Inconexa

EPÍLOGO

"I wanna be defined by the things that I love

Not the things I hate

Not the things I'm afraid of, I'm afraid of

Not the things that haunt me in the middle of the night

I, I just think that

You are what you love"

"Daylight - Taylor Swift"

El sol caía lento sobre Bangkok, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Desde la terraza de nuestra casa, el murmullo de la ciudad apenas alcanzaba a filtrarse entre las risas y voces que llenaban el comedor. El aroma a especias y comida recién hecha envolvía el aire, mezclándose con la brisa. Eché un vistazo a mi alrededor, a cada uno de mis acompañantes, y una calidez familiar llenó mi pecho. No era solo una casa, era un refugio, un hogar construido con pedazos de dolor y esperanza.

Por fin podía llamar a algo hogar, echar raíces y dejar de ser una pieza inconexa en el mundo.

Malí reía mientras regañaba a Krit por cortar las verduras demasiado grandes.

—Hombre, eso parece para piscos —regañó mientras el moreno soltaba una risa—. Te enseñaré cómo se hace, quítate —no espero a que se quitara y le dio un leve empujón con la cadera. Sus manos expertas se movían con soltura sobre la tabla, y su voz llenaba la cocina con esa seguridad paternal que siempre lo había caracterizado.

Krit, por su parte, reía mientras intentaba defenderse.

—¡Así lo hacía mi tía! —se quejó. Malí le dio una mirada y el moreno no aguantó, soltó una risa—. Bueno, más o menos.

Todos rieron ante su mentira.

Mamba y Somachi, como siempre, discutían qué película ver después de la cena.

—Esa ya la vimos —rodó los ojos y le quitó el control a su hermano.

—Mamba, no seas terco. Esa nos hará dormir.

—¿Quieres apostar? —retó. Y el otro asintió.

Fah los observaba con una sonrisa tranquila desde una esquina, sentado en un sillón con una cerveza a medio terminar en su mano. Malika se acercó a él y le robó un beso en los labios antes de sentarse en sus piernas y preguntar porque estaban peleando esta vez.

—Ya sabes cómo son —sonrió—. No les prestes atención —dijo mientras la abrazaba y tocaba su panza. En unos meses nacería su pequeño retoño.

Sonreí. Mi corazón se llenaba de paz al saber que por fin tendría la tranquilidad que tanto le había costado conseguir.

Carl y Louis debatían apasionadamente sobre música, sus voces se superponían sobre las demás, creando una sinfonía caótica pero familiar. Era increíble cómo habían ganado confianza entre nosotros, y habían pasado de hacer gestos con la cabeza a ser quienes no se callaban en la habitación.

Lua no estaba en la mesa, pero su ausencia no pesaba, sabía que pronto regresaría.

Dejé caer mi peso en la pared del salón, observando con detalle y paciencia mi entorno. Era lo que más amaba hacer cuando los tenía conmigo en casa. Nunca podré darlos por sentado. Siempre estaría agradecida por ellos.

Mi mano jugaba inconscientemente con el anillo que colgaba de mi cuello, el que Maya me había dejado antes de irse. Un recuerdo constante de quién fui y quien soy ahora, del inicio de mi nueva vida.

—¡Krit! —exclamó Malí, chasqueando la lengua—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que cortes las zanahorias en rodajas finas, no en bloques, hombre? —suspiró exasperado— ¿Vas a construir otra muralla china con ellas?

—Son más crujientes así —se defendió y siguió cortando mientras Mamba pasaba por su lado riendo.

—Sí, claro, y terminaremos todos con la mandíbula dislocada de intentarla masticar —bromeó tomando un trozo en su mano, detallándola.

—Déjalo, Malí, el chico quiere que ejercitemos la mandíbula antes de ver la película —añadió Somachi al tiempo que les daba a ambos, Malí y Krit, palmadas en la espalda.

Malika se puso de pie y se acercó a la mesa, Fah la siguió.

—¿Y qué película veremos? —preguntó fingiendo interés. La verdad sólo quería mediar entre los que discutían frente a ella.

—¡Nada de acción, estoy harto de eso! —gritó Carl desde el otro extremo de la mesa—. No quiero ver más sangre y explosiones.

—Si hay sangre, ya no quiero —añadió alarmada—. Las náuseas en esta etapa no me dejan en paz.

—Bien, veamos algo tranquilo —accedió Fah.

—¿Qué tan tranquilo? —Louis se añadió a la conversación—. No pienso volver a ver un documental de caracoles.

—Era demasiado interesante —se defendió Carl, cruzándose de brazos.

—Querrás decir aburrido —dijo Louis con una mueca.

Me reí bajito antes de que comenzaran a pelear de nuevo. Observé en silencio las bromas y pequeñas discusiones. Ese caos controlado era nuestro equilibrio.

Habían pasado cuatro años desde que el infierno que provocó Viktor terminó. Cuatro años desde que la oscuridad se disipó lo suficiente para permitirnos respirar. Todos cargamos con cicatrices, algunas visibles, otras no tanto. Por mi parte, aún hay noches en que tengo pesadillas con aquel día, aún hay recuerdos de torturas que me atormentan por las noches, pero poco a poco he podido superarlo.

Malí encontró en la clínica no solo un propósito, sino también un espacio donde sanar. Desde entonces he aprendido de él y lo he ayudado. A veces siento que pasamos demasiado tiempo en ese lugar intentando salvar vidas, como si esperáramos que eso pudiera compensar aquellas que no pudimos mantener con nosotros.

Krit, siempre inquieto, dejó de lado las armas y las tácticas de combate, abrió un pequeño café que se convirtió en un punto de encuentro en el barrio. Conoció a una chica que se fue a Corea a estudiar y se la pasan hablando y planeando su vida cuando ella vuelva.

Mamba y Somachi, a pesar de sus constantes peleas, siguen inseparables. Dejaron de lado el arriesgar sus vidas como guardaespaldas y ahora organizan eventos comunitarios para niños, como si quisieran devolverle al mundo un poco de la inocencia que nos arrebataron.



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En el texto hay: amnesia, accion, militar

Editado: 08.09.2025

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