Indagando su oscuridad

Capítulo 49. Aquel bálsamo

Eiren:

Voy volviendo a la consciencia porque escucho una fuerte discusión a los lejos. Se oyen manotazos y sollozos. El griterío es tan alarmante que me asusto de inmediato y es ahí que voy despabilándome cuando una fuerte punzada oprime mi corazón con todo el vigor que posee y me hace dar un respingo. Todo lo que acabo de presenciar aparece en forma de flashes por mi raciocinio. Quema, escuece y no puedo soportarlo.

Siento mi cuerpo pesar, siento como si llevara en mis hombros un peso extremo que no me permite poner de pie. Estoy tan entumecida por el calvario que estoy atravesando que me encuentro sin fortaleza. Simplemente quiero desaparecer, anhelo acabar con esto de una vez. No puedo aguatarlo. Esa noticia acabó con mí ser. Ansío dejar de sentir, quiero apagarme, omitir estos sentimientos destructivos que me agobian.

Abro los ojos lentamente, percibiendo las lágrimas salir de mis parpados sin mi consentimiento. El dolor en mis sienes es descomunal y al divisar mis manos las hallo temblorosas, toda yo temblequea con nerviosismo y bruma.

— ¡es nuestra niña! ¡Nuestra pequeña! —Aquel grito proveniente de mamá es lo que me incentiva a levantarme con las pocas fuerzas que poseo y apreciar el escenario que transcurre en mi campo de visión.

Sollozo porque ver a mis padres ahí ocasiona que se me dificulte creer que ellos son los causantes de mi deterioro. Dios mío, es mi familia y aun así me rompieron, me usaron, me lastimaron. Me encojo de hombros al ver la cara de Abraham, yace tan colérico, el furor se marca en cada una de sus facciones. Los rasgos de ellos ya no lucen tan juveniles, se notan las arrugas y las ojeras bajo sus ojos. Esto es algo que sucedió hace poco...

—Jarel, ya basta, por favor —musito con la voz enronquecida, rasgada de tanto gritar, de tanto llorar. No quiero seguir recordando, no quiero más de esto. Quiero un descanso, una pausa eterna.

— ¡Hay que decírselo, hay que admitirlo! ¡Abusaste de ella, Abraham! —lo acusa con los ojos colapsados de lágrimas —ya no puedo aguantar esto, es una carga espantosa. Esto es terrorífico. Jamás podré perdonarte. —Queda cabizbaja, sujetándose el dobladillo de su camiseta y jugueteando con él.

si tanto te importara, sin tan culpable dices que te sientes, ¿Por qué mierda no me has entregado? ¿Por qué prefieres quedarte conmigo? —Suelta una carcajada teñida de ironía — ¡no puedes! ¡Jamás has soportado la idea de alejarte de mí! ¡Nunca lo has hecho y no lo harás ahora! —Recrimina —no puedes vivir sin mí, me lo has demostrado por todo estos años que llevamos juntos. —Desplaza sus dedos por la piel de mamá y ella se deleita con su caricia.

Esto me asquea, no puedo creerlo.

Elissa parece reaccionar y lo empuja con todas sus fuerzas, aun así no es capaz de hacer que Abraham retroceda ni un paso. El la sostiene por sus muñecas y la inmoviliza, lastimándola por su brusquedad. Ella se zarandea, parece una desquiciada mientras lloriquea he intenta zafarse del agarre de su esposo. Jadeo cuando veo como alza su rodilla y golpea la intimidad de él.

—n-no —tartamudeo al ver como él se enfurece y se desquita con mamá, atestándole una fuerte bofetada en su mejilla.

Diré, diré toda la verdad —comenta Elissa, sujetándose la parte afectada.

Ese comentario trastorna a papá el cual parece convertirse en un monstruo. La toma del cuello para acercarla hacia él y espetarle amenazas atemorizantes.

Me mareo significativamente mientras siento una fuerte presión en mi pecho. Me falta el oxígeno. Todo da vueltas a mí alrededor y las ganas de vomitar regresan por la densa información que se me ha sido otorgada de golpe. Las afamadas manchas regresan y me arrebatan la vista. Sollozo y me desespero cuando siento que caigo en un hoyo sin fondo. Me remuevo, me aflijo y estallo en el llanto. El miedo me rebasa.

Despierto de golpe, sentándome en la cama cuando sentía que estaba a un segundo de colisionar contra una rugosa superficie y volverme añicos. Mi pecho sube y baja con celeridad, mi corazón se halla conmocionado y mi pulso desbocado de sobremanera. Me observo con prisa, viendo mi ropa y mi alrededor, dándome cuenta que ya no soy parte de aquel infierno llamado recuerdos. Me mantengo quieta para luego sentir que la bomba que hay en mi interior revienta. Desgañito y suelto diversos alaridos porque la forma en que me siento es pavorosa.

Ya se la verdad. Ahora entiendo todo y no pensé que cuando llegara este momento iba a sentir tanto pesar.

Decido responder ante lo que acabo de descubrir, necesito que den la cara, que se expliquen y dejen la hipocresía a un lado. Me levanto con rapidez, aun llorando por lo horrible que me siento. Bajo las escaleras con apuro, cabizbaja y sintiendo como las lágrimas se desplazan por mis mejillas una y otra vez. Llego a la cocina y los veo ahí, quedarse estáticos al percatarse de mi presencia. Alzo la vista y me derrumbo, el desconsuelo aumenta.

Ambos se impresionan por mi estado, se asustan y enmudecen. ¿Cómo es posible que siempre tuve al responsable de mi abuso en mis narices? Me enojo, la ira comienza a burbujear en mi interior al comprender el nivel de descaro que tienen. Me trataron de lo más normal luego de ser parte de acto catastrófico.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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