Indagando su oscuridad

Capítulo 12. Él vendrá

 

Eiren:

Aquel domingo como una total ingenua pensé al despertar que él se encontraría a mi alrededor, acechándome desde la ventana y embriagándome con su densa aura; sin embargo, al despabilarme y exaltarme por los recuerdos de la noche anterior, no lo hallé en mi alcoba, todo estaba como si Jarel no hubiese hecho acto de presencia para ayudarme a dormir.

Rememoro cómo me sentí esa jornada, tan relajada y apaciguada por haber pasado una buena noche. Aquella sensación me brindó un estado de ánimo elevado, fue casi imposible sacar aquel ambiente de mi cuerpo todo el día, incluso cuando tuve que limpiar el nido de pájaros en el que duermo.

Anteayer aproveché para meditar, para sacar conclusiones de lo que serían mis días posteriores y que haría si me llegaría a cruzar con Wagner después de todo lo que divisé en su habitación. Todo eso sirvió de nada, fue un esfuerzo en vano porque el lunes y hoy martes Isaac no ha aparecido.

Me reconforta de algún modo no ver su rostro porque no sabría cómo reaccionar ni qué decirle, los insultos se aglomeran en mis cuerdas vocales y luchan para hacerme perder el juicio.

Ahora, en las gradas de la universidad aprecio como la fresca brisa acaricia mi rostro y me hace quedar somnolienta. El estado de sopor que emito es increíble y culpo a mis padres por ello.

En la madrugada se me fue imposible no escuchar la polémica que se desarrollaba con frenesí en su cuarto, ambos se gritaban y espetaban blasfemias repulsivas, la manera en la que se hablaban me desagradó, me hizo sentir diminuta y vulnerable por lo que a eso le consiguió mis pesadillas a un grado mayor que las anteriores.

Lo que pensaba imposible se está haciendo realidad, hay un tercero en su relación y esa persona causa que sus cimientos se desmoronen para que todo lo construido se vaya desplomando de a poco.

Posiblemente suponían que nadie los oía, seguramente deducían que Elea estaba absorta en sus ensoñaciones y lo que menos imaginaba era a sus padres discutir. Eso lo dedujeron al no estar en mis zapatos y ver como esa niña de cuatro años durmió conmigo mientras sus lágrimas recorrían la piel de sus mejillas. Su pesadumbre abolló mi corazón, lo agrietó y deformó al ver como ingenuamente decía que no le gustaba ver a mami y a papi pelear.

Antes de ir a la universidad me levanté más temprano para no verles la cara, en parte me tenían enfadada. No quería juzgarlos, pero sus acciones no solo los perjudicaba a ellos, también a sus hijas y esa aflicción todavía recae en mi pecho como un peso muerto.

— ¿saltándote una clase? —Doy un respingo al escuchar la voz de Keitan a mi lado.

Giro mi rostro y veo como se sienta en un peldaño, sonrío levemente y asiento algo ida. Me sumí tanto en mis pensamientos que no me fijé que ya era hora en que los estudiantes se dirigieran a sus respectos salones, quedé sola en el patio trasero.

—eso te lo debería preguntar a ti, ¿Qué haces aquí? —pregunto.

Hace una mueca y estira sus piernas para acomodarse en su puesto y reposar la espalda en el escalón trasero. No puedo dejar de pensar en el parecido que tiene con su hermano, tan idénticos y disparejos a la vez.

—no quería escuchar los parloteos de la profesora de matemáticas —masculla, viendo al frente. Sus ojos mieles brillan por la luz del sol y su iris resplandece, ese escenario me arrebata el aliento y me deja un poco embobada... Se ve tan dulce e inocente — ¿y tú?

—Solo pasaba el rato y no me percaté que el receso ya había acabado —respondo con simpleza. Asiente sutilmente y sigue con su vista al frente —tus ojeras desaparecieron, ¿ya te sientes bien?

Traga saliva antes de voltear su rostro y fijar su mirada en mis ojos.

—supongo que era pasajero lo que tenía, ya me siento mejor.

—Eso es bueno —deduzco. Sacudo al cabeza al imaginar ese físico con aquellos grisáceos que me atrapan —quería agradecerte por dejar a Leia en su casa en una pieza —bromeo al concluir.

—Te lo prometí y lo cumplí, no tienes por qué agradecer —contesta vagamente.

—aun así, no entiendo la manía que tenías con que Jarel me acompañara a dormir, fue extremadamente extraño —comento sin dejar a ver que me encantó y me confundió de sobremanera la forma en la que dormí.

—la intención era que durmieras bien.

— ¿Cómo tu hermano iba a lograr eso sí o sí? —interrogo abrumada.

La densidad del aura de Keitan ha descendido un montón e internamente lo gratifico, si fuera de lo contrario quisiera huir como cada vez que me topo con el hermano menor.

—Solo lo suponíamos —miente y es muy obvio.

—ajá... claro —ironizo —no sé cuándo llegará el día en el que tú me prometiste responder mis dudas, no sabes el martirio por el que paso cada vez que recuerdo la noche de la cena. No entiendo la actitud de ustedes, es un embrollo lo que permanece en mi cabeza y es injusto de su parte que no calmen nuestras dudas —argumento, enojándome un poco.

No separo nuestras miradas y soy ligeramente consciente del modo en que la distancia que hay entre los dos se acorta unos centímetros.

—e-es raro las veces en la que me intriga de sobremanera una cuestión y necesito que me digas que fue lo que ocurrió. —Ejerzo un mohín con mis labios y pillo como él dirige sus luceros ahí.

Vuelve a tragar saliva y carraspea para reincorporarse.

—quisiera decírtelo, linda. Pero... —musita y se pierde de nuevo cuando muevo la boca con la intención de interceptarlo con una queja —es algo que va más allá de nosotros. —Capta mis ojos nuevamente y se lo agradezco, eso fue incómodo. Sus pupilas se ven dilatadas y su respiración transcurre con irregularidad. Al ver al frente ahoga un jadeo y se levanta de un salto —tengo que irme —avisa con nerviosismo, para bajar las escaleras y desaparecer de mi vista.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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