Eiren:
Justo ahora yazgo en la habitación donde la psicóloga Cassandra atiende a sus pacientes. Sus ojos verdosos con tonos avellanas persiguen cada uno de mis gestos, como si, de repente uno de ellos le respondería sus dudas.
Me he rehusado a hablar y no precisamente para hacerle este momento un suplicio, no, la verdadera razón es que cuando voy a emitir una oración las palabras se estancan en mi garganta y forman un nudo lleno de molestia, inclusive, pasar saliva es todo un reto.
Suspira con cansancio y pasa sus manos por su larga melena castaña.
—Eiren, por favor, hace tiempo que no nos hemos visto y necesito que converses un poco. Se me es obligatorio saber si ha pasado algo más en aquellos sueños, puedo ayudarte como ya he dicho pero para ello tienes que cooperar —expresa, posando sus palmas sobre el escritorio. Ladeo la cabeza y busco el por qué se me es complicado desahogarme con ella, siempre he pensado que las personas que ejercen esta profesión tienen que inspirar tranquilidad y placidez, eso no sucede con Cassandra. Hay algo en su actitud. Su personalidad no es apta para que mis miedos salgan a la luz a no ser por la fuerza. —es por ello que pregunto de nuevo, ¿Qué has visto en esas pesadillas? ¿Has entrado en otro trance? —interroga, sacándome de mis ensoñaciones.
Cierro mis párpados con fuerza he inhalo y exhalo para contestar, mientras más rápido hable, más rápido terminará esta sesión. Por ende, contesto sin titubeos:
—sí.
Asiente y agradece en silencio.
A veces quisiera saber que ronda por su mente, me da risa pensar que detesta tener consulta conmigo. Sobre todo, eso es lo que transita por mi raciocinio porque cuando mamá le anuncia que la cita tendrá que posponerse, no escucho una queja de su parte o una frase teñida de preocupación. Solo lo deja estar, como si se relajara al saberlo.
Sospechoso.
—cuéntame ¿Qué se le han agregado? —cuestiona, tomando su libreta forrada de foami y un bolígrafo negro.
—a mis pesadillas se le han añadido algunas oraciones, son inconclusas y me cuesta entenderlas. Esas transcurren a medida que todo se mueve y el lugar se transforma en negro con colores tenues —comunico, cohibiéndome, encogiéndome de hombros.
Al cerrar los párpados esos videos acontecen de nuevo, perturbándome, estremeciéndome al oír aquellos gritos de dolor y agonía. Lo que lo hace peor es saber que hay una posibilidad de que esos acontecimientos sean parte de mi memoria extraviada.
— ¿Qué escuchas? ¿Son palabras tuyas o de otra persona? —pregunta con algo de rigidez.
Está muy interesada en lo que digo y es que, ¿Quién no lo estaría? Cualquiera diría que es un gran avance de mi parte recordar algo más.
—cuando despierto se lo que percibí, pero, a medida que pasa el día se me va olvidando —respondo en un hilo de voz.
Quedo cabizbaja y diviso mi vestido de tirantes color crema con un rastro de flores al finalizar. Es muy bonito y tenía tiempo que no me lo ponía, está en mi cuerpo ahora porque mi madre casi me lo pone por sí sola.
—Continúa —me anima y yo la maldigo mentalmente.
Quería distraerme pensando en cualquier estupidez, en este caso, mi vestimenta. Una clase de incomodidad se ha alojado en mi sistema y no quiere huir, ha convertido mi ser en su lugar de confort y eso resulta desagradable.
—escuché como un ²no la dejes caer² —notifico —pero, luego dicen ²suéltala². Cosas inconexas como esas son las que aparecen, un antónimo de todo y no logro captar lo que sucede.
Ella escribe en su cuaderno cuando subo la mirada.
—tranquila, no debes preocuparte, debes darte cuenta que a medida del tiempo progresarás. Antes no recordabas algo y ahora has avanzado, eso es muy bueno. Felicidades —dice con una sonrisa en sus labios. Asiento de acuerdo — ¿hay algo más?
—si. No es una sola persona la que se nota, son dos. Específicamente un hombre y una mujer —declaro con desdén.
Sus ojos se abren más de la normal y las cejas se elevan con impresión.
— ¿un hombre y una mujer? ¿Has oído alguna vez el tono de su hablar?
—No —el desánimo es evidente al balbucear —sé qué sexos son pero no llego más allá. Sus voces son entrecortadas y débiles, casi susurros.
—Ohm —musita ida, inconforme por mi contestación — ¿y los trances?
—hace poco tuve uno, fue como si lo estuviera reviviendo de nuevo. Espantoso queda corto a comparación de lo que sentí, los dolores se sintieron tan reales...
Rememoro que ese día fue cuando salí de la universidad y Jarel acabó con mi martirio de una manera extraña e insólita. Recuerdo que, antes de eso, Keitan y él me pillaron viéndolos con una estúpida curiosidad. Mi piel se eriza al acordarme de su voz tan áspera y varonil, de sus manos tocar mis hombros para luego pronunciar un detente. Me cuesta creer que su simple toque y el sonar de sus palabras detuvieron la calamidad que atravesaba.
— ¿Cómo lo detuviste?
Quedo muda al oírla porque no entiendo como alguien puso un stop a dicho cuento atroz. No puedo decirle que alguien lo dio por finalizado. No me creería ya que anteriormente al pasar por esos trances mi madre o cualquier persona que los presenciaba me zarandeaban y hablaban para frenarlos; No obstante, sus esfuerzos eran en vanos. Estos culminaban en el tiempo que mi alma decía basta y despertaba con alaridos y agitaciones anormales.
—No sé —miento y la fémina logra darse cuenta de mi engaño, pero lo deja pasar.
A continuación, el resto de la consulta pasa con rapidez. Cambia de tema drásticamente he interroga cosas monótonas, básicas y fáciles de responder. Se dio cuenta del mal rato que pasaba al contestar esas preguntas tan tensas y perturbadoras. Al concluir, me da un pequeño abrazo y se despide de mí antes de salir con rapidez de esas cuatro paredes.
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Editado: 12.03.2021