Inconexa

CAPÍTULO 7

"You did not break me

I'm still fighting for peace"

"Sia - Elastic Heart"

—¿No puedes dormir? —preguntó sentándose junto a mí, aunque sabía perfectamente la respuesta. Negué sin despegar mis ojos del suelo—. Yo tampoco —añadió, entregándome una cerveza, dejando unas cuantas más junto a ella.

Pasaron los minutos y el silencio entre nosotras era casi ensordecedor. Mi espalda estaba apoyada en la pared, con un par de botellas vacías junto a mí. La alfombra bajo nosotras parecía áspera, pero al menos ofrecía un poco de estabilidad después de lo que había descubierto.

Era increíble cómo podía sentir todo y nada al mismo tiempo; No sentía frío a pesar de la ráfaga de aire que se colaba por la ventana, incluso a pesar de que Maya estaba cubierta con una manta y aún tiritaba del frío, pero, curiosamente, sentía un peso en mi pecho que me aplastaba, revolcaba mi estómago y hacia las puntas de mis dedos cosquillear.

Sentía como me había sido arrebatada una parte de mí que ni siquiera conocía, pero que tampoco podría recuperar. Y aun así la anhelaba de regreso, aun así, esperaba que al cerrar los ojos esto fuera una pesadilla.

Pero por más que lo deseara, aunque lo hiciera con todas mis fuerzas, hay cosas que jamás se harán realidad. Por eso, estaba sentada en el suelo de un viejo hotel, con mi mirada vagando por las sombras que las luces de la calle proyectaban en la pared frente a mí.

Poco después Maya rompió el silencio con un suspiro, inclinándose hacia adelante para dejar su botella vacía a un lado.

—¿Quieres otra?

—Si, por favor —respondí a pesar de que mi botella aún seguía por la mitad. Mi voz sonaba hueca, como si las palabras tuvieran que atravesar capas de niebla antes de salir de mi boca.

Había pasado horas revisando la información del casillero. Todas las piezas de una vida que no lograba conectar completamente. Mi vida, aquella que me habían arrebatado, aquella que ya no me pertenecía.

Me pasó una segunda botella. La recibí sin dejar de mirar el pequeño bloque de fotos y papeles a unos centímetros de mí.

Era como mirar un rompecabezas al que le faltaban piezas esenciales. Las caras en las fotos me sonreían, pero eran extrañas, desconocidas, a pesar de ser mías. Luego estaban otras, las que dolían más: Tanner, Vásquez, Doyle, Greene. No solo eran imágenes; eran memorias enterradas bajo el peso de una amnesia cruel.

—¿Es por lo que encontraste? —preguntó, esta vez con mayor suavidad, como si temiera que la pregunta pudiera romper algo.

—Creo… —suspiré—. Creo que es todo… lo de ayer… lo de hoy —admití, girando la botella entre mis manos. La fría humedad del vidrio era casi reconfortante. Casi. Hice una pausa, luchando contra el nudo en mi garganta antes de continuar—. Recordé cosas… pedazos de lo que fui. Pero no basta. Cada recuerdo trae consigo más preguntas. ¿Qué pasó aquel día en esa misión? ¿Por qué hice lo que hice? ¿Por qué ellos murieron y yo no?

—¿Recuerdas cómo fue que esa información llegó al casillero? —señaló la carpeta con su cerveza.

Dejé salir un pesado suspiro antes de responder

—Si. No sé por qué, no sé cómo, pero de alguna forma llegué a la habitación donde desperté desorientada y hui de los hombres de Viktor —mi voz sonaba más ronca y pesada de lo normal, pero aun así continué, viendo cómo leves imágenes se revivían en mi mente—. Encontré el expediente y recordé algunas cosas. Entendí que no debía estar ahí, pero no dije nada. Fingí ser la misma de siempre y me llevaron a Turquía, para robar el cargamento de armas —bufé con rabia antes de darle un trago a mi cerveza—. Guardé el expediente, esperando algún día volver a por él —la ironía tiñó mi voz mientras las palabras salían—. Luego intenté detenerlos, me descubrieron y volvieron a inyectarme. El resto ya lo sabes.

Me observó en silencio por un momento. Sus ojos, verdes y atentos, parecían querer desentrañar todo lo que no decía. Duró unos cuantos segundos así. Hasta que finalmente, se inclinó hacia atrás, apoyando la cabeza contra la pared mientras cerraba los ojos.

—Tienes suerte, ¿sabes? —dijo, su tono era casi… melancólico.

Me giré hacia ella, frunciendo el ceño. ¿Suerte? ¿Cómo podía llamar suerte a este caos? ¿Al haber perdido a mis amigos, mi vida, todo?

—¿De qué estás hablando? —repliqué, incapaz de ocultar el filo de mi voz.

Ella soltó una risa breve, carente de humor.

—No lo tomes a mal, pero recordar el pasado no es lo mejor, Aslin. Para algunos es un infierno que preferiríamos olvidar.

La observé mientras hablaba, notando cómo su rostro se endurecía con cada palabra. Era extraño verla mostrar alguna emoción, normalmente actuaba sin dejar que el miedo la consumiera.

—Yo… ¿por qué crees que a pesar de ver el riesgo aún sigo acompañándote? —inquirió. Pero no esperó una respuesta, ni siquiera me dejó procesar una—. Yo tengo mis recuerdos, pero fuera de eso, no tengo nada. Y a pesar de eso, el tenerlos conmigo no significan nada. Sólo dolor.

—Debes tener algún buen recuerdo, alguno al cuál desees aferrarte.

—Yo crecí en las calles, Aslin —continuó, aquel tono oscuro no desapareció—. No hubo una familia que me cuidara, ni amigos con los que compartir recuerdos felices. Cada día era una lucha: por comida, por un lugar donde dormir, por sobrevivir. No tengo una familia en casa que espere mi regreso —pausó, de no conocer la rudeza de aquella mujer, casi puedo jurar que su voz se quebró antes de continuar—. Tuve que aprender las leyes de las calles, adaptarme y hacer cosas de las que no me siento orgullosa para sobrevivir

Se detuvo, respirando profundamente con los ojos cerrados como si las palabras hubieran desgarrado algo dentro de ella. La confesión había caído como un peso entre nosotras. Ahora entendía porque el miedo no la acompañaba, o por lo menos, porque no se le notaba.



#1064 en Otros
#59 en Aventura
#200 en Acción

En el texto hay: amnesia, accion, militar

Editado: 08.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.