INTRODUCCIÓN

Solo hubo un momento…

Solo uno…

En el que pensé que podría solucionarlo todo, que el desencadenamiento de la causa y efecto estaría dispuesto a ponerse a mi favor.

Maldita causalidad, siempre viniendo acompañada de un espeso y turbio karma.

Al ver por última vez sus ojos, supe que todo había terminado. El dolor que siento al rodear su torso con mis brazos me desarma, intenta destruirme, pero aplico la poca fuerza que tengo para no permitirlo, me juro que esto no quedará impune.

A veces, clasificamos mal el significado y la equivalencia de la palabra «final». El mundo no se detendrá solo porque a alguien le tocó naufragar en el fondo de la miseria y, para mí, no todo termina aquí.

Hasta que mi corazón deje de bombear, hasta que la sangre deje de correr por mis venas y el oxígeno deje de circular por mis pulmones, seguiré intentando subir de nuevo a la superficie después de haber tocado fondo.

Él pagará.

Y yo deberé crear un nuevo comienzo.

Porque yo soy…

Indestructible.

Implacable.

Invencible.

«Mi grandeza no reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre».

Napoleón Bonaparte