Incorpórea

Los de azul, marrón y negro

Despertó por los golpes, estaba yendo de un lado al otro sin parar, todo era oscuridad, lo único que escuchó fue el bramido de un motor. Intentó moverse pero se encontró atada de pies y manos, su cabeza dio un fuerte golpe en seco contra lo que fuera que hubiese a su derecha.

El pánico la comenzó a sobrepasar, intentó desesperadamente soltarse sin obtener más que raspaduras en sus muñecas, se asustó porque no entendía lo que estaba pasando pero supo que se encontraba en peligro. Quiso gritar, lo hizo con todas sus fuerzas pero ningún sonido salió de su boca, sentía algo trabando su garganta; comenzó a entrar en desesperación a medida que le comenzaba a faltar el aire, de una forma cada vez mas peligrosa.

Los nervios la invadían, deseaba poder estirar sus manos, sus dedos, alcanzar su hombro para poder pellizcarse, para saber si eso era real y pensar en algo más que su miedo intolerable.

Sintió movimientos a su lado, se alarmó de inmediato pero sabía que no podría hacer algo al respecto. Suspiró derrotada cuando esos movimientos pasaron de alarmarla a incomodarla, casi comenzaba a moverla, era algo continuo y extenuante, por lo que ella también comenzó a empujarlo.

-Veo que algunos han despertado - la voz masculina la sobresaltó - Son chicos fuertes, no deberían despertar hasta...-hizo una pausa - hora y media.

Se escuchó una risa breve, llena de satisfacción.

-Los elegimos bien - esta vez habló otra voz masculina.

No volvieron a hablar. Pasó el tiempo, pudieron ser minutos u horas, pero no lo sabía porque le pareció eterno. El silencio, las ataduras y la falta de aire la torturaban, sobre todo la oscuridad, el miedo.

En donde fuera que estaba, entendió que era un vehículo, gracias a la repentina frenada. Si no hubiera estado atada hubiera salido disparada contra lo que sea que tuviera en frente.

-Llegamos, evaluados - la primera voz que ella había escuchado fue la que habló.

Escuchó los ruidos metálicos de la puerta de la camioneta al abrirse.

Se asustó cuando sintió que la agarraban de los pies y la liberaban de las ataduras. Alguien la agarró del brazo guiándola suavemente, dio un par de pasos, sus piernas le temblaban levemente, como cansadas.

-Cuidado, escalón. - esta vez la voz era dirigida sólo a ella, se sentía cercana.

Ella bajo lentamente su pie derecho buscando a tientas el escalón, cuando lo encontró pudo bajar sin problema. Aunque la guiaban, ella caminaba lento y con desconfianza, la hicieron detener en seco, sus piernas ahora recobraban un poco más de fuerza pero seguían débiles.

Sintió el ruido de las pisadas detrás de ella, y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sintió a alguien demasiado cerca. Por más que ya no caminaba seguía esa mano en su brazo derecho, esa mano que la guiaba, dándole a entender que estaban pendiente de ella.

Al estar quieta pudo sentir su cuerpo, se sentía inestable, tenía un fuerte dolor de cabeza que le hizo fruncir el ceño. Parecía no tener equilibrio, comenzaba a tambalearse y si no fuera por esa mano que ahora la sostenían con más firmeza, se habría caído al suelo.

-¿Estás bien? - La misma voz que le avisó del escalón sonó en su oído.

-¿Qué nos hicieron? ¿Cómo nos desmayaron? - ella no pudo evitar preguntarles.

No obtuvo respuesta, lo cuál la inquietó, pero no había mucha esperanza de tenerla. Dejando de lado el malestar físico intentó agudizar sus sentidos para escuchar algo que le ayudara, para conseguir ver a través de lo que tenía en los ojos, lentamente movía sus manos para tantear que tanto le apretaban las ataduras.

Oyó un poco más lejos como una voz masculina bufaba y se quejaba mientras escuchaba a una chica gritar. Lo cual hizo que le empeorara el dolor de cabeza.

-¿Por qué me toco una con los pies atados? - rechistaba el hombre y podía oír como arrastraba el cuerpo inquieto de la muchacha.

Estaba confundida, "¿Cómo es posible que esa chica tuviera los pies atados cuando ella ya no los tenía?" pensó para sí misma.

-¿No estamos todos en iguales condiciones? - se animó a volver a hablarle a quien la sostenía.

-No - escuchó como se aclaró la garganta - SEÑOR, TENEMOS A LA PRIMERA ALERTA.

Se asustó ante el inesperado grito, pero le asustó más la posible repercusión, se lamentó de haber hablado.

-Bien. Gracias a esta evaluada procedemos a explicarles, hay 3 formas en las que los hemos reducido: número uno pies, número dos manos, número tres vista. Todos ustedes tienen 2 reducciones solamente, algunos tienen libres las manos, otros los pies y otros la vista.

Sintió un escalofrío al sentir una presencia muy cerca detrás suyo, su cuello hizo contacto con una piel demasiado fría, la cual hizo alejarse un poco, para luego volver a quedarse inmóvil. El agarre en su nuca la estremecía y fue lo que le dio terror, temía que si se movía tan sólo unos centímetros lo lamentaría después.

-La evaluada que habló hace un momento, preguntó si todos no estaban en las mismas condiciones, no tuvo el valor de hacerlo en voz alta pero aún así está en ventaja ante ustedes, se dio cuenta de una diferencia, y se atrevió a preguntar por ello. Primera lección de muchas: utilicen la información a su favor, decir de lo que se dan cuenta es una forma de hacerlo, recibirán premios por cada descubrimiento.

Sintió como la mano comenzó a desatar la venda en la parte posterior de su cabeza y se alivió cuando vio caer el pedazo de tela. Tuvo que entrecerrar los ojos para poder soportar toda aquella luz que le llegaba a los ojos, no pudo evitar parpadear frenéticamente por la molestia y bajar un poco la vista hasta acostumbrarse.

Cuando volvió a levantar la cabeza pudo ver una llanura inmensa, todo verde a excepciones de unas grandes construcciones grises, automáticamente se le vino el impulso de una palabra a la mente pero no podía pensarla bien, sabía que era algo familiar pero no podía tenerlo claro.



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En el texto hay: postapocaliptica, aventura, utopias

Editado: 26.06.2023

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