Gregos
La ansiedad estaba tomando mi cuerpo.
Cada minuto que faltaba para verla me tenía de los nervioso en punta. Se supone que no debe afectarme, que ya pasó tantos años y ella no debe significar nada.
¿Entonces porqué carajos estoy comportándome como un crío?
Leonardo me ve burlón desde la cocina, mientras yo quiero golpear su rostro por no advertirle a Aria que yo estaba en Lima.
Cómo reaccionará, esa incertidumbre me quemaba por dentro. Una parte de mí quiere que se alegre de verme y otra parte que me deteste tanto como lo merezco.
—Ya deja de estar tan inquieto, me pondrás nervioso a mí —dijo Leonardo arreglando su camisa. El color negro resaltaba sus ojos.
—No iré, igual…
—Irás, y no me retes. Valentina te recogerá, dijo que tenían mucho de que hablar. —Se fue rodando los ojos.
Y tal como lo dijo, Valentina llegó 40 minutos después de que él se fuera.
—Te ves sexy. —Reí ante su tono coqueto.
—Llegaste temprano. —Asintió bajando del auto.
Su vestido rojo resaltaba sus atributos y su melena negra que llegaba a su cintura estaba atada en una coleta alta. Es guapa.
—Pasaremos por otro lado antes. Quiero asegurarme de algo. Vamos. —Me señaló con la cabeza el asiento de copiloto.
Enrumbamos hacia el centro de la ciudad. Leonardo había escogido un lugar céntrico para que todos llegasen y no pusieran peros.
—¿Nervioso? —dijo con burla.
—¿Debería estarlo? —Mi tono de voz era neutral, seco.
—Supongo que no.
Paramos en un autoservicio. Ella seleccionó dos vinos de los caros, yo no conocía de vinos en realidad.
—Listo. —Me señaló las botellas en la bolsa de papel—. Te vez algo ansioso…
—Deja las bromas para luego y vámonos.
—Como digas…
Al llegar al lugar pude ver la casa estilo colonial, con toques sutiles vintage. Valentina bajó primero del auto, al parecer buscando a Seth. Que por cierto no veía cerca.
Entré en compañía de Valentina, ella le explicaba la tardanza a mi hermano cuando un estruendo se escuchó. Voltee para ver qué había pasado cuando mi corazón se detuvo.
Verla de lejos es una cosa, pero verla así de cerca y con ese atuendo. La observé hipnotizado sin poder creer que ella estaba ahí, lucía hermosa. El vestido azul resaltaba su cuerpo reloj de arena, sus pechos redondos casi me ponen a babear.
Y esa mirada. Esa mirada que tanto me encantaba, y me sigue encantando. Tan penetrante que sientes que traspasa tu alma, y deseas poner el mundo a sus pies.
Ella estaba en shock viéndome, tal vez furiosa, tal vez sorprendida por verme ahí, justo en la misma reunión.
El único que se acercó a revisarla fue Seth y no pude evitar apretar los puños al ver la familiaridad con la que la tocaba.
No podía tocar lo mío.
No es tuya, ya no más Gregos. Me gritó mi subconsciente.
Valentina se posiciono al lado de Seth para marcar territorio mientras yo me acercaba a ella, llamado por su belleza.
—Toma agua, estás tan pálida. —La burla en la voz de Valentina me molestó en cierto punto.
Pero era cierto, su rostro estaba blanco y sus manos temblaban levemente.
—Deberías tomar agua —dije neutral, ella me quedó viendo como si fuera tan ridículo que me preocupara por ella.
—Necesito un poco de aire, con eso se me pasará. Los dejo, vuelvo en seguida. —Y salió al jardín de la casa.
Valentina jaló el brazo de Seth para evitar que fuera tras ella.
¿Qué había entre ellos? ¿Porqué demonios él la veía como si sintiera su dolor?
Cómo si la… amara.
No pude evitar que mis pies por instinto fueran tras ella. Necesitaba hablar con ella, necesitaba tocar su piel…
Al salir la vi respirando, observando el cielo.
—Salí a ver si estás bien —dije al estar solo a medio metro de ella.
Ella volteó y sus ojos estaban llenos de enojo, furia almacenada por años.
—Lo estoy, puedes irte —dijo dándome la espalda.
—Aria…
Y estalló. Me dijo todo lo que había guardado por tantos años. Estaba llena de resentimiento, de dolor, de tristeza. Y odiaba ser el causante de su estado, pero tuve que hacerlo por ella. Tuve que irme.
Le expliqué la razón de mi regreso hasta que Leonardo apareció para ver si todo estaba en calma. Algo lejos de la realidad, parecíamos dos titanes en duelo.
Y en todo ese momento ella nunca me bajó la mirada, ni derramo ni una sola lágrima, aunque yo sentía el dolor en sus palabras.
Ella quería irse, tuve que agarrarla del brazo y su tacto me consumía por dentro. Me picaba las manos por ir por otros rumbos.
—Suéltame. —Me reclamó con ojos echando chispas.
Esa personalidad tan indomable que me ponía a mil, de una y mil maneras.
—Estamos conversando…
—Dije que me sueltes. O aún no entiendes la palabra no. —Tensé mi mandíbula y la acerqué aun más a mi pecho—. Por última vez, suéltame.
Y todo se jodió peor cuando Seth llegó y se interpuso entre nosotros, arrebatándomela. Él la protegía, hasta… que Valentina soltó comentarios poniendo en jaque a Seth.
—¿Tú sabías que él estaba en Lima? —Los hombros de él se tensaron.
Así que no le había dicho nada, ni de las veces que nos vimos.
—¿Por qué no le cuentas la verdad? Tú, el que nunca miente. —El impulso me ganó.
Él se creía perfecto, ante los ojos de ella es perfecto. Cuando está embarrado en mierda desde hace mucho. Trató de justificarse, asegurando que no hubo un momento indicado.
—Ambos – se – pueden – ir – a – la – mierda. —Y nos dejó a todos ahí como estúpidos.
Quise seguirla y encararla para decirle toda la verdad. Pero ella necesita tiempo, necesita procesar mi regreso.
—No quiero meter candela ni nada, pero sí que la cagaron. —El comentario de mi hermano no ayudó mucho a la situación.
—Aléjate de ella Gregos. —Apreté los puños al escuchar a Seth.
¿Quién se cree para prohibirme verla? Ella es libre de poder hablar con quien le de la gana.