― Entonces, ¿Todo estaría saliendo a tu favor? ― pregunta Elizabeth mientras sirve algunos bocadillos a su hermana.
― Pues sí, eso parece ― sonríe entusiasmada-
― Es genial, ¡Cuánto me alegro por ti! ― La rubia se lanza sobre su hermana.
― Gracias, y yo estoy orgullosa de ti por seguir a papá, siempre he admirado lo que haces ― prueba un bocado.
― No es para tanto ― niega ― Catalina cree que no tendré un buen futuro con eso y dice que debería estudiar algo que me dé un título profesional.
― Bueno, eso depende ― suspira ― Si deseas estudiar estas en todo tu derecho, pero debe ser algo que te guste y no algo que pienses que puede darte dinero rápido y fácil porque no tendrás éxito, además, creo que eres muy feliz con lo que haces y tienes un gran talento para esto Elizabeth.
― ¿Tú crees? ― pregunta ilusionada.
― Nunca te he visto tan feliz haciendo otra cosa que no sea trabajar con caballos ― ríe ― Catalina es una mujer refinada por decirlo así, pero vive en una nube fantasiosa aun y es por culpa de nuestra madre que mete ideas algo tradicionalistas en su cabeza.
― Supongo ― asiente.
― Deja que ella siga su camino y tu haz el tuyo conforme lo que quieres para ti y lo que te haga feliz. ― concluye.
― Gracias, siempre me das las palabras correctas ― sonríe.
― Experiencia querida ― acomoda su cabello ― Yo también tuve mis dudas, tropiezos y demás pero siempre hice lo que me gustaba y cuando conocí a mi esposo no pude ser más feliz, definitivamente había hecho las cosas tal y como yo las quería.
― Muy romántico ― se mofa divertida.
― Ya te llegará tu cupido ― le lanza una servilleta.
― No lo creo, no tengo interés en un hombre ― se encoge de hombros.
― ¿Has conocido a uno? ― eleva una ceja.
― No ― susurra.
― Ahí tienes la respuesta ― culmina Elena sintiéndose toda una experta.
Arthur ingresa en la cocina besando la cabeza de cada una de sus hijas presentes, prepara una gran taza de café y se dispone a tomarla mientras escucha atento las noticias de la radio; fuera puede escucharse la plática animada y bromista de Tom y Jorge, los ayudantes de su padre hasta que uno de ellos se asoma mostrando su cabeza y sombrero para dejar saber que tiene una visita y que esperan en la entrada con un transporte para sementales.
Rápidamente el dueño del rancho y su hija menor salen de la casa rápidamente, la fémina espera ansiosa poder aprender algo más de su padre y ya le ha pedido que la instruya mejor en el tema de salud sobre los corceles.
Casi corriendo y con una sonrisa de oreja a oreja se adelanta hasta ver el automóvil aparcado, lo observa rápidamente pensando que cree haberlo visto pero no presta mayor atención y se desvía directamente hasta el transporte del animal, el cual relincha al verla y acerca su hocico por entre las rendijas.
― ¿Galeón? ― ladea la cabeza ― Hola bonito, ¿Vas a dejar que te tratemos?
― Me pareció lo mejor ― Elijah aparece por detrás sorprendiéndola.
― Señor Greggor, me ha sorprendido ― susurra.
― Que bueno, me alegra saber que se acuerda de mi nombre al igual que el de mi caballo ― sonríe.
― Bueno, solo es su apellido ― responde observando al animal ― ¿Algún cambio?
― Sigue igual, no parece querer verme ― suspira.
― Eso puede ser cierto, la compañía de la que uno disfruta influye mucho en nuestro comportamiento. ― asiente moviendo la cabeza.
― ¿Dice entonces que yo soy el problema? ¿Quizás la mala influencia del animal? ― ladea la cabeza fingiendo estar entristecido.
― Probablemente, como los humanos los animales también entran o no en confianza con su jinete ― suelta sin siquiera verlo ― Lo más seguro es que Galeón no esté cómodo con el trato que usted le brinda, ¿Lo ha golpeado alguna vez? ¿Lo alimenta seguido y como es debido? ¿Cuándo fue la última vez que retocó el corral de su corcel?
― Espera, ¿Es en serio? ¿Crees que soy capaz de golpearlo, de matarlo de hambre o de tenerlo en condiciones desastrosas? ― retrocede unos pasos ofendido, nunca le habían dicho algo así, ¡Él es corredor! ¡Jinete! ¡Ha tenido más contacto con caballos de los que la mocosa frente a él puede pensar!
Editado: 08.09.2019