Eiren:
Me despierto exaltada, observando con histerismo mi entorno.
Los recuerdos de la madrugada me colapsan y solo busco al chico de ojos enigmáticos quien, según recuerdo, me consoló y brindó su compañía hasta quedarme dormida. Todavía siento sus dedos trazar dibujos imaginarios por mi piel, con dulzura, con suavidad. Rememoro cómo pasaba sus manos por mi largo cabello, desenredando con delicadeza los pequeños nudos que se topaba en el camino. Cierro mis ojos y me dejo llevar por lo que evoco, por lo magnífico que se sintió desahogarme con otra persona que no sea Leia o la psicóloga.
Aun con los párpados sellados, una gota llena de vulnerabilidad se escapa de ellos, esta se desliza por mi piel hasta caer en mi regazo.
El cansancio físico se adueña de mi sistema y el sopor logra hacerme balancear para después caer de espaldas al colchón. Posiciono una almohada sobre mi rostro y la oprimo en un intento de aguantar la respiración, en un intento de dejar de sentir por un instante, de calmar mi desbocado corazón.
Voy percibiendo como mis pulmones reclaman el oxígeno que se le está siendo arrebatado, ya capto como el esfuerzo de aguantar las ganas de inhalar son más dificultosas.
— ¡Eiren Janit! —la exclamación de mamá me toma por sorpresa, me hace dar un respingo y pensar con claridad.
¡Oh dios! ¿Qué estaba haciendo?
Las boconadas de aire que tomo son tan grandes que no puedo emitir una respuesta a su llamado.
—ya tienes que ir a la universidad. ¡Levántate! Si veo que tienes ojeras te voy a quitar el celular por un año, no sé por qué prefieres amanecer con cansancio a dormir las horas que se debe.
—Ya voy —comento con pesadumbre tras unos largos segundos —ya estoy terminando de vestirme —miento.
—eso espero. —Escucho como sus pasos se alejan y me deja nuevamente en la soledad de mi habitación.
¿Cómo la miraré después de lo que recordé? Dios mío... Mi mamá también pudo ser abusada y no lo recuerdo. Bajo la mirada y analizo cómo mis manos tiemblan ante el nerviosismo y la amargura que me tomó al oírla. Gimoteo cuando las paredes de la alcoba me hacen sentir oprimida, como si ellas redujeran su espacio para aplastarme. Me levanto de la cama y me aproximo al espejo cercano al closet.
Doy un brinco al detallarme. Los párpados los tengo sumamente hinchados, con tonos rojizos, la esclerótica de mis luceros yace con una telaraña carmesí y puedo verificar que mi apariencia demuestra pesar, sufrimiento y desconsuelo. Me alejo de ahí, pensando en una excusa para decirle a mamá cuando note mi semblante. Llego al baño del cuarto y realizo mis necesidades personales con monotonía.
La media hora pasa entre vestirme, checar que Abraham no está y que mamá pase desapercibido la fachada horripilante con la que me dirijo a la universidad. Al llegar allá, me encojo de hombros y poso las palmas de mis manos sobre mi cara.
Isaac estará y lo tendré que encarar, no estoy en las condiciones adecuadas para discutir, presiento que por cualquier altibajo me derrumbaré de nuevo y lloraré como una bebé, tal como lo hice con Jarel. Me estremezco y repito en mi mente lo fuerte que soy, me doy ánimos, me esfuerzo por mostrar una máscara en mi mirar. No quiero miradas de lastima, no quiero muestras de confort porque nadie sabe lo que estoy pasando, ninguna persona que conozco entiende el embrollo de emociones que tengo que soportar.
<<tú puedes Eiren, muéstrales una sonrisa. Tú puedes, hazlo, siempre lo logras y esta no va a ser la excepción >> Me lleno de osadía, de coraje.
Con las manos todavía sobre mi rostro, trato de sacar una sonrisa. El primer intento sale tembloroso, el segundo una total mueca repleta de dolor y la tercera la cual es la vencida, sale reluciente, como si nada hubiera pasado, como si mi corazón no estuviera magullado y destrozado.
Retiro mis manos y con la frente en alto, deambulo por el frente del edificio. Los individuos que están a mí alrededor siquiera notan la falsedad del antifaz que he ubicado, me saludan con un ademán y sonríen con normalidad. Dejo escapar un suspiro, es un alivio que las cosas sean así.
Reviso el reloj en mi muñeca izquierda y me sorprende ver que falta media hora para que la primera clase inicie. Con resignación, doy la vuelta a la universidad y llego a la parte trasera exactamente a un costado de la inmensa cancha donde se localizan unos árboles monumentales con unas raíces que sirven de asiento. Me siento en una de ellas y me dispongo a cerrar los ojos para perderme de este mundo, por los momentos todo me da vueltas y el dolor que agarra mi sien logra arrancarme un gemido lastimero.
Jamás había tenido una experiencia como la que sentí en la madrugada. Las pesadillas nunca se habían sentido tan reales, palpables y desgarradoras. La impotencia que percibí al no poder hacer algo para evitar que fuera violada todavía pulsa en mis venas. La vulnerabilidad que me ahogó en ese contratiempo se halla alojado en mi alma, carcomiéndome de a poco, terminando de destruirme.
—Eiren. —Doy un respingo al ver a Keitan sentado a la par mía. Lo veo con confusión y la palma de la mano sobre mi pecho —lo siento —musita al ver mi reacción.
—Me has dado un susto de muerte —gimoteo, sintiendo el palpitar de mi corazón en la garganta —la próxima vez no seas tan brusco —digo, acomodándome para verlo de un mejor modo.
—disculpa. —Sonríe abiertamente, achicando sus ojos. Su iris resplandece y me maravillo al ver que el color miel de sus luceros es magnífico, son tan cristalinos que se notan las emociones de su persona — ¿estás bien?
—sí, ¿Por qué lo preguntas? —Me remuevo incomoda y por unos segundos alejo mis ojos de él.
—desde lejos parecías agotada.
—No pude dormir muy bien que digamos —farfullo.
Kei frunce el ceño y asiente con duda.
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Editado: 12.03.2021