Indescriptible

CAPÍTULO 14

Aria.

Me encantaba ver mi reflejo en el espejo por las mañanas. Yo no soy como otras chicas que se levantan con el cabello desarreglado o el rostro horrible.

Sorprendentemente mi cabello amanecía sin frizz, mis labios humectados, mis ojeras algo pronunciadas. Y todo gracias a mi rutina de skin care nocturno.

Hace un tiempo comencé a cuidarme la piel, pero mi obsesión son mis dientes. Odio verlos algo opacos o amarillos, tienen que estar blancos, sin caries, ni nada.

Y aquí estaba aplicando crema hidratante mientras recuerdo la noche anterior.

El olor de ella me fastidió toda la noche en mis sueños, me los imagine en miles de escenarios para que él tuviera su aroma. La odio, la detesto y quisiera que mi puño impacte en su horrible rostro.

Dramática. Tal vez, pero era mi forma de “avanzar”.

Hoy empezaría. Elijo ropa para gym, sí, hoy me inscribiría en un gimnasio cerca. De pasada conocía a mi próximo objetivo follable.

Sí claro.

Quiero mantenerme ocupada lo más que puedo. Necesito mantenerme ocupada, y aún mis clases empiezan en unos días más.

—Te queda perfecto ese conjunto —dijo mamá al verme cambiada.

—Gracias, iré al primer gimnasio que vea.

—Princesa no lo necesitas, tienes un cuerpo que muchas chicas quisieran. —Lo sé, pero me gusta cuidar mi apariencia.

No me considero vanidosa, ni arrogante, pero me gusta cuidar de mi físico. Un poco más de lo normal, aunque, a veces suele importarme poco cómo me veo.

Y mucho más en esos días que mi estrés me supera.

—Saldré, te llamó si no llego… —Fruncí el ceño, aún me costaba aceptar que mi mamá ya no es solo mía.

—Cuídate.

—Igual tú, te amo. —Sonreí viéndola salir.

Enfócate Aria.

***

El gimnasio al que iba con Sam en Buenos Aires me gustaba por sus grandes ventanas, tenía una vista increíble. Estaba ubicado en uno de los pisos más altos del Edificio Central, y ahí conocí a Manu.

Luego en una fiesta nos acercamos… Y ya lo qué pasó después es historia.

Y es por eso que estoy aquí, a 15 minutos del departamento de mi madre, en un gimnasio conocido y con una vista muy atractiva. Y también el lugar claro, aunque mi atención la tiene un hombre alto. Con espalda ancha, cabello azabache, y unos ojos grises. Sexy…

—¿Señorita? —Su sonrisa coqueta me incitaba a querer acercarme—. ¿Señorita?

—¿Sí? Los siento, en qué estábamos. —Sonrió mirando al chico guapo.

—¿Desea el mismo horario que él? —Fruncí el ceño observándola, ¿Qué?

—¿Qué? No, yo miro, pero no toco.

—Lástima, desde que te vi entrar por esa puerta me llevo imaginando como sería ser tocado por ti —dijo una voz a mi espalda.

Mierda.

No me considero tímida, pero en este momento no encontraba valor para voltear y verlo a la cara.

—Sí, qué lástima… —dije con una sonrisa ladeada y una revisión de rutina.

Aria y ¿Seth?

Seth que se joda, que se joda él y Valentina también.

—Aquí tiene su tarjeta, con esto puede entrar y salir cuando quiera.

—Gracias. —El espécimen de casi dos metros aún sigue en mi campo de visión—. Nos vemos luego.

Salí acalorada.

No quiero desquitarme de esa forma, volvería hacer lo que tanto repudie.

Mi celular vibró con un mensaje.

Sam: ¿¿Cuándo me llamas??

—Hola hermosa —dije apenas contestó.

—Por fin nena, me tienes ansiosa. Cómo vas por allá, acá está todo bien aún. —Su risa me hizo sonreír, la extraño.

—Me alegro… Bueno acá todo bien, dentro de lo que cabe. Ocurrieron cosas….

—¡Cuéntame!

—Me besé con Seth, lo seduje y casi nos acostamos. En resumen, es eso.

—¡¡¡¿Qué?!!! —Alejé el celular, me va a romper el tímpano.

—En la noche te llamo para los detalles. Vengo saliendo del gimnasio, quiero continuar con el boxeo y desestresarme quemando calorías.

—Genial.

—El chico, ¿se porta bien? Puedo agarrar un vuelo rápido para atinarle a su ojo derecho.

—Lo sé. Te extraño, vos te convertiste en mi mejor amiga, y ahora tengo que ponerme la remera que dejaste para no olvidarte.

—Awww tienes tu lado sensible eh.

—Cállate. No olvides llamarme en la noche, quiero detalles.

—Si si. Cuídate.

—Vale.

Necesito hablar con mi mamá el tema de mi apartamento, todavía no encuentro el momento adecuado. Y la presencia de Carlos ayuda, no estará sola.

Tomo camino hacia el malecón hasta que una figura me cubre el paso.

—Qué es lo… —Quedo muda al ver esos ojos burlones.

—¿Perdida?

—¿Parezco perdida?

—Pareces una diosa.

Soy atractiva, lo sé. Las miradas lascivas que me brindan a diario me lo demuestran. Pero… no me gusta que insistan. No es no.

—Y tú un acosador. —Su risa varonil intentaba convencerme—. ¿Qué te parece gracioso?

—Qué en el gimnasio me comías con los ojos, y ahora eres… esquiva.

—Ya lo dije, me gusta mirar más no tocar.

—Daniel. —Me estrecho su mano—. Al menos me encantaría saber tu nombre.

—Aria. —Recibí la mano.

Su tacto era suave, y sus uñas bien recortadas. No como las mías, que se veían chiquitas…

Sus ojos grises me recorrían como tratando de leerme, algo que no funcionará.

—No eres de aquí. Vengo desde hace unos meses y no te había visto.

—Estaba en el extranjero, llegué hace unos días. ¿Vives por aquí?

—Si, en el edificio de ahí. —Me señala el edifico dónde… ¿vivo?

Tiene que ser una broma.

—Genial…

—¿Todo bien?

—También vivo ahí…

—Qué coincidencia.

—Si, lo mismo digo. Me encantaría seguir hablando y eso, pero muero de hambre y tengo cosas qué hacer. Nos vemos Daniel…

—Espera. —Me sostiene del brazo—. Te invito a comer, luego haces tus pendientes. ¿Te parece?

¿Comer con un extraño, sexy e insistente? Mmm, tengo hambre.

—De acuerdo, tú guías. No recuerdo mucho por aquí.

Caminamos por unos 10 minutos y llegamos a un restaurante con vistas al mar. Amaba Larcomar por sus vistas, se respiraba la brisa del mar y veías a personas con sus mascotas.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 07.09.2024

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