Indiferencia

PRÓLOGO

—¿Qué es lo opuesto al amor? —le pregunté a ese desconocido con la esperanza de escuchar como respuesta: el odio.

—La indiferencia…

Amar sola fue como caminar sobre brasas ardientes, un dolor constante que solo yo podía sentir. Creía, ingenuamente, que mi amor sería suficiente, que si lo entregaba todo, él también aprendería a quererme. Me convencí de que mi sacrificio bastaría para sostenernos, que mi devoción llenaría el vacío en su mirada. Pero con cada día, ese amor me fue consumiendo, desgarrando cada parte de mí que alguna vez fue alegre y completa.

No me di cuenta de cuánto me estaba perdiendo hasta que un día, en el reflejo de esa relación unilateral, vi un rostro que ya no reconocía. El amor, el verdadero amor, no debería sentirse así: no debería arrancarte de ti misma, no debería hundirte en la amargura. Comprendí, finalmente, que vivir con alguien que no me amaba era condenarme a un sufrimiento eterno, a una caminata solitaria sobre brasas, sin descanso ni alivio.

—¿Qué es esto? —cuestionó con una mirada llena de desconcierto.

—Son los papeles del divorcio —declaré con tranquilidad, estaba cansada—. Quiero el divorcio, Wilhelm.

—¡Me niego a firmar el divorcio…!

Holi! Holi!

No pude esperar, quiero terminar el año con esta historia que, más allá del dolor o la nostalgia, revela la frialdad con la que el tiempo puede transformar hasta el sentimiento más fuerte.

Espero que sea de su agrado y me acompañé con este nuevo proyecto que en unos días comenzará con sus actualizaciones.

De antemano, ¡gracias con el apoyo!




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