Indomable

Capítulo Tres

Es la tercera vez que cae del caballo, frustrado, molesto y al borde de un ataque de nervios consigo mismo decide salir del corral y dejarlo todo.

― Elijah, va a darte un ataque cardíaco antes de que ese animal te deje montarlo como Dios manda ― se carcajea su mejor amigo.

― Cállate, esto no puede ser así ― masculla escupiendo algo de lodo que entró en su boca al caer. ― Soy jinete, corro en carreras y me tira mi propio caballo, ¡Carajo!

― Con ese carácter yo también te lanzaría al suelo ― se carcajea a mas no poder.

― Julián, voy a golpearte si no paran tus bromas. ― lo ve de mala manera, tiene la paciencia al límite.

― Ay, sí, que miedo ― sigue riendo.

Pronto escuchan el auto aparcar, ambos observan entre comentarios y burlas como el hermano menor de Elijah entra en escena seguido de una joven a caballo; de más está decir que los ojos del jinete frustrado se clavan en la rubia que solo lleva la mirada hacia el animal dentro del corral que relincha sin parar moviendo sus patas en el lugar demostrando así su profunda incomodidad.

La joven baja de su yegua de un salto, pasa por el lado de Julián sin siquiera verlo mientras este observa a su amigo con una ceja levantada, Elizabeth suspira entrando al corral y observa a detalle el mismo, notando algunas imperfecciones y cosas que no son de su agrado; sin pronunciar palabra se detiene frente a la criatura extendiendo el brazo y enseñándole la palma de la mano, a paso lento y precavido comienza a acortar la distancia entre ellos sabiendo que por más calmado y amigable que el equino se vea puede ser una bomba de tiempo si se siente amenazado de repente.

― No lo intentes linda, el caballo no quiere saber nada con las personas, parece ser bastante cascarrabias  ― masculla su dueño  ― De repente.

― No lo creo, los animales no cambian su comportamiento de pronto y de la nada ― responde sin verlo.

― ¿De dónde la sacaste? ― pregunta Julián al muchachito que observa todo sumamente aburrido.

― Del rancho Jenkins ― responde rodando los ojos.

― Es el mejor de todos ― añade Julián.

 

La muchacha se detiene a metros del animal, este la ve atento, mueve su cabeza observando y relinchando hasta que ella baja la mirada como si le estuviera pidiendo permiso para entrar en contacto con él; tras algunos minutos de silencio el corcel emprende el paso y su hocico busca la mano de ella, olfateando un poco hasta dar un movimiento juguetón contra sus dedos demostrando que hay confianza plena, que no hay porqué estar nerviosos…

 ― Eso, que buen chico ― sonríe acariciando el lomo y dando palmaditas amistosas en sus muslos ― ¿Vas a decirme qué te ocurre?

Se pasea alrededor del semental una y otra vez, observando todo, patas, pezuñas, crin, cola, la forma de sus huesos, buscando si el peso es el adecuado; llega a la conclusión de que es un ejemplar sano, al menos físicamente hablando y lo que se ve a simple vista. Frunce el ceño, tiene que haber algo allí, el animal no puede rechazar el contacto del jinete si lleva tiempo siendo su compañero –o al menos, eso dijo el chico que fue en su búsqueda-.

Tras un par de suspiros y algunas muecas toma las crines del animal con cuidado y con hábiles movimientos lo insta a avanzar pero apenas da un paso los relinchos del caballo se hacen escuchar y este se niega a moverse empujándola con el lomo; los presentes hacen ademan de acercarse pero ella los detiene con la mirada, es segura de sí misma y no teme enfrentarse a una situación difícil si con ello no pierde la seguridad del animal en su compañía.

― Lo mejor será que comience una rehabilitación lo antes posible, necesita ua revisión en sus patas, no creo que sea un problema de huesos pero quizás los cascos de sus pezuñas necesitan mantenimiento o ser cambiados ― observa a Elijah ― Lo mejor es que mi padre lo vea cuanto antes.

― Entonces, ¿Tú no puedes hacer nada? ― pregunta el chico viéndola salir del corral.

― Me temo que aún estoy aprendiendo sobre este tema en particular y no quisiera dar un diagnóstico equivocado. ― asiente.

― Comprendo ― responde acercándose ― La acompaño a la salida, quizás pueda darme su número para estar en contacto.

― Gracias ― sonríe viendo a Sproud a la distancia. ― Pero sé por dónde salir, mi yegua espera y es suficiente compañía, en cuanto al contacto le aseguro que no es necesario que me llame ya que apenas hay un par de kilómetros de distancia entre nuestros ranchos y mi padre lo recibirá con gusto.

― Oh ― responde, ¿Acaba de rechazar su compañía? ¿Así nada más? ― Pero, al  menos dígame su nombre para agradecerle como corresponde que haya venido hasta aquí.




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