Indagando su oscuridad

Capítulo 40. Aun cuando él es oscuridad, para mi es un destello de claridad

Eiren:

El amanecer fue singular. En mi vida había despertado de esta manera, sintiendo piel con piel, siendo refugiada por unos fuertes brazos y con un aroma varonil que deleita. Estaba resguardada por el agarre de Jarel. Sus piernas estaban entrelazadas con las mías y me oprimía a su cuerpo como si quisiera evitar que huyera. Su quijada reposaba en la coronilla de mi cabeza y estaba encorvada de tal forma que mi espalda tocaba su pecho. Maravillosamente, encajábamos, estábamos en una sincronía perfecta.

Si, fue un excelente despertar o, eso me planteé en mis sueños porque la verdad fue todo lo contrario.

Triste realidad...

Lo que si sucedió es que caí al piso y el golpe que me di en las nalgas fue descomunal. Cada herida de mi cuerpo se quejó y un lamento quejumbroso abandonó mis cuerdas vocales al sentir un ardor en mi regazo. Pero, ¿Cómo no reaccionar de esa forma cuando lo primero que vi al pestañear fue las escleróticas ennegrecidas de Jarel a cinco centímetros de mi rostro? Casi me infarto del susto. Tuve que inhalar con profundidad unas diez veces para que mi corazón volviera a latir con normalidad.

¡Maldito espécimen!

Lo peor es que, ¿saben lo que hizo? En vez de ayudarme y disculparse por el tremendo pavor que sembró en mi alma, se carcajeó como si no hubiera un mañana, del tiro se sentó sobre la cómoda para sostenerse el abdomen ante tales risotadas y, actualmente, cuando sale del baño ya enfundado en una sombría vestimenta, suelta pequeñas risillas al acordarse de lo sucedido.

Lo observo con recelo, algo molesta por la burla que adorna su rostro. Al observarme se encoje de hombros y prosigue a arremangarse el suéter de manga larga azul oscuro que lleva puesto. Se dirige hacia el closet para coger unas zapatillas deportivas y un par de medias. Luego, se sienta a mi lado y vuelve a sacudirse debido a otra risotada.

—Ay, Eiren, disfruta el chiste —comenta, trenzando los cordones.

— ¿Qué chiste? —Cuestiono haciéndome la estúpida —yo no le veo algún chiste a la caída que me di —refunfuño, ocasionando que se ría nuevamente.

— ¿te dolió? —pregunta con fingida preocupación, manteniendo una carcajada.

— ¡no! ¡¿Cómo crees?! —Exclamo con sarcasmo —pues sí, Jarel —respondo con obviedad — ¿por qué me asustaste?

—No sé, me provocó —contesta con simpleza. Alzo las cejas y lo diviso incrédula. Al parecer hoy amaneció con un inusual buen humor —no no no, bueno sí.

Suelto una estruendosa carcajada al escucharlo. Se endereza y alza sus hombros con inocencia.

— ¿tu? ¿Jarel? ¿Viendo memes? ¿En qué mundo eso sucede? —Me levanto de la cama y me dirijo hacia el banco donde coloqué mi vestido.

—no sé, lo vi por ahí. Aunque no entiendo por qué les da tanta risa aquello. —Lo escaneo y veo como se alza para encaminarse hacia el armario.

—Si vas a estar aquí por un tiempo, verás mucho ese tipo de imágenes —le informo, todavía riéndome por su comentario.

Visualizo como se rocía perfume en la palma de su mano derecha para luego pasársela por su cuello y brazos. Inhalo y casi me embeleso por tal exquisito olor.

—Hay que cambiarte las vendas —anuncia con seriedad.

—Lo sé —respondo, caminando en dirección al cuarto de baño para cambiarme. Si mis padres me llegan a ver con la ropa de un hombre, creo que les dará un infarto a ambos.

No entiendo que mosquito le picó, pero, a mi punto de vista prefiero que esté así a un estado de seriedad preocupante. Si, sé que lo que ocasionó que me enganchara a Jarel es la forma tan tétrica e inusual en la que actúa; sin embargo, no está mal que me dé un respiro de sus desesperantes acciones. Lo veo relajado. De vez en cuando la carencia de emoción adorna su rostro, pero a los minutos vuelve a sonreír.

Me deshago de su vestimenta y la doblo para colocarla sobre la tapa del inodoro. Me coloco el sucio y arrugado vestido para verme en el espejo del baño. Tomo la crema dental y la aplico sobre mi dedo índice para "cepillarme". Estas estrategias no son nuevas, en ocasiones cuando me quedaba a dormir en la casa de Powell se me quedaba el cepillo en casa y tenía que recurrir a estos métodos.

Examino mi aspecto en el espejo y hago una mueca al verme. El morado en mi mejilla se ha acentuado y mi labio superior yace algo hinchado. Enjuago mi boca y lavo mis manos, todo esto observándome, viendo lo deteriorada que luzco. Me preocupa que Elissa forme un alboroto al verme y es que, no está demás explicar las razones del por qué.

Por lo que veo, el corte en mi mejilla inicia más abajo del pómulo hasta casi llegando a la comisura de mis labios, dejando una horrible marca que lastimosamente perdurará a causa de la cicatriz. El apósito lo cubre pero no está demás deducir lo mal que se ve. Mi ánimo trastabilla pero lo sostengo al suspirar, llenándome de brío y valor. No quiero decaer, no quiero llorar, ya estoy cansada de eso.

Me seco el agua de mi quijada con el dorso de la mano y salgo hacia la habitación, la cual se haya vacía. Con cautela salgo de la alcoba y deambulo por el extenso pasillo para bajar las escaleras y casi correr hacia la cocina. Esta casa no dejará de causarme pánico. Encuentro a Jarel caminando en mi dirección con dos platos.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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