Incorrupta

IV

VEINTISÉIS HORAS DESAPARECIDA.

 

Eduardo toca a la puerta y me despierta porque Edmundo llegó. Son las seis de la tarde. No viene solo, trae a otro hombre con él. Salgo de mi cuarto y paso por el de Abi, lo tenemos cerrado porque a ella no le gusta que toquen sus cosas, es demasiado ordenada y hasta puedo decir que obsesiva con su espacio. Me duele el pecho con solo ver la entrada. Veloz bajo las escaleras y me apresuro a llegar a la sala. Mi hermano es un hombre tan grande y corpulento que su acompañante parece ser de baja estatura. Tiene una pinta que no me agrada, pero no digo nada y los invito a sentarse. Parece uno de esos tipos que salen en las películas que hablan de narcotráfico, solo le falta sacar la pistola para completar el estereotipo. Estamos los tres sentados en la sala, pero enseguida se unen Luis y mis primas, a mis hijos no les permito escuchar porque no sé qué es lo que vamos a tratar.

—Rita, él es investigador —me dice Edmundo y lo señala.

—Díganme Rafa. Aquí mi brother ya me contó lo que les está pasando. —Le da una palmada a Edmundo—. Podemos ayudarles a encontrar a la niña.

La manera en la que habla y su expresión al hacerlo me hacen confirmar que no se trata de un investigador real.

—¿Usted es como un policía? —lo cuestiona Luis sin comprender nada porque no le avisé sobre la llamada a mi hermano.

Eleonor me dirige una mirada como suplicando que no mencione algo indebido.

—Digamos que algo así —responde el hombre y ríe irónico.

Imagino la sangre que seguro ha corrido por sus manos y me da terror el solo saber el tipo de visita que he recibido en mi casa.

—Edmundo, ¿podemos hablar en la cocina? —le pido de inmediato, con el sudor bajando por mi frente gracias a la tensión que cargo.

Mi hermano se levanta con mala cara, sabe que no me ha agradado su método, pero va detrás de mí. Él es mayor que yo por dos años, aunque siempre me ha respetado porque antes éramos muy unidos.

—Pero ¿qué te pasa? —le reclamo con un evidente miedo y también enojo—. ¿Quién es ese tipo que trajiste? ¿Es un matón? —Toco mi frente, incrédula.

Mi hermano no pestañea.

—Es alguien que conoce los mundos en los que puede estar Abigaíl.

—¡¿Qué diablos dices?! Sabes que yo quiero hacer las cosas por las vías legales…

Escucho que él carraspea.

—¡No funciona, Rita! ¡No funciona! —dice con una voz que me eriza la piel, ha salido de lo más profundo de su ser, como un alarido de lobo herido. Da un paso hacia adelante y sus ojos parecen estar consumidos en el odio—. La justicia aquí es un maldito asco, sé que vas a entenderlo, pero tal vez cuando eso pase ya sea muy tarde. Mi sobrina puede estar viva todavía.

—¡Está viva! Deja de insinuar cosas que no son —intento convencernos de eso—. Estoy desesperada, ¡sí!, pero no quiero meterme con gente como esa. —Apunto firme hacia el lado donde se ubica la sala.

—Bueno, al menos déjame contactarte con un investigador más de tu estilo.

—¿Uno real?

—Sí —confirma estoico—. Conozco unos buenos, ellos dieron con el nombre del asesino de mi hijo.

—Supongo que el que está sentado allá hizo otro tipo de trabajo —insinúo, pero en realidad no quiero saber cuál fue el final del hombre que disparó el arma.

—Créeme que te entiendo. Yo usaría esa vía —refiriéndose al sujeto que llevó—, pero te entiendo. Déjame hacer una llamada para que manden a alguien.

—Gracias. Suficiente tenemos con todo esto como para sumarle más peligro.

Respiro para calmarme y ambos regresamos a la sala.

Despedimos a su invitado con toda la cortesía, agradecemos su disposición y por si las dudas le damos propina.

Solo pasa media hora después de la llamada de mi hermano para que el timbre de la puerta suene. Pablo se apresura a abrir y un hombre da un paso dentro de la casa. Esta vez les informamos antes a todos los involucrados lo que íbamos a hacer.

Volvemos a reunirnos en la sala, está limpio porque Alma y Eleonor han hecho la limpieza por nosotros. Yo no tengo cabeza para eso. Incluso prepararon la comida sin que lo pidiéramos. Ellas dos están siendo nuestros soportes, han dejado a sus familias por estar aquí y las amo más por todo lo que hacen en estos momentos.

Tengo otros dos hermanos y cuatro hermanas, pero todos viven lejos, dos de ellas se casaron y se mudaron al país vecino. No sé si alguno vaya a venir o solos se mantendrán informados por teléfono…

Todos nos quedamos en silencio al ver a la persona que ha llegado.

Edmundo le hace una seña para que pase hasta donde estamos aguardando. Él comienza a hablar en cuanto nos tiene cerca. Se nota que sabe que las cortesías en momentos así son innecesarias.

—Muy buenas tardes, soy el detective Leonardo Medina, de la Agencia de Detectives Privados Miller y Asociados, especialistas en la localización de personas.

Este individuo luce muy diferente al otro investigador, su vestimenta es formal, incluso muestra su credencial para confirmar su identidad.




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