Aria.
—Respira que no te dejas entender. —Hipos junto a lágrimas era lo que oía Sam a través de la línea.
Apenas bajé del taxi subí corriendo el edificio hasta llegar a mi departamento. Ni siquiera me desmaquillé, ni tampoco me cambié de ropa y me tumbé en mi cama a llorar.
Me sentía tan patética llorando por algo que se escapa de mis manos.
Temía que las pesadillas regresarán, ser vulnerable ante él.
No, no más.
—Hey nena, me asustas. Tomaré el primer vuelo a Lima, ¿me escuchás? —Sorbí mi nariz y conté hasta diez.
—Estoy bien, no lo estoy. Pero lo estaré. Necesitaba hablar con alguien… Sam no quiero que esto me gané. Me siento tan impotente.
Le reclamé, le solté una parte que tenía guardado por más de 5 años.
—Él está en Lima hace meses… Y Seth no me lo dijo. Me oculta cosas, me engaña, qué más. Y así dice que…
—Aria…
Ni siquiera me ha dicho lo que siente.
Tú no dejaste que hablara. Me recrimina mi consciencia.
—Haber nena, has pasado por mucho. ¿Te olvidas cuándo llegaste a Buenos Aires? Lloraste, por supuesto que pataleaste como una cría, y luego qué. Te sobrepusiste y sacaste las garras. No dejaste que esas pelotudas pesadillas te quitarán el aire. Ahora harás lo mismo. Tú podés Aria.
—Me siento tan sola… Mamá está feliz y no quiero arruinar su vida.
—Y no lo haces, ella te ama y te va a apoyar sin importar lo que pase. No estás sola, acá Manu y yo estamos para vos. Y quién sabe te demos una sorpresa eh.
—Siento como un tráiler me hubiera arrollado. —Hice un mohín, aunque ella no me viera.
Dios, extraño a mi amiga.
—Sal de juerga un día o toda una semana, y verás que te sentís mejor. —Sonreí ante su ocurrencia.
Ni tomando todo un bar, o lanzándome de un precipicio en paracaídas puede calmar la marea de emociones acumuladas que tengo.
Primero Seth, la aparición de Ingrid, y la cereza del pastel. Gregos.
Había una emoción que dominaba las demás, la ira.
Mi enojo era con todos, por ocultarme.
Puedo justificar a Leonardo, porque es su hermano, pero Seth.
¿Por qué me ocultó todo? Quiso mantenerme en una maldita burbuja lejos de la realidad, qué otras cosas se calla.
Temo reconocer que en verdad no lo conozco.
—Descansa ¿sí? —dijo después de unos minutos en silencio—. Estaré llamando todos los días. ¡Y quiero que contestes!
—Vale, voy a dormir…
—Cuídate bebé.
—Tú igual —susurré antes de colgar.
Dormir tendría que ayudar, o ayudaría si al menos pudiera pegar un ojo.
Cosa que no hice, aunque intenté. Todo se repetía una y otra vez.
Sus ojos cafés, que durante tanto tiempo se me aparecían en pesadillas, el magnetismo que despertaba y la ira que sentía. Era tan contradictorio. Su tacto quemó mi piel, el apretón que me dio, aún sentía sus dedos y su aliento cerca.
Pese a la reacción de mi cuerpo ante él… Mis sentimientos no.
Costó un poco darme cuenta la razón de mi enojo.
No me molestaba el que Gregos este de vuelta. Me molesta que Seth me lo haya ocultado.
Y tenía la necesidad de verlo, y pedirle explicaciones. Ver directo a sus ojos…
Oh Seth me tienes hecha vuelta líos.
Ya mañana seguiría lamentándome.
***
Levantarse con dolor de cabeza sin haber bebido el día anterior era lo que odiaba de mis trasnochadas. La cabeza me pesa, y mis ojos arden debido a la falta de sueño. Quisiera quedarme a dormir, si no fuera por las clases de tipografía, lo haría.
Celine me había escrito por lo del voluntario. Qué ahora sí pensaba asistir, mientras más ocupada estuviera con mis estudios, menos vida social tendría.
Daniel no contestó, ni tampoco me escribió. Supongo que su noche fue ardua como para no responder un puto mensaje.
Él también se podía ir a la mierda.
Harta, estaba harta de los hombres.
Me tenían siempre que joder de alguna manera.
Mi reflejo en el espejo era espantoso. El rímel derramado, el labial corrido. Mis ojos hinchados por llorar durante horas, maldito sentimentalismo de mierda que aparece cuando no debe.
De nada sirvió repetirme por tantas veces que mientras no permites que algo te afecte no lo hace.
Tú puedes Aria, ya te levantaste de otras.
Me duché en menos de 10 minutos para elegir las primeras prendas que veía. Si tenía suerte llegaría a tiempo para comer algo antes.
El tráfico estaba a mi favor, no había congestión vehicular, y el taxi llegó en menos del tiempo estimado.
—Gracias —dije al bajar con mi bolso en mi brazo.
Todos conversaban, claro que había grupos, parejitas en pleno manoseo, y hasta chicos fumando un porro.
¿Tan distraída iba todos los días que no me había fijado en eso?
Seguí el rumbo al salón donde me tocaba la primera materia.
—Hola —dijo una voz a mi espalda. Voltee despacio sin llamar la atención.
Un chico moreno con lentes me sonreía. Sus ojos oscuros me examinaban lentamente.
—Hola.
—¿Aria, cierto?
—Si, ¿nos conocemos?
—Todos te conocemos, a la enigmática Aria. —Intenté sonreír, pero no tenía ánimos.
Mi mente estaba aún en Seth y Gregos…
—Celine nos dijo que sí irías al voluntariado, será divertido. Los peludos estarán felices de ver nuevas caras.
—Si… Celine me dijo algo de eso.
—Pero aún no te inscribes. —Me estaba incomodando que supiera más de mí que yo de él. Ni siquiera sé su nombre.
—Ehhh… no. ¿Cuál es tu nombre? —Sus ojos se abrieron de sorpresa, ¿era popular?
—Heriste mi ego al no saber de mí. —Su risa intentó fluir el ambiente.
—Lo siento, cumpliré 6 meses aquí y no sé el nombre nadie. Solo el de Celine.
—Sí, ella es algo sociable, aunque puede ser intensa a veces. —Sonreí, por que ciertamente había notado en eso en la pelirroja.
—Entonces… tu nombre, ¿es?
—Milo Gutiérrez. —Me estiro la mano de manera graciosa—. Ahora podré decir que la misteriosa chica nueva me habló.