Indagando su oscuridad

Capítulo 30. Bésame

Eiren:

Esperar a Jarel se me hizo una eternidad, sentí que pasaron horas para que la llegada de su vehículo se hiciera escuchar. Cuando lo vi entrar por la puerta principal una clase de alivio se instaló en mi alma, logrando aplacar un poco la preocupación que resguardaba. Pensé que no vendría, que me dejaría aquí, con mi mamá inconsciente. No es su responsabilidad lo que está pasando y tampoco es su deber ayudarme a llevar a Elissa a la clínica. Mi corazón se desboca, cabalga enloquecido porque después de la frialdad que posee, está actuando de esta manera.

Limpio las lágrimas que yacen en mis mejillas y las que no se cansan de salir por mis parpados. El dolor en mi pecho no ha disminuido, más bien, va en ascenso al darle más vueltas al asunto. Mi cabeza duele y siento que mi corazón quema por la congoja que aumenta a cada inhalar.

El chico de ojos grisáceos no dice nada, solo toma a mi madre con sutileza y sale de la casa con ella en brazos. Salgo consigo y cierro con llaves antes de montarme en los asientos traseros para colocar la cabeza de ella sobre mi regazo. Jarel se monta y tras observar por el retrovisor que todo marcha bien, arranca. Las avenidas las transita con demasiada velocidad y por un instante temo que por el contratiempo suceda un accidente.

Solo pasan cinco minutos para que el auto se estacione perfectamente aproximado a una acera. Abro la puerta con apuro y coloco la cabeza de mamá en el asiento de cuero para salir. Jarel no me divisa, está tan atento a lo que realiza que me deja sin aire. Trota hasta la entrada de las instalaciones y por un instante mis manos inician su temblar, incluso, comienzo a hipar al atisbarla a través de la puerta.

¿Por qué lo hiciste? ¿Sabes la catástrofe que dejarías ante tu perdida?

Con tan solo pensarlo, mis rodillas pierden su fuerza y me tengo que sujetar de la puerta del carro para no caer. Aquel dolor agonizante reaparece con toda la furia que posee, dejándome en trance unos segundos. Tomo grandes bocanadas de aire porque la sensación de asfixia me sofoca, me marea.

Al alzar la vista veo al menor de los Edín venir juntos a dos enfermeros quienes traen consigo una silla de ruedas. Me saludan brevemente al llegar y me tengo que apartar para que saquen a Eliss de su lugar. Me acerco cautelosa hacia donde se ubica Jarel con el ceño fruncido y cruzado de brazos. Yace mirando con intensidad a mamá, como si algo estuviera inquietándolo, confundiéndolo. Sus muecas dejan en evidencia que algo le perturba. Su quijada se ajustada antes de verme y acunar mi rostro con sus grandes manos.

Me escanea, me examina con su mirar y, prontamente desliza sus pulgares por debajo de mis ojos para retirar con sutileza las lágrimas restantes. Niega con su cabeza contradiciéndose y su atención vuelve hacia lo que realizan los médicos. Imito su acción y visualizo como ya la colocaron sobre la silla para llevarla al hospital.

—me pueden ir indicando lo sucedido para anotarlo en el informe de la señora...

—E-Elissa Jones —tartamudeo, quedando cabizbaja. Alzo la vista y el hombre canoso y de ojos marrones me observa con pena —ella... —Carraspeo porque mi tono es demasiado débil —intentó... —y aquel tono endeble volvió, peor que el anterior.

—Suicidarse —concluye Jarel por mí. Es increíble lo fácil que lo pronunció, casi con desdén, como si, eso no fuera elocuente e inusitado.

Entramos a la clínica y el aura desoladora nos recibe con los brazos abiertos. El frío abrasador me causa un notorio escalofrío, elevando cada vello de mi cuerpo. Varios enfermeros se acercan hacia nosotros, analizando el estado de mamá con severa preocupación.

— ¿Por qué medio fue su intento? —Cuestiona una doctora, tocándole la frente y seguramente, hallándola fría como yo la palpé.

—Se intentó ahorcar —dice el chico a mi lado.

— ¿no sabe cuántos minutos duró sin aire? —pregunta con rapidez.

—No, pero al hallarla estaba colorida —vuelve a contestar.

—A emergencias —Anuncia y enseguida los enfermeros junto a Elissa se desplazan por los pasillos —necesitamos saber si su cerebro fue afectado ante la falta de oxígeno. Gracias a dios la encontraron, unos segundos más y tenlo por seguro que no estuviera aquí con nosotros. Dentro de poco le pedirán sus datos y el de la paciente. —Nos reconforta con una sonrisa y da media vuelta para seguir a sus colegas.

Unas vez más, rompo en llanto y tengo que tapar mis ojos para que las personas aquí presentes no se espanten ante mi estado de ánimo.

—Eiren, mírame —ordena Jarel. No le hago caso, sigo aguantando los sollozos. Todavía no puedo caer en cuenta de lo que está sucediendo ¿Cómo una mujer llena de vida pudo llegar a estas condiciones? —Eiren —masculla. Se da cuenta que no tengo intenciones de acatar sus órdenes y toma con rudeza mis manos para apartarlas de mis ojos —tienes que dejar de llorar ¿sí? —Me pierdo en su laguna grisácea pero aun así, siento como aquellas gotas saladas de deslizan por mis pómulos.

—n-no pue-edo —tartajeo en medio de un gimoteo —me duele Jarel, me duele inexplicablemente. —Me desahogo, porque en fin y al cabo, todo lo que pienso lo sabe —No quiero perderla, pensarlo me aterra. Es un miedo tan grande el que sentí al verla en el baño, que todavía siento las secuelas de ello. Esa sensación fue tan desagradable, fue como un calor que me recorrió desde las puntas de mis pies. —Apoyo mi frente en su pecho y trato de apaciguar mi inestable respiración —si tu no hubieras estado ahí, yo jamás me hubiese percatado de sus intenciones ¿entiendes? —Me suelto de su agarre, el cual se encontraba flojo y lo abrazo, me oprimo hacia el sin importarme que el gesto no sea correspondido —a no ser por ti, ahorita el desconsuelo fuera peor. Ahorita estuviera llorando por una mamá muerta. Gracias...



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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