Aria
El día llegó, después de dos años volvería a Perú. No es mucho tiempo lejos, pero el tiempo suficiente para aún no querer volver.
Flashback
Terminaba de alistar mis maletas a escondidas cuando mamá entro a mi habitación.
—¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo? —Era mi primer viaje sola.
Mamá desconocía que mis planes eran otros.
Me encargué de llevar todos mis papeles para ingresar a la UBA, el ingreso era directo y no tenía que pagar una mensualidad. La solución a mis problemas.
—Si, te aviso cualquier cosa.
—De acuerdo. —Aceptó con leves sollozos.
—Mamá promete que no llorarás.
—Es tu primer viaje y será sin mí. Estaré bien, lleva todo lo necesario.
—Ya guardé lo necesario y llevo suficiente dinero.
—Odio el día en que decidiste enamorarte de Gregos, si no…
—Olvídalo, pensaba viajar de todas maneras.
—Cuídate chiquita.
Argentina dame la debida bienvenida.
Fin del Flashback
Sin embargo, era hora de regresar. Lo necesito.
—¿Tienes todo? Son más de 4 horas de vuelo.
—Es la décima vez que lo preguntas Sam, tengo todo.
—Una llamada y tomo el primer vuelo a Lima, ¿sí?
—Nunca voy a olvidar todo lo que has hecho por mí, te quiero lo sabes, verdad.
—Andáte antes que empiece con el drama que tanto detestas. Manu te llevará al aeropuerto. ¿Por qué no me dijiste que se acostaba con Camila?
—Lo ibas a saber de todas maneras.
—Lo sé boluda, hubieras evitado el drama. —Rodé los ojos, dramática.
—Te escribo cuando aterrice.
—Cuídate.
Camine con mis maletas sin mirar atrás, demasiado sentimentalismo para una despedida corta.
Estaba nerviosa, odiaba sentirme como la Aria de 16 años. Yo ya no era insegura, ya no tenía miedo, o eso pensaba.
Perú aquí vamos.
El vuelo se resumió en llanto de bebé, risas de niños. Da la casualidad de que dos filas atrás y dos filas adelante había familias con pequeños diablillos.
Es lo que recuerdo hasta que mis ojos se cerraron.
***
—Señorita. Señorita. —Sentí un leve empujón.
Lentamente abrí mis ojos, mi vista se fue aclarando poco a poco.
—¡Señorita! —Un hombre con anteojos me sacudía—. Ya llegamos, debe levantarse.
—Deje de gritar.
Genial.
—¿Qué hora es?
—Son las 8 de la noche.
Fui a recoger mis maletas en lo que le escribía a Sam que aterricé bien. Mi mamá aún no contestaba. Y no tenía como movilizarme. Olvide cambiar los dólares.
Últimamente todo lo olvidaba.
¿Cómo llegaría a mi casa? Mamá dio señales de vida una hora después que yo me sentara en el paradero.
—Amor, irán por ti en una hora. —Tendría que esperar una hora más.
—Puedes solo pedirme un taxi, hace frío. —Pese a la estación, yo sentía frío.
—Tengo que colgar, te amo.
Durante la hora que faltaba, me entretuve viendo Instagram, Facebook. Se me acaban las ideas y el puto taxi o carro no llegaba.
—Sabe cómo puedo llegar al Centro de Lima. —Una señora con algunas canas llevaba una mochila viajera.
—No hay un carro que la lleve directo. —Por lo que yo recuerdo, no hay.
—¿Usted es de aquí?
—Si, regrese después de… un tiempo.
—Entiendo. Yo me enamoré del Perú.
—Es hermoso.
La hora se pasó rápido para cuando la señora se tuvo que ir, y yo seguía esperando no sé qué.
—¿Te hice esperar mucho? —No pensé verlo a él. Después de todo, no hablábamos desde hace dos semanas.
—Demasiado diría yo.
Moría por abrazar a mi amigo, sin embargo, algo me detenía.
—Ven aquí. —Me estrechó en sus brazos.
—Hace frío.
—Perdón la demora, se me complicó salir temprano. Y no contestabas tu celular, luego recordé que tenías que cambiar el chip por la cobertura.
—Tranquilo, solo llévame a casa. Quiero dormir un par de horas.
—Dormirás en mi departamento, tu mamá olvido dejar sus llaves. Mañana enviará a alguien para que abra tu puerta.
Genial.
No me importaba donde iba a dormir, solo quería pegar un ojo al menos un rato.
—¿Qué tal el viaje? Estás muy callada.
Qué iba a decir. Me dejaste de hablar por dos semanas, quién sabe por qué. O no te hablo porque Valentina contestó tu celular y no devolviste la llamada.
Ambas respuestas eran ridículas. Así qué…
—Bien, me toco buena aeromoza. Me consiguió un poco de chocolate. —No podía ver su rostro, ni su reacción. Era mejor ver la carretera que mis acciones me delaten.
—Bien, en 20 min llegamos.
Lima había cambiado en estos dos años fuera. Las calles las veía limpias, y algunos comercios nuevos.
Si, extrañaba mi país. Moría por un ceviche, o unas yuquitas fritas.
—Si quieres podemos pasar a comprar comida antes, no cocino en casa. —Lo sabía, a lo mucho freía un huevo.
—Gracias.
En 15 minutos estábamos en Oxxo comprando pizza y empanadas. Escogí algunas bebidas para mañana.
Me encargué de pagar lo mío, aunque él insistió que no era necesario.
—No me responsabilizo si encuentras un poco desordenado todo, aún trato de organizarme para tener todo en su lugar.
—Tranquilo. —Me hizo sonreír su nerviosismo, era inusual en él.
—Puedes usar el cuarto del fondo o el de la izquierda, tienen sábanas…. —Su frase quedó a medias cuando la morena apareció a mitad de la sala, con una lencería y su estúpida sonrisa se desvaneció al verme. Cosa que me hizo sonreír a mí.
—¿Qué haces aquí? —O en verdad estaba sorprendido o había aprendido a mentir.
—Lo mismo digo de Aria, creía que seguías en Buenos Aires.
—Hola a ti también Valentina. —Su típica sonrisa hipócrita me correspondió.
—Preparé una sorpresa para ti, creí que habías leído mi mensaje.
—No. Y no me gustan este tipo de sorpresas.