Tony odia las peleas. Bueno en verdad no las odia. Solo que únicamente le gustan cuando las empieza y las gana él. Pero esa que tenía lugar en la cocina de su casa, no la empezó él y estaba lejos de querer terminarla.
La voz cargada de burla y cinismo de Harley atraviesa filosamente la puerta y la de Peter, irritada, se le pega a la piel.
Otra cosa que no le gusta: cuando Peter se enoja con Harley. No es que le importara, en líneas generales estaba muy abordo de que Peter pusiera en su lugar a aquel mocoso atrevido. Era entre gracioso y tierno verlo preocuparse como una mamá gallina por su polluelo, pero, cuando la cosa devenía en una batalla campal… bueno, digamos que de alguna forma él terminaba siempre en el medio y perdiendo.
Quizá fuera porque siempre terminaba más de acuerdo con Harley y sus ideas, o quizá fuera porque siempre intentaba aplacar a Peter dándole algún beso y eso ayudaba que Kenner, rata de alcantarilla, pudiera escaparse. No lo hacía apropósito, solo no quería que la porquería de su pupilo indispusiera a Peter y eso hiciera que estuviera todo el día con mala cara y poca paciencia para sus propias estupideces. Era una cuestión de simple y pura supervivencia.
—¡Deja de salirte por la tangente, Kenner! —dice Peter con furia contenida y Tony evalúa con terror la puerta.
Mira medio paranoico, medio desesperado a sus espaldas, pero sabe que no le darán tiempo a huir dignamente.
Los pasos suenan más fuertes y antes de que pueda terminar de calcular cómo volverse transparente, la jodida puerta se abre y Harley se queda plantado con el ceño fruncido viéndolo.
—¿Intentabas huir, padrino? —murmura el bastardo, sonriéndole con diablura y Tony le hace una mueca torturada.
—Intentaba comer una dona.
—¿Tony?
Con un ligero tic en el ojo, Harley se quita para dejarlo pasar y Tony ve exactamente qué tenía de mal humor a Peter. Bueno, mierda santa, la cosa era en verdad seria.
A Tony le encantaba como le quedaba el pelo largo. No largo, largo. Pero lo suficientemente largo para que pudiera hundir en él sus dedos y jalarlo para darle un buen beso o meter su polla bien al fondo de su garganta, según la situación amerite.
—Dime que no fuiste tú —dice intentando mantener la voz en un tono que su novio no pudiera escuchar, por la comisura de su boca.
Su ahijado lo mira con lo que seguro el patán cree es una mueca inocente.
—No.
—Lo fue —gruñe Peter, viéndolos con ojos brillantes de odio.
No se veía mal. De hecho, Tony, si pudiera darse el lujo de emitir opinión, diría que lo ponía un poco cachondo. Pero se imagina que decirlo era diametralmente opuesto a salir de allí sin instrucciones para dormir en el sillón o ver como Parker cogía la mochila y se trasladaba a pasar la noche en Queens.
—Te dije hace años que me dejaras matarlo —comenta sin más, pasando al lado del idiota de su ahijado.
—¡Ey! —se queja el aludido, quien obviamente no temía por ver dormir a Peter lejos de su cama—. Sabes que se le ve mejor.
Tony no cae en la trampa y se acerca a la nevera, manteniendo la distancia visual y corporal de Peter. Sus manos estaban apretadas en dos puños firmes sobre el granito de la encimera y no quería que se usara su cuerpo para reventar el material cuando, al decir lo que opinaba, el chico lo derribara contra la mesada.
—¡No es el maldito punto!
—Te dejaste crecer el pelo solo porque al degenerado este le gusta tironearlo.
El degenerado ese se queda muy calladito, abriendo el frigorífico, buscando sus preciadas donas rellenas. Las había dejado allí cuando Parker se las dio en el taller esa mañana y ahora le apetecía algo dulce.
—¡Eso d-da lo mismo!
Tony traba la lengua contra el paladar cuando se le está por salir una respuesta.
—No lo da si tengo que escuchar como te quejas cien veces al día de lo largo que está, del calor que te da y como te molesta tener que andar cuidándolo.
¡Allí estaban!, coge la caja con gusto y rebusca dentro la que tenía bailoteando en su mente desde hacía una hora. Su ceño se frunce cuando ve que faltan las dos con chocolate glaseado. De forma muy estúpida saca la caja de la heladera y la apoya en la mesada. Mirando duramente al duo dinámico, se desentiende plenamente de su estúpida charla decidido a abordar un tema mucho más serio.
—¿Quién de ustedes se comió mis donas?
Peter lo mira brotando odio de los poros y Harley sonríe como un pilluelo.
Con un nuevo tic nervioso, entorna los ojos viéndolos. No le toma mucho enter lo que pasó allí. Dos donas menos. Peter enojado. Peter con el cabello cortado estilo militar, muy rasurado a los costados, corto en la coronilla. Harley muy satisfecho consigo mismo.
—¿Drogaste a Peter para cortarle el pelo, usando mis donas? —pregunta lentamente, casi como si decir esas palabras fuera la clave para activar una bomba nuclear.
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