Indio... ¡prohibido Morir!

El Indio

Le conocí una tarde en casa de mi comadre, me lo presento Tonny, el indio había salido de la prisión hace poco y por trabajar en la misma empresa tenían conocidos e intereses en común; realmente parecía un indio, el cabello negro azabache, lacio, corte totuma le caía sobre el rostro tapando sus cejas y casi sus ojos, me miraba reacio, receloso, con prudencia y perspicacia, tenía un bigote ancho, negro puro y de hebras más gruesas que el cabello, extrañamente raro en un indígena verdadero, la tez de su piel era del color de la piel de los indios que salen en televisión, de los indios venezolanos claro; el grado de vello corporal por lo menos el que está a la vista a excepción del bigote era nulo, le faltaban un par de dientes y sonreía con una mezcla de picardía y maldad. De 1,75 mts de estatura y unos 70 kilos a lo sumo, jamás dijo que edad tenia, pero eran varios años según calculé, un hombre que pasaba las cuatro décadas como mínimo.

Sin formación académica por lo que parecía; uno siempre juzgando las apariencias, el hombre se vestía siempre mocasines sin medias, jeans y chemise o camisas manga corta según la ocasión, pocas veces le vi en franela y nunca en guardacamisa, hablaba con educación y buenos modales. Aunque con el tiempo me dijo que los buenos modales son para “los jalabolas” me dio la mano, sonrió y se sentó a contemplar mi hermosa barriga, con aire politiquero me auguro la buena suerte y me obsequio con buenas energías.

No imagine que aquel sería el comienzo de una gran amistad, una de las mejores amistades que alguien puede tener en la vida.

Lo perdí de vista después de ese día, solo sabía de el por referencia, que si era amigo de un pran de la delincuencia del barrio, que sí estuvo preso, que si era de temer, que había matado a no sé cuántos, que le gustaba el vicio y la parranda, las mujeres de la vida y el dinero fácil; en fin, cuentos, fabulas, mitos y leyendas de alguien que en cierta forma inspiraba miedo y también respeto.

El siguiente año murió Tonny, no recuerdo haberlo visto en el funeral, tengo recuerdos vagos de aquel día y algunos acontecimientos que están divagando en mi memoria sin tiempo ni espacio. Recuerdo que me ayudo a rescatar algunas pertenencias de Tonny en la casa en la que por aquel entonces vivíamos alquilados, cosas de las que sus supuestos amigos se habían aprovechado en pleno acontecimiento y me ofreció apoyo incondicional como otros tantos de sus conocidos que asistieron al funeral, yo no creía en nadie, pues algunos de los presentes esa noche sabían lo que había sucedido y por qué, todo lo relacionado con la muerte de lo que hasta entonces había amado más en la vida.

Después del funeral me encerré en mi mundo, extrañando a Tonny día y noche, soñando que volvería, hablando con él en mis sueños, inventando historias en las madrugadas como cuando vivía, llegó el día y di a luz a mi hijo menor y al poco tiempo comencé a trabajar, el indio y yo teníamos algunas amistades en común, así que una vez cada mil años coincidíamos, conocía a Marco de quien me enamore un año después de que el padre de mis hijos muriese y eso hizo que compartiéramos algunas salidas, más tarde comencé la universidad y ya para la entrega de mi tesis necesitaba un trabajo… “una historia de vida” y mi mejor amigo Iván Pérez (el chino) me dijo “el indio tiene historia, dile a él que te ayude, ese es pana, es amigo mío, no te va a decir que no”; así fue, lo espere una tarde, le hice la propuesta y dijo que si, una semana más tarde estábamos en el zoológico de Caricuao contándome su niñez… estaba nerviosa, sin embargo, el escogió el sitio de la entrevista; esa fue su condición, el diría donde se harían las entrevistas y esta sería la primera de tres.

Aquella mañana nos encontramos en la estación del metro del barrio donde yo vivía, yo estaba algo asustada, se decían tantas cosas de él, y como tenía esa mirada escurridiza me intimidaba, además era una entrevista, no una entrevista cualquiera ¡él iba a contarme su vida! No una vida común para mí, era la vida de un delincuente, de un expresidiario.




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