"A thousand armies couldn't keep me out.
I don't want your money.
I don't want your crown
See, I've come to burn your kingdom down"
"Seven Devils - Florence and The Machine."
Abrí mi boca en un intento desesperado por volver a llenar mis pulmones de oxígeno, mientras luchaba por evitar que la oleada de agua fría se colara en ellos. Cuando por fin pude logré abrir los ojos, me costó enfocar la vista.
Podía sentir como, en mi nuca, el dolor de aquel golpe aún persistía. Y fui, aún más consciente de ello cuando enderecé mi cabeza. El dolor recorrió mi espina dorsal hasta la parte baja de mi espalda, quise enderezarme, pero las ataduras en mis brazos y piernas me lo impidieron.
La sensación, desgraciadamente, me resultó demasiado familiar. Pero aquella sonrisa ladina, malévola, egocéntrica y burlona, lo hizo aún más. Se inclinó hacia mí, su aliento rancio mezclado con tabaco golpeándome el rostro.
—Sabía que tarde o temprano volverías —murmuró con desdén—. No podías dejarlo pasar, ¿verdad? —su sonrisa se ensanchó— Vengar a tus amigos… Qué conmovedor —rio.
Dio un par de pasos alrededor de mí, sus botas resonando en el suelo de concreto, produciendo un leve chapoteo del agua que había caído al suelo cuando me había la lanzó encima. Aproveché para echar un vistazo a mi alrededor, a pesar de que mi cabeza aún daba vueltas, reconocí el lugar al instante. No era cualquier lugar. Aquel edificio que se imponía conmigo adentro, era el corazón de la organización de Los Nagini, el punto de partida donde almacenaba y distribuía la droga, el dinero y todo lo demás, a través de esos malditos túneles que se extendían como venas por toda la ciudad y desembocaban en puntos estratégicos como muelles, carreteras y aeropuertos. Aquel lugar era el que lo hacía intocable, el mismo al que había venido tiempo atrás y fue testigo de cómo lo perdí todo.
—¿Cómo se llamaban? —su ronca voz me sacó de mis pensamientos— Veronica…Vásquez, ¿cierto? —bufó, apareciendo en mi campo de visión— La que suplicaba por su vida antes de que Logan le volara la cabeza —dijo con la burla tiñendo su voz. Sentía como la ira hacía que mi corazón bombeara con fuerza en mi pecho— Ah, pero tú estabas ahí ¿No?, ¿Ya lo recuerdas? —se acercó un poco más— Viste como caía. Y no hiciste nada —hizo un puchero con su labio inferior.
Quería matarlo con mis propias manos, intenté soltarme, pero las ataduras sólo quemaban mi piel. No me importó. Cada palabra era un latigazo. Sentí cómo algo en mi interior terminaba por quebrarse, un nudo apretándose en mi garganta. La imagen era un borrón oscuro en mi memoria y eso sólo hacía que mi rabia creciera con cada palabra que Viktor enterraba en mí.
Mi cabeza comenzó a dar vueltas, un dolor se sumergió en lo más profundo de mi memoria y de pronto comencé a escuchar gritos a mi alrededor, incapaz de entender si eran reales o no.
Y entonces, la vi frente a mí. Vásquez. Mi mejor amiga. La veo, jadeando, ensangrentada. Logan, con esa sonrisa fría y el brillo metálico de su diente de oro, le disparaba junto a mí.
«El fuerte sonido de un disparo me inhibió la audición por un momento, pero pude distinguir el golpe seco a mi lado. Una chica morena de cabello corto, que llevaba un traje negro, un chaleco antibalas y un arma, cayó junto a mí.
Me giré de inmediato, y ahí estaba él; Logan. Su sonrisa se ensanchaba con crueldad, su diente de oro brillando en medio del caos. Sostenía el arma aún humeante.
Apunté mi arma hacia él, mis dedos temblorosos pero decididos a vaciarle el cargador en el pecho. Presioné el gatillo, pero nada pasó. Sin balas.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Estás en problemas? —su voz cargada de burla rasgó el aire mientras enfundaba su arma con lentitud.
Mi respiración se volvió errática, pero lo ignoré, volviendo hacia ella. Caí de rodillas junto a su cuerpo.
—Vas a estar bien —susurré, aunque mi voz se quebraba y mis manos temblaban. Incapaz de encontrar la forma de que realmente eso pasara— Voy a sacarte de aquí.
Le prometí a pesar de que los radios no funcionaban. A pesar de estar rodeados, sin apoyo y con escasez de municiones.
Sus ojos, antes llenos de diversión y alegría, ahora se apagaban lentamente. La sangre se deslizaba por la comisura de sus labios, cálida y espesa, manchando su piel. Tomé su rostro en mis manos. Intentó decir algo, pero solo un débil suspiro escapó de ella.
—No, no, no –susurré frenética, presionando la herida con ambas manos— Vásquez, mírame. ¡Mírame!
Pero su mirada se perdió, fija en un punto más allá de mí. Su cuerpo se volvió pesado, inerte. El silencio me envolvió, un silencio que ni la batalla que se disputaba a mi alrededor pudo romper.
Hasta que una carcajada retumbó cerca. Logan me observaba, divertido ante mi desesperación.
—Qué patética, cariño.
El peso de Vásquez en mis brazos se volvió insoportable. Quería gritar, pero sólo salió un sollozo. La rabia, la impotencia, el dolor me arrastraron a un abismo del que ya no podría salir.
—Si supieras que esto, hasta ahora, es el inicio de tu infierno —fue lo último que le escuché decir antes de que desenfundara mi cuchillo y me abalanzara sobre él.
Editado: 08.09.2025