. El sistema de este lugar es arcaico —señaló una cámara sobre la puerta— ¿Puedes intentarlo?

La rubia asintió— Un problema falso en la base de datos bastará.

Todos asentimos y salimos del lugar, por suerte, cruzando la calle había una cafetería a la que nos dirigimos. Ordenamos algo de comer mientras Maya comenzaba a trabajar en su laptop.

Mi estómago agradeció la ingesta de alimentos a mi organismo después de tanto tiempo, pero mis ojos no quitaban su atención de aquel local que cruzaba la calle. Mi cabeza se mortificaba intentando imaginar qué podría encontrar en aquel cajón de metal, pero nada era suficiente, así que intenté pensar en la razón por la que había guardado información allí.

¿La había traído aquí antes del incidente en Libia?

¿Lo había hecho durante el robo de las armas el año pasado?

—Listo, lo logré —murmuró con la boca llena del sándwich que estaba comiendo.

—Bien, vamos —me puse de pie antes de siquiera terminar la oración.

—Espera, hay que pagar —me recordó mientras imitaba mi acción—. Sé que estás ansiosa, pero hay que ir con calma.

—Fah tiene razón, déjame hablar a mí mientras te quedas atrás. Es mejor que no llames la atención.

Respiré profundo y volví a tomar asiento, aun sintiendo como la ansiedad recorría mi cuerpo.

—Que… —tragó saliva— Qué pasará después de abrir el locker. ¿Qué quiere hacer? —preguntó algo incómoda. Ni siquiera me miró a los ojos cuando lo hizo.

—No sé qué encontraremos allí y no sé si cambiará las cosas, pero iré por él —mis palabras estaban cargadas de decisión.

No me importaba morir, no tenía una vida a la cuál aferrarme. Me la habían arrebatado por completo y a pesar de que eventualmente la recordaría, no había lugar al cuál volver.

—No les pediré que me acompañen —agregué. Y en cuanto sus labios se separaron para hablar, la interrumpí—. Tampoco dejaré que lo hagan —me acomodé en mi lugar para quedar frente a ella—. Maya, realmente agradezco que hicieran esto conmigo, que me ayudaran y protegieran, pero no les pediré que vengan conmigo cuando ni siquiera sabemos a lo que nos enfrentamos.

Su rostro era una piedra, completamente inexpresivo. Pero había pasado el suficiente tiempo a su lado como para darme cuenta que su mente estaba dando mil vueltas.

Dejé salir todo el aire de mis pulmones, siendo consciente de que, de la misma forma en la que habían llegado a mi vida, también los perdería. Me puse de pie cuando vi a Fah caminar hacia nosotras.

—No tienes que caminar hacia tu muerte, aún tienes-

—No tengo nada, Maya —la ira cubrió mi voz—. Me lo arrebataron todo, no tengo nada que me ate aquí o sostenga mi vida.

—¿Y qué hay de nosotros?

Me quedé en silencio. Tampoco lo había contemplado.

—Maya-

—¿Vamos? —interrumpió deteniéndose junto a la mesa.

—Sí, vamos —cerró su laptop de golpe y se puso de pie.



#1064 en Otros
#59 en Aventura
#200 en Acción

En el texto hay: amnesia, accion, militar

Editado: 08.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.