Indescriptible

CAPÍTULO 2

Aria.

Despertar y sentir la brisa de Mar de Plata era sensacional.

Amaba el mar, aunque no lo visitaba con frecuencia.

Sentir la arena sobre mis pies, recoger conchitas de mar, y ver el atardecer, eran de mis pasatiempos más placenteros durante mi estadía en esta ciudad.

Pronto tendría que volver a Buenos Aires y no quería desaprovechar ni un solo instante.

—Nena ya nos vamos, ¿te quedas? —Los rizos negros de mi amiga apareció por el umbral de mi puerta.

—Si, dame dos segundos. Justo estaba terminando mi maleta.

—Sos una tardona.

—Es mi esencia. —Arrastré mi maleta hasta el auto.

Mi semana de playa estaba llegando a su fin. Y pronto también tendría que volver a casa.

Hasta sentía extraño llamarlo así. Extrañaba a mi madre, obviamente sí. Sin embargo, aún quería quedarme, quería seguir viajando, los fines de semana de fiesta, las salidas en grupos.

Ya me había acostumbrado a mi nueva yo. Me preguntaba si mamá la aceptaría.

—Le dijiste a Manu que en dos semanas te regresas a Perú.

—No, y aún no quiero hacerlo. Se lo diré dos días antes, no quiero dramas ni conversaciones largas.

—Ese pibe está colado por vos. Sos cruel Aria, tenés que decirle las cosas.

—Sam no hables como si no le hubiera dicho las cosas claras desde que lo conocí. Manu sabía que era una paloma temporal. Sabía que nosotros solo compartíamos cama, que no planeo una relación.

—¿No sientes ni un poco de pena? Después de todo lo que contaste, él no pudo borrar las heridas que dejó…

—Las heridas cicatrizan Samantha, no se borran. Son un puto recordatorio de todo el dolor que originaron, así que no. Nadie podrá borrar esas malditas cicatrices.

—Aria…

—NO. Si tanta pena sientes por el pobre Manu porque no vas y lo consuelas, ocupa mi lugar cuando me largue si es lo que te apetece.

—No digas bobadas querés. Aria sos mi amiga, y… Quiero que te des otra oportunidad. Eres increíble, talentosa, nena de verdad créete un poco más.

—No quiero hablar de eso.

—¿Aún duele? —Buena pregunta Sam.

¿Aún duele?

No como hace dos años, esa herida ya había cicatrizado, pero… dolía recordar.

Había tratado de olvidar, de seguir adelante. Y de una u otra manera lo logré, alejé a varios en el proceso.

Yo era mi prioridad, ya no más sentimentalismos, no más lágrimas. Había llorado suficiente por meses, autocompadeciéndome de mí, lamentando mis acciones, cuestionando mi personalidad, cuestionando cada palabra que había dicho.

Me tomó tiempo, experiencias, libros y mil noches de bebidas darme cuenta de que yo no fui el error.

ÉL ME PERDIÓ, YO NO PERDÍ. Era la frase que más me repetía en los últimos dos años.

Preferí culparlo de todo, por mentiroso, buen actor, por traidor.

Deteste cada maldito momento junto a él, sin embargo, no me arrepentía de nada.

Aún existía la incógnita de si repitiese todo con tal de conocerlo, de volver a amarlo, de volver a sentir como él me hizo sentir.

Todavía no había una respuesta.

—Llegaremos en minutos al departamento. —Cambié de tema, no quería hurgar en el pasado.

—Extrañaré tu mal humor eh. —Reí ante su comentario.

Definitivamente me extrañaría, era la única que mantenía su departamento debidamente limpio.

Limpiar, ordenar, era mi manera peculiar de lidiar con mis días de estrés.

¡La Universidad me volvió loca los primeros 10 meses!

—Olvide decirte, ayer llegó un mensaje de tu madre. Llamó a casa, y Javi tomó la llamada. Imagina la cara que habrá puesto cuando pensó que vivías con un hombre. —Su carcajada se oía a través de la música de Alan Walker.

—Sí lo imagino, ya tendrá más drama cuando llegue y me vea.

—¿Volverás? Prométeme que vendrás en vacaciones.

—No quiero que llores Sam. Vendré o tú irás.

—Eso espero. Quiero fotos de todo y de todos. Quiero conocer a Seth. Hablas con él por horas, no creas que no me di cuenta de las noches que te amanecías sin decirle que aquí ya era de madrugada.

Tenía razón.

Había mantenido contacto con Marcus, Cassia y Seth. Con el último más que con los demás.

Teníamos un montón de anécdotas, incluso vino por una semana hace seis meses. Oficialmente lo vería después de seis meses. Él quería ser un oficial de las Fuerzas Armadas, ya estaba en su tercer año.

—Él no sabe la diferencia horaria y no quería cortar el chisme.

—Si claro, creo que te gusta.

—Deja de decir pendejadas Sam, Seth… es como ese amigo gay que no miras ni tocas, que no es apetecible. —No veía gracia a mi comentario, pero ella no paraba de reír.

—Bueno bueno, dejemos ese tema ahí. Tengo algunas cosas que darte antes de que partas.

—Vale. Dejaré algunas cosas, cuídalas hasta cuando regrese.

El camino a Buenos Aires fue algo nostálgico.

Faltaba dos semanas aún, la cuenta regresiva estaba iniciando.

Conocí a Manu en una fiesta que Sam me llevó para celebrar su independencia. Ella vivía en casa de sus padres y yo en una residencia estudiantil. Nos emborrachamos contando nuestras historias, me propuso mudarme con ella, dividir gastos en servicios y comida. Acepté sin dudarlo, era mucho mejor que la residencia que compartía con un chico que metía a una tipa diferente cada día.

Odiaba compartir mi espacio, con Sam fue… diferente. Congeniamos muy bien, y hasta el día de hoy nuestra amistad sigue floreciendo. Admiro su personalidad avasalladora, única.

—Quiero pizza de cena, o puedes preparar pasta. Te sale exquisita. —Muy cierto.

Aprendí a cocinar, platillos poco elaborados durante los primeros días viviendo sola, pero, agradables al paladar. Sam amaba mi lasaña.

—Necesitaremos queso.

—Entonces hacemos una parada por el super, necesito algunas cosas. —Conocía ese “algunas cosas”.

Apostaba que tendría alguna cita por la noche o algo parecido.

—Qué te parece Isma, ¿crees qué es un buen pibe? —Acerté.



#2483 en Joven Adulto
#13914 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.10.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.