Indagando su oscuridad

Capítulo 17. Definitivamente, no estaba preparada para esto

Es inexplicable la ansiedad que posee mi cuerpo, soy la personificación de los nervios hecha realidad. Los binóculos que yacían en mis manos se han resbalado de ellas y colisionado contra tierra. Todo es tan inefable, tan terrorífico y desemejante que me causa nauseas. No puedo soportar la información que ronda por mi raciocinio, no logro captar cómo es que ellos hicieron eso y mucho menos caigo en cuenta de que Leia se ha introducido a la cueva del lobo en su totalidad.

Esto es mi culpa, si tan solo me hubiese negado a sus insistencias no estuviéramos en peligro.

Y para completar esta anomalía, temo que Jarel o Keitan se hayan dado cuenta de los movimientos que se producen detrás del arbusto en el que me ubico. Me lleno de pavor al pensar si el señor Kylen logró percatarse que hay un par de intrusos acechando sus movimientos.

Cojo los binoculares y los posiciono delante de mis ojos, visualizo mi entorno y quiero suspirar por el alivio que me causa ver que el señor Edín ha vuelto a entrar a su casa. Me estremezco y mis manos tiemblan al oír desde aquí un quejido alto de un hombre.

—Santo dios —balbuceo.

Faith entra a la cocina y cierra los vidrios de la ventana para proseguir a bajar las elegantes cortinas y apagar las luces. Es ahora donde la mansión queda a oscuras, lo único que emite luz es uno de los balcones y es lo que provoca que la avenida no se suma en una completa tenebrosidad.

¿Dónde estará Leia? 

Esa maldita niña me va a escuchar cuando me vea, jamás me he molestado por una de sus imprudencias como hoy. Siento tanta cólera por su acción que mi respiración se agita con tan solo pensar en la cantidad de insultos que llegaran hacia ella cuando me vea. Siquiera puedo divisarla, no sé hacia dónde se ha dirigido, no sé si se dieron cuenta de su indagación y no sé si está bien...

Dejo los prismáticos en la mochila y trago en seco antes de levantarme, arreglar mi vestido y despejar la tierra impregnada en la vestimenta. Me agazapo para tomar el bolso, sacudirlo y colgarlo sobre mis hombros. Necesito encontrarla, tengo que saber en dónde se ha metido y comprender por qué no ha vuelto cuando ya pasaron más de seis minutos. Me levanto e inmediatamente un escalofrío me arropa, me ahoga y no puedo evitar encorvarme un poco por dicha sensación.

Oh no...

Vuelvo mis manos unos puños para no soltar un pequeño jadeo ante la sorpresa de ese intenso estremecimiento. Mi cuerpo sufre una leve sacudida como secuela del susto y se pone en alerta, llevándome y haciéndome aterrizar en la histeria. Esa aura está aquí, la siento detrás de mí, llamándome para que de media vuelta y encare las consecuencias; sin embargo, no me atrevo a hacerle frente a lo que está por suceder.

Sé que él está esperando que gire, quiere que me voltee para que atisbe los ojos que me han hecho delirar y atemorizar todos estos días, que vea esos grisáceos que arrebatan el aliento de cualquiera. También sé que espera que huya como anteriormente lo he hecho ante su presencia, así como intenté hacer en esa fiesta de Wagner, específicamente en aquel baño...

¿Y si está furioso? Aunque pensándolo bien, obviamente debe estarlo porque estaba husmeando lo que no me concierne, pero ¿y si me daña por ello? Si luce terrorífico con una actitud serena, no me quiero imaginar cuando la cólera lo invade, además, ya confirmé que es capaz de hacer cualquier cosa.

—me distraes, Eiren, de verdad que lo haces —aclara con esa voz áspera y aterciopelada que eriza mis vellos.

Frunzo el ceño por su comentario y aquello es lo que me anima a voltear y verlo. Mi corazón late con frenesí y presiento que si sigue así moriré en este preciso instante.

Jarel Edín se ven tan poderoso que aterra escanearlo. Se ubica recostado en uno los frondosos árboles de las áreas verdes. Sus manos yacen dentro de los bolsillos delanteros de su jean desgastado y una de sus piernas esta flexionada para que su pie se apoye en el tronco. A simple vista exhala tranquilidad; no obstante, sus ojos son tan helados como un tempano de hielo. Parece estar a la defensiva e intenta disimularlo.

Uno de los mechones de su cabello cae sutilmente sobre su frente y ni eso que se localiza fuera de lugar le quita el aire tenaz que siempre se encarga de sostener.

— ¿Qué? —logro musitar tras darle un vistazo. Alza la comisura derecha de su boca e inconscientemente ladea su rostro.

Quiero abofetearme porque aun en el estado de pánico en el que estoy, mi mente no puede pasar por desapercibido el hecho de lo bien que se ve haciendo cualquier gesto.

Por unos segundos se me olvida como respirar, el nerviosismo se incrementa aun cuando había deducido que eso era imposible. Veo a mis costados y el nudo en mi garganta crece al otear y dar con que todo está renegrido, esos tonos tenues que provocan los postes da es lastima.

— ¿Qué haces aquí, Eiren? —cuestiona y no ignoro la forma ronca en la que emitió mi nombre.

Mis piernas se doblan y luego me reafirmo con rapidez, entendiendo que en cualquier momento estos fideos cederán.

—ahm... y-yo —tartajeo y siento vergüenza por eso. Es complicado pronunciar una oración entendible con esos ojos siguiendo cada uno de mis movimientos, hasta los más mínimos.

Suelta un pequeña risa y se cruza de brazos, dejando a ver como estos se tensan y sus músculos se ciñen a la tela de su camiseta.

—ahora si dudas, pero, hace unos minutos parecías tan decidida que por poco me lo creía —alega, alzando una de sus pobladas cejas.

La vergüenza y la incomodidad me caen encima como un balde de agua fría, solo me queda removerme con retraimiento para ahogar mis penas.

—me viste —declaro, muriéndome de la amargura. Queda cabizbajo un segundo para luego verme con más ímpetu y jocosidad, como si estuviera burlándose de mí.

—te vi desde que venías llegando, eres tan inconsciente. ¿Qué pretendías? —masculla entre dientes, ya noto como la molestia comienza a afectarlo. Baja el pie que tiene apoyado en el árbol y da un paso hacia mí, yo como impulso retrocedo un poco —me hubiese gustado tanto que mis padres te vieran —dice con cinismo —no los habría detenido otra vez —anuncia, bajando sus brazos y metiendo nuevamente las manos en sus bolsillos —verte no me habría impulsado a pararlos.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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