Indescriptible

CAPÍTULO 30

Aria.

—Estaremos viéndonos. —Asentí.

Su mirada era cálida como siempre, me generaba confianza, una confianza que pocas personas me producían.

Estaba algo shockeada por su confesión.

Definitivamente no me lo esperaba.

—Cuídate. Te escribo mañana.

—Estaré de viaje por unos días, pero responderé en mis ratos libres.

—Vale, aquí es. —Baje del auto, acercándome a la ventana del piloto—. Anda con cuidado.

—Igual tú.

Lo vi marcharse. Pese a la buena compañía, no me sentía bien. Y odiaba sentirme así, vulnerable.

¿Por qué mentir? Era más fácil decirme que tenía…

Tiré mis llaves en la mesa de la cocina. Al parecer mi mamá y Carlos ya dormían. 

Intenté hacer lo mismo. Fallando en el intento.

Necesitaba dormir, necesitaba dejar de pensar en eso, en él. ¿En qué momento empezó todo?

No debí permitir que esto ocurriera, no debí… no debí enamorarme de él.  Todo mi lamento fue afectado y dejado de lado por el sonido de la puerta.

Camine a mi cuarto, de pasada para ver a mi mamá. Y sí, estaba dormida, al igual que Carlos.

¿Quién podría ser? Es demasiado tarde para una visita. Para Seth la hora no era impedimento.

—¿Qué haces aquí? —dije al abrir la puerta.

—¿Dónde está? —Fruncí el ceño, a quién buscaba—. Se escondió en tu cuarto, ¿dormirá aquí?

—Cállate que todos están dormidos. ¿Qué haces aquí? ¿A quién buscas?

—¡A Leonardo! —Lo empuje fuera de mi casa.

Sentí claramente el olor a alcohol. Habían pasado horas desde que nos vimos. ¡Son las cuatro de la mañana!

—Vete a tu casa.

—No. Por qué quieres que me vaya.

—Porque es tarde. —No podía leer bien sus emociones, sin embargo, su frustración era palpable.

—No quiero irme, ven…

—Seth… debes irte, ¿no tienes que trabajar hoy? Lo último que quieres es una sanción de tu capitán.

—No importa. Qué te dijo él.

—Si hablas de Leonardo…

—Si de él. Por qué envolvía tu mano, por qué…

—Vamos.

Claramente no pensé bien cuando cogí mis llaves y salí con él del edificio rumbo a su casa. Él no podía manejar, apenas podía caminar algo bien.

—Sube.

—Yo manejo.

—No. Yo lo haré. Quiero que lleguemos con vida.

Agradecía a Sam enseñarme a manejar, aunque aún me daba cierto miedo. Era estresante.

En menos de 20 minutos llegamos a su edificio, él aún despierto. Observándome en silencio, como analizando algo. Y al ver su mirada, algo dolió. Odiaba verlo así, y no sabía si antes de mi llegada tenía ese comportamiento.

—Sube, debes descansar.

—Ven conmigo, quédate conmigo. —Sostuvo con sus manos mi rostro.

Dios, quería…

—Mañana ni te acordarás de esto.

—Tal vez.

Llevándome de uno de mis tantos impulsos, subí. Y no solo subí. Lo besé.

Tal vez porque no recordaría nada de esto.

Tal vez, porque deseaba hacerlo.

Tal vez porque sus ojos me lo pedían a gritos.

Tal vez, porque debe ser así.

Sentir sus labios por primera vez, fue indescriptible. Me sacudió esa sensación de querer, desear tanto algo que cuando lo tienes, es mucho más de lo que pensaste. Eso pasó.

Es mucho mejor.

No importó la situación, no importó que el florero se rompiera, no importó que necesitara respirar.

Quería más, mucho más.

—Espera. —Lo detuve, viendo a mi alrededor. Al parecer Valentina no está, ya se hubiera escuchado gritos.

—Ven. —Y de nuevo esa sensación cálida sobre mí.

Palpé sus brazos en un sube y baja, toqué con destreza su torso, sus pectorales, su cabello. Que ahora lo veía con mayor volumen. Lo jale hacia mí mientras él me tiraba sobre su cama, deseaba la mínima distancia. Empezó a desvestirme, empezando por mi camiseta, los zapatos, el pantalón. Sus ojos brillaban admirando mi cuerpo, que no era para nada perfecto. Mis curvas temblaban, no por miedo, por deseo. Mi respiración entrecortada no era impedimento para que explorara mi boca. Sentía calor, y más cuando lo desvestí poco a poco. Quería apreciar cada detalle de él, cada parte.

—Es…

—Shhh… —No quiero escuchar palabras que mañana olvidaría.

Porque sí, él probablemente no recordaría nada. Por eso, me detuve…

—No.

—¿Porqué? ¿Muy rápido?

Era perfecto, pero no quería que fuera así.

Al despertar y verlo, la culpa, el arrepentimiento llegarían. Quiero disfrutar de él, de nosotros sin complicaciones, sin remordimientos, sin culpas. Y para eso lo necesito en sus cinco sentidos.

Necesito estar segura de que no es solo pasión, yo… siento más que eso.

—No, solo quédate aquí. —Lo dejé recostado en su cama, en lo que tanto yo recogí mis prendas.

Me encerré en el baño. Espere por no sé cuánto tiempo sentada en el suelo, hacía algo de frío y eso servía para mantenerme despierta. Después de todo, también bebí. Al escuchar la alarma, decidí salir. El sonido me alertaba que eran las cinco de la mañana.

—Espero estes dormido. —murmuré.

Seth estaba recostado boca abajo, sin sábanas que lo cubran. Podía ver la mitad de su rostro, su respiración tranquila, sin perturbaciones, se veía tan sereno.

Estaba jodida.

Era la única explicación del porqué seguía ahí sentada observándolo en silencio, acariciando suavemente su rostro, cubriéndolo un poco con las sábanas. Admirando sus largas pestañas y el ligero brillo que tomaba su piel cuando dormía.

Y lo peor, ¿tanto demore en verlo de esta forma?

Somos amigos muchos años…

—Descansa. —susurré al verlo por última vez antes de salir de su habitación.

 

***

 

El sol se filtraba a través de la cortina, los murmullos en la cocina eran notorios. Quizás pronto entraría mi madre para decirme…

—Aria, ya levántate. —Si, justo a tiempo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 22.05.2024

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