Indagando su oscuridad

Capítulo 3. Tiene posesiones, demonios

Eiren:

Escapo de casa con rapidez.

Lo que menos deseo es ser pillada por mi madre, puede tener el sueño muy liviano de vez en cuando. Elea yace durmiendo con ella luego de llorar hasta caer en la inconsciencia. Es una niña pequeña y le resulta más abrumador ver como sus padres discuten como si fueran un par de desconocidos.

En mi pecho todavía se incrustan esas puntadas de dolor, decepción y confusión al verlos herirse verbalmente. Papá jamás ha demostrado tener el papel de un padre grosero e irritante y mamá del mismo modo, nunca ha dejado de ser una persona serena y pacífica. Algunas veces han discutido, pero no como esta vez.

Me decepciona que su modo de remediar las cosas sea causando una polémica.

Me aferro más al suéter de lana, este no es lo suficientemente grueso para evitar que el frío cale mis huesos. El que usualmente llevo a clases se encuentra secándose en las cuerdas para tender ropa y no tuve más remedio que usar la segunda opción.

Justo ahora soy un manojo de nervios, un individuo que en una ocasión poseía coraje y dicha emoción se convirtió en pura cobardía. No sé qué pensaba a la hora de tomar la decisión de salir de casa y perseguir a aquel hombre que se introdujo en el patio trasero del hogar de Susan. Supongo que la idea de que las hiera me anima a ayudar

<<No puedo ser más tonta, siquiera tengo una arma con la cual me pueda defender>> me reprocho, casi abofeteándome mentalmente.

Deambulo por el garaje cuidadosamente, temo trastabillar o pisar las hojas secas y que estas le avisen a esa persona que alguien le sigue con intenciones de averiguar que trama. Por este lugar, la oscuridad reina y torna el ambiente pesado, eso me llena aún más de temor e incita que las piernas me tiemblen como un par de espaguetis.

Diviso en una de las ventanas como una luz trémula y débil ilumina la sala, por lo visto, Anne duerme plácidamente en el mueble de dos piezas sin inmutarse con que las cortinas de los ventanales están de par en par. Aquel brillo realza colores tenues en el jardín, agradezco que eso ayude mi trabajo de no tropezar con algún obstáculo.

Me aproximo a la parte de atrás con cautela, convirtiéndome en una persona concienzuda, atenta a mi entorno, viendo si hay un movimiento anormal que indique el paradero de aquel espécimen. Escucho un sonido de alerta y me escondo detrás de unos arbustos como si mi vida dependiera de eso.

Oigo como mi corazón late entre mis costillas, cosechando un severo dolor. Santo dios, qué susto. Los dientes me castañean y la envoltura de mi alma se halla erizada.

Aparto algunas ramas y las verdosas hojas para divisar lo que esté a mi alcance. Mi cavidad bucal se seca al percibir como alguien se sienta en el marco de la ventana del cuarto de Susan. El responsable de este embrollo escanea su alrededor, vigilando todo lo que entra en su campo de visión. Suelto las palos y me oculto nuevamente. Tapo mi boca con la palma de mis manos y retengo los miles de jadeos que quieren salir.

¿Qué hace él aquí?

Jarel...

Inhalo y exhalo, quedando más desorientada y descolocada que cuando lo vi andar por la residencia. ¿Acaso está en todos lados? Primero en la parada de autobús, luego en la universidad y tercero, cerca de mi hogar. No puedo permitir que me vea, sabrá que habito por aquí y quién sabe qué cosas rondaran por su mente.

Vuelvo a ver a través de la mata y lo localizo viendo fijamente al interior del cuarto, está tan concentrado en lo que hace que me pregunto qué observa con tanto afán, ¿estará la mujer desnuda, en ropa interior o algo por el estilo? Es lo que me puedo preguntar que acierte con un chico.

De repente, escucho un gimoteo seguido de un estridente sollozo. La fémina suelta palabras incomprensibles, suenan con dolor y suplica. Asemejase a una tortura. Cuestiono qué le estará sucediendo, aun así, cuando pienso que Jarel le hace daño, la idea se va al caño al verlo relajado y sin algún movimiento que resulte equívoco.

En un santiamén su mirada se clava en el lugar donde me ubico, haciéndome soltar de golpe la ramificación de la planta. Soy sacudida por un espasmo aterrador, mis nervios están de punta al pensar que dio conmigo. Mis ojos se cristalizan y siento que moriré en cualquier instante. Dejo que pasen unos segundos antes de ver por el arbusto nuevamente. Espero chocar con él en el tiempo que doy con el marco de la ventana y no lo encuentro.

Quedo cabizbaja en mi sitio, falta poco para que me haga ovillo y quede sumida en una pesadilla. Esto es tremebundo, cínico. ¿Cuál era mi necesidad de acercarme hacia acá y ser una real cotilla? Ahora estoy pagando las consecuencias de la peor manera.

Ya deben ser la una de la madrugada, nadie ronda por estos lados y ninguna persona estará para salvarme.

Una respiración se agrega a la mía, siento como alguien se agazapa a mi lado y permanece en silencio. Yo espero lo peor, permanezco rígida, esperando que las oleadas de dolor lleguen a mi cuerpo. Lo pensado no sucede, sorpresivamente, el malestar que sentí al estar cerca de él anteriormente no llegan.

— ¿siempre tan curiosa? —interroga jocoso. Me estremezco y quedo callada, lo último que anhelo es enfadarlo y que me haga daño —no me molesta que hables, ¿sabes? —responde a mis pensamientos.

Quedo en shock por un par de minutos. Insólitamente, recargo algo de valentía y me acomodo para poder observarlo. Sus grisáceos ojos me dan la bienvenida y capto como repasa cada una de mis facciones, por un microsegundo su mirar se instaló en mis labios entreabiertos.

—y-yo —tartajeo incomoda, deseando que deje de mirarme para poder tomar un respiro.

La comisura derecha de su boca se alza, formando una sonrisa torcida. Es increíble lo hermoso que es, parpadeo con rapidez al analizar lo que pasa por mi cabeza. ¿Cómo puedo pensar en lo bello que es cuando mi vida peligra?



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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