Eiren:
Algo malo sucedió y yo no estaba preparada para recibir una noticia como esa.
Quedo paralizada cuando la llamada se cuelga. Me pierdo en la mirada de Jarel quien intenta descifrar que es lo que me pasa. Estoy aturdida, asustada y confundida. ¿Nehemiah la tocó? ¿Abusó de ella? ¿Cómo llegó a estar en la cárcel y mi mejor amiga en el hospital? ¿Será que lo descubrieron cuando iba a agredirla?
Mi cuerpo entero tiembla y mis vellos se erizan. Jarel acentúa su ceño fruncido y se aleja dos pasos de mí con cautela. Quedo cabizbaja mientras un vaivén de pensamientos y sensaciones se aglomeran en mi pecho. Abro la boca para hablar pero no emito ni un sonido. Simplemente me ahogo en un sinfín de ideas de lo que pudo pasarle. Me espanto porque yo pasé por eso, porque se lo que se siente, se por el dolor tan desgarrador que uno transcurre tanto físico como psicológicamente. Es horroroso y es algo que ni a mi peor enemiga puedo desearle.
—Ne-necesito salir —tartajeo.
Reacciono y me dirijo con rapidez a mi closet para buscar un pantalón y una camisa con la cual pueda parecer decente. Me introduzco en el baño y en un santiamén estoy lista, me coloco mis vans y amarro los cordones, tomo mi cabello en una coleta alta y salgo del cuarto de aseo para ver como el chico de ojos grises me divisa con tranquilidad.
—te llevaré —indica. Estoy a un segundo de negarme pero tras pensarlo dos veces me percato que es la mejor opción, de esta forma llegaré a tiempo.
—Gracias —respondo con sinceridad.
Sonrío débilmente y a paso apresurado salgo de mi habitación para bajar los escalones y salir por la puerta principal. En todo este momento escucho los pasos agiles de Jarel a mis espaldas.
Él se detiene y frunce el ceño por unos segundos.
—tengo que buscar el auto, si quieres espérate aquí —indica, introduciendo las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. Observo a mí alrededor y me cruzo de brazos cuando un escalofrío recorre mi cuerpo con intensidad.
La helada ventisca se ha estado incrementando en los últimos días.
—Voy contigo —replico con ansias. Estoy tan apresurada que enloquecería si permanezco quieta hasta que vuelva.
Sonríe levemente y asiente.
—Lo presentía —dice jocoso. Ruedo los ojos ante su arrogancia y emprendo mi caminar.
Ambos andamos lo más rápido que podemos, yo siempre a unos cuantos pasos detrás de Jarel ya que él no se inmuta por mis cortas piernas. Deambulamos en silencio, cada quien sumido en sus pensamientos. Ojala pudiera decir que el terror que me invadió en el corazón ha desaparecido, más bien a aumentado de sobremanera ya que este tiempo que tengo sin verla solo ha provocado que saque suposiciones que hasta llegan a ser sin sentido.
Suspiro llena de alivio cuando nos detenemos frente a la casa del hermano menor de Keitan; contradictoriamente, me acojona recordar lo que Leia y yo pasamos ahí dentro. Lo que menos deseo es encontrarme nuevamente con la señora Faith y su esposo Kylen quienes resultaron ser una de las personas más aterradoras que he conocido.
— ¿me quieres acompañar? —pregunta con burla, achinando sus ojos grisáceos.
—Paso —mascullo entre dientes.
Asiente de acuerdo.
Trota hasta el garaje para abrir el portón con el manojo de llaves que saca de su bolsillo y tener acceso a su hermoso vehículo deportivo. Se monta en el asiento del conductor y en poco tiempo se estaciona a mi lado. Se baja del automóvil y realiza un ademan para indicarme que me monte en la parte de copiloto. Se aproxima a su hogar para cerrar el enrejado y camina a paso apresurado hasta el coche.
Con indecisión cruzo delante del auto y abro la puerta del Camaro para introducirme en él. No entiendo por qué yazgo tan nerviosa ante la idea de estar en el mismo vehículo que Jarel. Tampoco comprendo porque en vez de darle prioridad a la situación que presenta mi mejor amiga, mi mente no se cansa de vagar entre pensamientos que incluyen al chico que yace a mi lado izquierdo. Paso mis manos las cuales se encuentran sudorosas por la tela de mi pantalón y suelto un pequeño suspiro.
Jarel no pierde el tiempo, una vez que observa que me situé en el asiento de copiloto pone en marcha el automóvil. Le indico cual es el hospital donde supongo que está Leia, el nombrado es el más céntrico de la ciudad y deduzco que acudió a este.
El silencio que hay dentro es inquietante.
No logro desprenderme de aquella incomodidad que se instala en mi pecho en cada ocasión que me encuentro con Jarel. No sé cómo explicar aquel disgusto, porque no es el mismo que anteriormente he presenciado; pareciera que hubiera una pieza faltante para que todo encaje y observe como es la realidad, es como si aquel fragmento se burlara de mi por no hallarlo y eso es lo que me aterra de la compañía del menor de los Edín, porque, aunque tengo semanas topándome con el no logro descifrar ese enigma y aquella jocosidad con la que a veces me trata y habla.
Me siento estúpida.
Siento que me estoy metiendo en la boca del lobo.
Siento que daré un paso en falso y de las consecuencias no saldré inmune.
Tengo miedo.
Mis ojos se empañan al pensar en mi amiga y del horror que hace pesar mis hombros. Me encojo en mi puesto y siento como Jarel me divisa por el rabillo de sus ojos por un instante. Estoy tan confundida que presiento que mi mente me está dando una mala jugada. El vaivén de sentimientos que retengo en mi pecho me hace sentir asfixiada, me estoy ahogando con aquellos pensamientos que desde hace días no me atormentaban. ¿Qué pasó con el bálsamo que tenía al amanecer? Añoro nuevamente experimentar aquella sensación tan relajante y somnífera.
—Eiren —habla en un tono de voz bajo al detenernos cuando el semáforo de la avenida cambia a rojo. Me volteo para verlo y frunce el ceño al atisbarme. Estira su brazo derecho y pasa su pulgar por mi pómulo izquierdo, retirando una lágrima que ni sabía que tenía —no pienses tanto las cosas. Vas a colapsar.
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Editado: 12.03.2021