Indagando su oscuridad

Capítulo 15. Una insignificante visita

Eiren:

Me confunde la sensación de pesadez que se acentúa en mi sistema cada vez que salgo de la consulta con la psicóloga. Siempre había deducido que esas personas están para sosegarte, para brindar confort y ayudarte a ver el mundo con otros tonos, pero, eso claramente no sucede conmigo. El estrés me abruma al darle vueltas a esa cuestión cuando no es importante, es solo un embrollo que tiene mi mente.

Alzo la cabeza y visualizo el Wolsvagen Passat de la señora Carol, Leia suena el claxon un par de veces para que me apresure y así lo hago. Ya ubicada en el asiento de copiloto, mi amiga logra alarmarme al intentar decir algo, pero todo sale inteligible. Arrugo el entrecejo al ver sus temblorosas manos, al captar lo cristalizados que están sus ojos.

—me estás asustando, ¿Qué te ocurre? —Ella no puede evitar que una lágrima se desborde de uno de sus párpados y resbale por su mejilla derecha.

La limpio con mi dedo pulgar y siento mi corazón en la garganta, esto no significa algo bueno.

—Lle-llegaron —anuncia en un débil tartajeo.

Dejo caer las manos en mi regazo y trago saliva para procesar la información.

Él está —sentencio estupefacta. Asiente y vuelve su vista a la avenida —tienes que calmarte, recuerda que estarás conmigo y dormirás en mi casa. No tienes por qué preocuparte, hasta para orinar te acompañaré.

Sonríe con decaimiento y niega en desacuerdo.

—no estoy así por preocupación. No sabes la rabia que contengo, temo que al verlo me le quiera abalanzar. Vas a tener que agarrarme Eiren, si quieres evitar que le agujeree las pelotas con la punta del lápiz. —Se deja caer en el asiento y reposa la nuca en el puesto de cuero.

—No sé por qué oírte decir eso no me sorprende —admito con una sonrisa ladeada. De una u otra manera termina soltando una risotada por su ocurrencia.

—no puedo sentirme una mala persona porque siento que se lo merece, Janita. Siento que no debo tener compasión con él, ni siquiera por ser parte de mi familia. Me exalta recordar la niña tan tonta que fui en esa ocasión, pude hacer tanto para defenderme. Le hubiese dado una patada en su miembro, hasta pude agarrar una piedra de mi alrededor y darle en la frente —se desahoga.

—Leia... —pronuncio y termina interrumpiéndome.

—me encantaría tener un recuerdo como ese: Yo protegiéndome, no siendo una inmóvil, tiesa tal palo mientras lloriqueaba. Mátame y acaba con esto de una vez por todas. -Suena resignada.

Aprovecho y me río para aliviar el ambiente. Siempre me ha sorprendido la táctica que utiliza al verse en situaciones como estas, usualmente saca chistes del conflicto y se ríe de sí misma como si todo fuera un juego, le sale tan involuntario que no requiere de esfuerzo.

—no te reprimas, si eso es lo que quieres hacer, hazlo. —Me rio —De igual modo, ¿Qué te pueden decir? Estás en todo tu derecho de estar furiosa.

—lo sé, ya veremos de que va todo. Ya está allá. —Suspira y se acomoda para prender el motor y arrancar.

Me coloco el cinturón de seguridad y asiento de acuerdo.

—yo estaré ahí para ti.

—lo sé, Janita. Oye... no se me ha olvidado que tienes que contarme un par de cosas, estoy pendiente de ello.

Bufo y ruedo los ojos.

—que chismosa me saliste.

—y me siento orgullosa de ello —bromea.

Tras reírme, el interior del auto se sume en un silencio sepulcral. Leia del mismo modo, yace trasladada en sus pensamientos, dándole vueltas seguramente al qué hacer cuando vea a Nehemiah; yo por otra parte, estoy sumergida en la pesadumbre, me someto y dejo que esas emociones negativas me dobleguen, haciéndome sentir vulnerable a todo tipo de alusiones. Es increíble como mi mente no deja de darle vueltas a los acontecimientos de la madrugada, como hace para que en este instante tenga los nervios en punta y la usual presión instalada en mi pecho.

Sacudo la cabeza y apoyo la sien en el marco de la ventana. Powell me visualiza y ejerce un mohín con sus labios, ella al conocerme muy bien comprende que este no es uno de mis mejores días. Además, cada jornada que me toca consulta salgo de esta forma: deprimida y descompuesta.

No sé cómo lidiar con esto, no sé cómo sentirme, no sé cómo actuar y eso me desespera a un nivel inimaginable.

Al cerrar mis párpados, pensando que con eso me tomaré un suspiro, todo se arremolina en mi raciocinio, todo logra abrumarme y hacerme abrir los ojos para no soltar un alarido. Me burlo de mí misma al evocar que antes suponía que al recordar lo sucedido esa noche me alegraría, me llenaría de regocijo al recobrar mi memoria; no obstante, deseo que esa laguna mental hubiese sido definitiva, así el dolor no me estuviera carcomiendo de pies a cabeza.

Los minutos pasan en sigilo mientras nos dirigimos a casa de los Powell. Leia aparca detrás de un auto blanco el cual avisa que su familia ya está en su morada. Se desabrocha el cinturón y apaga el motor, posteriormente se queda con las manos sobre el volante y la vista sobre la avenida. Retiro la correa que protege mi cuerpo y me siento de costado para escanearla, puedo captar como sus dedos tiemblan débilmente por el nerviosismo que la ataca.

—Vamos a terminar con esto —dice vehemente. Toma un respiro para obtener brío y se baja del carro. Duplico su acción y me posiciono a su lado para esperar por ella —estuve en el camino pensando que... —Inicia su hablar sin apartar la mirada de la casa —me encuentro de este modo por miedo, temor de que vuelva a suceder y digo que es rabia solo para no sentirme estúpida o cobarde.

—lo sé y es normal Leia, fuera extraño que no reaccionaras de ese modo.

—me siento inútil.

—vuelvo y repito, es lógico que pienses así. Lo que marcará la diferencia es cómo actúes ahí dentro, has como si no existe, óbvialo.

—ya veré qué hago, saludo a mis tíos y subimos al cuarto para que me cuentes todo, ¿sí?



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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