Indagando su oscuridad

Capítulo 47. Ahora todo tiene sentido

Eiren:

Sostengo la taza de café con mis manos. Doy un sorbo y vuelvo a dejar el envase sobre el mesón de la cocina. Tomo otro trago y repito la acción unas dos veces más en los próximos minutos, todo esto con la vista puesta en la pared. Exhalo y percibo como el hálito sale tembloroso y entrecortado. Permanezco de ese modo un tiempo y cuando vuelvo a probar el café con leche, este ya se halla frío.

Mis ojos se empañan y de uno de ellos se desprende una pequeña y solitaria lagrima la cual recorre la piel de mi mejilla con lentitud. Esa gota salada es retirada por el dedo índice de Jarel, quien deja una pequeña caricia en mi pómulo con su pulgar. Observo la taza de café y noto como una de las lágrimas cae en el contenido. Mi corazón se encoge y lo siento desesperarse al percibir esa sensación de vacío en mi pecho, ese hueco me sofoca y me hace encorvar porque este se mezcla con el dolor, con la decepción.

—Ya me lo esperaba —musito con pesadumbre —ya lo veía venir —explico con un temblar en mi labio inferior —pensé que ella había razonado pero ya entiendo que no fue así.

Jarel aleja su tacto de mi piel y toma el banco donde estoy sentada para acercarlo más al suyo. Lo observo y ese tono grisáceo me arropa con vehemencia.

—ella sabe lo que hace —dice y hace una mueca al ver que mis lágrimas no cesan.

No quiero llorar, de verdad intento parar pero es algo involuntario, de fuerza propia.

—lo sé pero me preocupa. —Alejo las manos de la taza y las posiciono sobre mis muslos —Jarel, mi mamá verdaderamente necesita ayuda.

—Date cuenta que no puede ser ayudada —replica sin inmutarse por sus crudas palabras —no quiere que le tiendan una mano, no lo acepta. —Frunce el ceño y con sus dedos pasa un mechón de cabello por detrás de mi oreja —no puedes hacer que cambie de opinión, ya se acostumbró a ese ciclo toxico.

—Si —concuerdo, recordando aquellas cartas que demostraban como Elissa se dejaba doblegar por mi padre de una forma inquietante y espeluznante —A veces siento que no conozco a mi familia... —El nudo en mi garganta incrementa —y que ellos no me conocen a mí —manifiesto, captando como la tristeza me abarca —es tan toxico, son tan tóxicos —corrijo al final.

—Les gusta ser de esa manera —es lo que dice.

—se lastiman, se están destruyendo —expreso con amargura — ¿hasta dónde llegará esto? —Cuestiono, sintiéndome frustrada —no puedo mirarles la cara sin sentir rabia y asco —anuncio con vergüenza —me cansé de luchar por ellos, me cansé de ser el bastón de mamá, me cansé de hacerles creer que estoy bien y que por eso me pueden seguir pisoteando —emito cabreada.

Quedamos en silencio por unos minutos y en todo ese momento nuestro mirar no se desune.

—las cosas darán un giro inesperado —sentencia —ya verás. —Eleva la comisura derecha de sus labios —y todo será para bien. —Inesperadamente, divisa mis labios y sus ojos se oscurecen al ver como los entreabro para soltar una pequeña respiración.

— ¿ah? —cuestiono embobada, viendo su rojiza boca y las casi inexistentes pecas esparcidas por sus mejillas.

—Recuerda que siempre te he estado ayudando —habla con suavidad, con tersura —no lo olvides. —Coloca su mano en mi mejilla y me acerca más a él, gesto del cual no reniego.

La distancia se acorta, el ambiente se vuelve pesado al comprender nuestras intenciones y los problemas mágicamente se esfuman, se dispersan. Suelto un pequeño jadeo al sentir la piel de sus labios rozar contra los míos. Mi piel hormiguea ante el contacto y se siente tan bien que mis ojos se cierran automáticamente. Me oprime más hacia él, como si quisiera ceñirme a su cuerpo aun cuando la posición no nos la permite. El entreabre sus labios y es de esta manera como el beso inicia su danzar.

Los movimientos son tan suaves, tan sutiles que logran deleitarme. Me embeleso de tal forma que no me di cuenta que mis manos se apoyan de su nuca para afianzar el ritmo de nuestras bocas. En mi estómago se siente un cosquilleo impresionante y a partir de ahí siento la sangre vuelta lava recorrer mis venas.

Jarel se levanta del banco y arrima la silla con su pie hacia atrás sin romper nuestro contacto. Se acerca más hacia mí y coloca su mano libre en mi cintura. El sonido que se produce cuando nuestras bocas se separan llega hacia mis oídos. Me siento impresionada porque esta vez lo beso con ansias, con confianza y serenidad. Los pensamientos fatalistas no están a la luz, las ensoñaciones solo le corresponden a la felicidad que percibo al sentirme libre, fresca y rejuvenecida.

A los movimientos se les otorga cierta rapidez que me hace suspirar y cuando siento que mis pulmones exigen aire, me alejo y respiro agitadamente. Abro los ojos y no puedo explicar con palabras lo que experimento al ver a Jarel con los labios rojizos, húmedos y entreabiertos mientras intenta recobrar la respiración.

—Necesito... —dice con la voz enronquecida —necesito besarte —suena suplicante, como si pensara que me negaré ante la petición de ser besada por la persona que me tiene hechizada.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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