Indagando su oscuridad

Capítulo 35. ¿Me quieres?

Eiren:

Desde hace un buen rato que decidimos permanecer en silencio, admirando el majestuoso cielo que resplandece sobre nosotros. El clima se ha vuelto más gélido y gracias a ello me arrepiento de usar vestidos con frecuencia; sin embargo, estoy tan a gusto con la ocasión que no emito alguna queja, solo prosigo divisando los matorrales y el tenebroso lago que a mi parecer se acerca más hacia ambos...

Estoy enloqueciendo.

Escucho una risa masculina que me hace alzar la cabeza para dar con las facciones de Jarel. Inhalo con profundidad porque su perfume se adentra por mis fosas nasales y me deleita de un modo satisfactorio. Sus ojos yacen cerrados, por lo que puedo escanear sus largas y rizadas pestañas, son tan negras que relucen de sobremanera sobre su pálida piel. Definitivamente, el menor de los Edín fue tallado a la perfección, como si se hubiesen tomado todo el tiempo del mundo para que al finalizar quedara como una obra de arte.

Su sonrisa se enmarca en su semblante y se digna a abrir los ojos con holgazanería. Sus grisáceos me dejan pasmada por unos segundos, todavía no me acostumbro a tan inusitado color de iris.

—primero, cuando observas el lago por bastante tiempo pareciera que se acercara, pero no es así; segundo, me divierte la manera en la que tus pensamientos no se cansan de fluir por tu mente —dice en un tono áspero, ronco debido a los minutos que tiene sin hablar.

No contesto, solo lo observo hasta que mis mejillas se sonrojan inevitablemente. Quedo cabizbaja porque la idea que pasó por mi mente me dejó vulnerable. Trago saliva cuando lo oigo carraspear. Qué vergüenza... ¿Cómo se me ocurre pensar en nosotros dos mediante un fogoso beso? ¿De dónde salió tan descabellado pensamiento?

— ¿Por qué te apenas por ello? —Me toma por la barbilla y me hace alzar el rostro hasta observarlo con humillación.

—es vergonzoso. Seguramente para ustedes no, pero, para nosotros sí. —Resoplo —olvida lo que viste en mi mente.

Su sonrisa se ensancha y ahora la picardía delata sus intenciones. Le encanta la manera en la que el bochorno me arropa completamente.

—no. —Realiza un mohín y me cuesta aceptar lo hermoso que se ve ejerciendo dicho gesto —me gustó lo que vi —admite, ruborizando más mis pómulos — ¿es en serio? ¿Quieres eso? —pregunta, sentándose de repente y tomándome con la guardia baja con esa pregunta. Debí suponer que no se quedaría en paz con tan solo decirle que dejara esa ensoñación atrás.

Supongo que fue la ocasión en la que estamos, solos, en un entorno maravilloso y mágico (literal). Han sido tantas las veces en las que ha posado sus labios sobre los míos que algunos de esos instantes llegaron como flashes en mi raciocinio. Además, verlo provoca emociones que me hacen temer de ellas, es como si tuvieran vida propia y pudieran manipularme a su gusto... Esas sensaciones me ciegan y lo único que las esfuma de soplón es aquel pavor, aquel nerviosismo que me ataca cuando los movimientos de ambos están ascendiendo de nivel.

—Es entendible —musita tras escanear mi semblante mientras yacía en las nubes —por lo que se, aquí algunas chicas son delicadas con ese tema, por ende, me imagino que a ti se te dificulta más —articula con lentitud, como si temiera lastimarme con cada palabra y lamentablemente, lo inevitable sucede.

Mi corazón se achica y mi cabeza se vuelve un embrollo, una telaraña que va abarcando cada espacio en blanco de esta. Me frustro, me molesto porque siento que jamás podré superarlo. Mientras la persona que me ocasionó aquel daño está libre, seguramente despreocupado, yo estoy padeciendo, caminando y tropezando por los recuerdos que me abarcan mediante el sendero que transcurro.

Me siento delante de Jarel, entrecruzando mis piernas y bajando la falda del vestido para tapar lo necesario. El observa cada una de mis acciones, en silencio, sin alguna expresión en su mirar.

—Desde que te conocí, siempre he tenido una duda —dice de la nada, deslizando su mirada de mi rostro hacia mi regazo. Doy un respingo cuando posa su dedo índice sobre mi muslo, palpando la piel como si estuviera descubriendo algo nuevo. Es un atrevido... Pero, ¿Por qué no soy capaz de apartar su mano? —me extraña que uses tantos vestidos, ¿siempre fue así? —interroga, dejándome pasmada por unos segundos.

Sacudo la cabeza porque jamás me habían cuestionado el porqué de ello. Las personas que me rodean suponen que es pura casualidad que utilice este tipo de prendas luego de los diecisiete años, creen que quise un cambio de apariencia luego de pasar parte de mi juventud usando pantalones ajustados. Lo que no saben, es que no es así, no es por eso y gracias a esto me sorprende que el hermano de Keitan le haya intrigado.

Me remuevo incomoda ya que lo que comenzó siendo un dedo índice, pasó a ser su gran mano cubriendo mi pierna. Alza la cabeza y me divisa con toda la seriedad del mundo, esperando que emita alguna respuesta.

—Yo... —Inicio, sintiendo de repente un aire de confianza que me anima a contarle un pequeño pedazo de mi —ohm —titubeo. Tomo aire por la boca y me encargo de relajarme. <<Es solo Jarel a quien le cuento esto >>me consuelo —después de lo que sucedió en mi cumpleaños, caí en un bajón del cual como sabes, no he salido... —Las caricias que deja con finura en mi muslo me calman —y llegué a un punto de dolor emocional que no encontraba un modo de soltar. —Me encojo de hombros al sentir un aguijonazo en mi pecho —el dolor, la angustia me estaban haciendo añicos; angustia por el hecho de que siquiera reconozco quien fue el causante de tal abuso. Fue inhumano —balbuceo, inhalando para continuar.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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