Indagando su oscuridad

Capítulo 34. Tan lóbrego como el gris de su mirar

Eiren:

El viaje duró más de lo que imaginé y eso causó que la preocupación burbujeara en mi pecho ante la idea de llegar tarde a casa, encontrarme a mamá nerviosa por mi tardanza y a papá con millones de preguntas referentes al tema; sin embargo, todo eso cesó cuando me comuniqué con Leia a través de mensajes y le informé todo lo que estaba sucediendo. Tras una pequeña disputa, nos pusimos de acuerdo en que me cubriría y mantendría al tanto si algún familiar se intenta comunicar con ella para descubrir mi paradero.

El aroma del perfume de Jarel deambula por el auto y se intensifica gracias al aire acondicionado, por lo que mis fosas nasales se deleitan por tan exquisito olor. Definitivamente, el automóvil se encuentra en tan perfecto estado que me inquieta tocar algo y que este se dañe por culpa de mi idiotez.

Mayormente me encuentro atisbando el paisaje por el que transitamos; a medida que avanzamos la densidad del ambiente va haciendo acto de presencia, inclusive, hace poco pasamos por una fuerte neblina que ocasionó que Jarel bajara la velocidad a una mínima para prevenir accidentes. Me encuentro embobaba por el hermoso paisaje de nuestro alrededor: montañas, frondosos árboles, una flora que muy poco se ve en la zona en la que me localizo con regularidad, un cielo grisáceo con las nubes cargadas a punto de llover y una ventisca sutil que hace balancear los pinos y el alto césped que se encuentra a los lados de la carretera.

En mi vida he venido hacia acá, y todo se vuelve más inusitado al analizar que en todo este trayecto no he divisado un carro conducir en nuestra o contraria dirección.

Varias veces le he cuestionado al chico de ojos enigmáticos sobre el sitio hacia donde nos dirigimos, pero, lo único que obtengo de respuesta es un silencio de su parte. El menor de los Edín se ha mantenido callado. Lo único que llena mis oídos de alguna melodía es la radio la cual también se encuentra a un corto volumen. Los ojos de Jarel yacen apagados, como si por unos minutos hubiera aterrizado en un mar de recuerdos descabellados y estuviera martirizándose por ellos.

—Definitivamente tu nunca te das por vencida —dice después de resoplar con cansancio. Doy un respingo porque estaba tan concentrada sacando suposiciones que olvidé que puede escuchar u oír todo lo que pasa por mi mente —estoy dejando que te tomes un respiro, para eso te traje. —Suspira y provoca que lo observe con atención —relájate, deja de darle vueltas a todo y tenlo por seguro que cuando llegues a tu casa te sentirás como nueva.

Hago un mohín con mis labios, disgustada porque nunca logro ser comprendida por Jarel.

—Me inquieta tanto silencio, llevamos aproximadamente casi dos horas en esta ruta y lo único que recibo de tu parte son monosílabas —refunfuño, bajando la tela de mi vestido.

—No te he dicho hacia dónde vamos porque es una sorpresa —anuncia con un tono áspero —usualmente vengo para desestresarme. — Me le quedo mirando, analizando sus gestos para ver si puedo sacar más información que esa resumida oración, empero, su semblante en blanco no denota alguna emoción.

—me disgusta que sepas hasta lo más mínimo acerca de mí y yo de chiste sé que te llamas Jarel. Quisiera saber más de ustedes, de lo que son. Ya no se vale decirme que no puedo enterarme porque he presenciado anomalías provenientes de tu familia. —Poso mí vista hacia el frente y quedo embobada al ver las montañas hacerse más gigantescas a medida que avanzamos.

—ya te había comentado que como ustedes, somos casi la misma cantidad de habitantes, cada uno de nosotros con una habilidad distinta o similar a la de otros.

—sí, entiendo, pero me hablas de ustedes y siquiera sé que son —respondo desconcertada, sintiendo que falta poco para contestar esa pregunta que ha ido carcomiendo mi cabeza.

—Si te digo, huirías —dice con simpleza —y estás consciente de que lo que somos no está bien visto aquí.

—si te explicaras mejor...

—Solo imagínate esto... —Se rasca la nunca al no saber cómo interpretarlo —supone que todos los antivalores estén inculcados en cada persona, en cada individuo de tu alrededor y que este no lo vaya aprendiendo a medida que se desarrolla, sino desde que nace. —Abro los ojos de par en par al oírlo —así es allá y entre nosotros está bien, más que perfecto —concluye, dejándome pasmada, más que aterrorizada en mi asiento. Sonríe con cinismo y me divisa por un corto periodo de tiempo — ¿ves? No es fácil de digerir.

—pe-pero ¿tu? ¿Todos son así? —interrogo con un deje de pánico.

—Por lo menos lo dejamos a relucir, no fingimos ser alguien ejemplar cuando la verdad es que somos todo lo contrario —argumenta, dejándome con las palabras en la boca. Tiene razón y está seguro de ello, no tengo que replicar.

— ¿no sienten culpa? ¿Lastima?

—No, nada —dice con desdén. Quedo en silencio sin poder creerme lo que dijo.

El auto va descendiendo la velocidad a medida que dejamos la carretera para adentrarnos por un sendero de tierra un poco desnivelado. Hay tantos arboles a los lados que algunas ramas colisionan contra el parabrisas. A los minutos dejamos de pasar por aquel camino y ahora nos trasladamos por algo parecido a un valle aglomerado de arbustos y matorrales. Quedo con la boca abierta al ver una cabaña deteriorada y un oscuro lago delante de esta. Yazgo hechizada por el panorama que se me presenta, fascinada y atraída por lo enigmático que resulta ser.



#230 en Thriller
#103 en Misterio
#505 en Fantasía
#343 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.