Gregos
Desde hace una semana Abril no contesta mis llamadas. Hablamos poco desde que llegué a Lima.
Entiendo su molestia, pero también quiero que me entienda. Mi familia necesita de mí, afortunadamente mi padre está un poco mejor.
Contesta Abril, me preocupas.
—¿Me estás escuchando? —Fruncí el ceño al escuchar la voz de Leonardo. ¿Qué estábamos hablando?
—¿Qué decías…? —Rodó los ojos.
—Que haré una fiesta de reencuentro. Irá nuestra promoción de secundaria, estoy pensando si invitar solo a nuestra aula o a las demás también. Ya sabes ya pasaron como 5 años, deben estar cambiados, quizás hasta son padres. —Analice cada una de sus palabras.
Si irán todos… ella también.
—No creo que asista.
—Déjame adivinar hermanito. No irás por la presencia de una chica sensual con cabello y ojos marrones, con curvas de infarto…
—No empieces. No es eso, no estoy de ánimo para fiestas. Nuestro padre apenas se está recuperando.
—Si claro. Cómo sea vas a asistir, dudo que te encuentres con ella. Se irá de viaje creo.
—¿Crees? —pregunté dudando.
—No qué no era por ella. —Su risa inundo la sala.
Amaba a mi hermano, pero sus chistes de mal gusto los detesto.
—Hablamos luego, Abril aún no me contesta y me está preocupando.
—Quizás sus celos se fueron al extremo, y piensa que acá tienes un harén.
—No es gracioso.
—No dije que lo fuera, pero esa chica me inspira drama a nivel Dios. Esa vez que la conocí me lanzaba dagas con la mirada. Es posesiva o su apariencia angelical te ciega hermano. Si no contesta, dale su tiempo. Respira y concéntrate un poco en ti, en la empresa, en recorrer Lima. —Tenía razón en cierto punto—. ¿Hace cuánto no vas al centro de Lima? ¿O Larcomar? Disfruta un poco, pareces un anciano aburrido.
Reí, este es mi hermano. El chico que pone la diversión a la par con los deberes. Que disfruta de los placeres de la vida.
—Oh cierto, antes que lo olvide. Martha estuvo buscándote, algo referente a la empresa supongo. Quiere ayudarte, así que déjala.
—No soy malo con ella.
—Lo sé, pero es algo sensible, y más contigo y Tadeo.
—Vale, iré a caminar un rato. Te veo luego.
—¡Eso! Haz vida social. —Salí de la casa riendo.
Antes de mi partida hace unos años, encontré una cafetería ambientada en los años 90’s. Justo ahí me dirijo.
El clima templado, algo frío no ayuda a mis ánimos.
Extrañaba España, extrañaba a mis amigos, me sentía como un desconocido en mi propio país.
Y el vacío de hace años resurge, los recuerdos me invaden recordándome mi pasado.
No debí regresar, allá estaba bien. Sin demonios, sin sueños, sin recuerdos, sin tenerla tan cerca y lejos al mismo tiempo.
Tenía a Abril…
¿Por qué no contesta?
—¿Gregos? —Una voz de mujer me llamó a mi espalda.
Voltee a ver quién era, y me lleve una grata sorpresa. Valentina.
—Definitivamente eres tú. Eres como una aguja en un pajar, difícil de encontrar.
—Me alegra verte.
—Claro que sí, ven aquí. —Jalo de mí para enrollar sus brazos a mi cuerpo—. Llevas tiempo aquí y ni una llamada.
—Apenas estoy acoplándome… —Sonrío.
Estaba igual a como la recordaba, quizás un poco bronceada. Sus dientes perfectamente alineados, y el cabello azabache largo hasta la cintura.
—Claro, y cómo has estado. En estos años, no negaré que extrañé a mi mejor amigo eh.
—También yo, pero sabes…
—Lo sé, te vi. Pero ahora estás guapísimo. España te vino de maravilla. —Reí ante su broma.
Si había cambiado un poco quizás, pero no como para ser irreconocible.
—Gracias Val, y tú qué tal. Escuché por ahí que Seth y tú… —Su mandíbula se endureció y volteó la mirada.
¿No estaban bien? ¿O no estaban juntos?
—Es complicado. Y más ahora qué… —Cortó sus palabras como si recordase algo—. No hablemos de mí, ya habrá tiempo para eso.
—Caminemos, hay una cafetería cerca. —Asintió siguiendo a mi izquierda.
En cuánto llegamos a la cafetería pedí una empanada, las de Perú eran especiales. El sabor único, que no encuentro en otro lado.
—Y tienes novia en España, no creerás que me como el cuento de qué estás solo. —Mi sonrisa torcida le dio la repuesta antes que mis labios—. Supongo que tu partida complico las cosas.
—Si, hace unos días perdimos comunicación y estoy algo preocupado.
—¿La amas? —preguntó con ojos entrecerrados.
—La quiero. —No dudé en dar mi respuesta.
—Entiendo. ¿Irás al reencuentro? Te quiero ver ahí. —Sus ojos de cordero manipuladores pestañeaban.
—Tal vez… Según como vayan las cosas en la empresa.
—Si es por…
—No es por ella. —La corté antes de terminar.
—Iba a decir si es por tu papá… —Maldecí internamente, yo solo me tiraba la soga al cuello.
—Él está bien gracias a Dios.
—Siento que no debo preguntar, pero… —Movía sus manos nerviosa.
Ya intuía por donde iba la pregunta.
—¿Aún la amas? ¿La superaste Gregos?
Lo que temía, tanto tiempo sin cuestionarme algo así.
¿La he olvidado? ¿Dejé de amarla?
Mi silencio podía ser un sí, o un no, o simplemente no hablar del tema. Que fue lo que hice, cambié de tema. Le conté sobre mi tiempo en España, mis estudios, mis amigos, mi vida todo este tiempo.
Valentina
Me alegraba ver a mi viejo amigo. Me recordaba los buenos tiempos.
Nuestra etapa de adolescencia, nuestro vínculo de hermandad. Aunque no siempre fue así. En un inicio quedé flechada por él, y él de Aria.
Lo negó, pero sé que se prendó de ella desde el primer instante.
La fama de mujeriego, de rompebragas lo dejó de lado por ella. Aunque no todos saben eso…
Vi como se derrumbó cuando todo acabó, como renunció a su vida en Lima, como le costó irse lejos de su familia. Como le costó dejarla a ella.
El amor de ellos fue intenso, tóxico hasta cierto punto, mágico, y sexoso. Cada que estaban juntos la tensión podía percibirse a metros, sus miradas conectaban de una manera única.