Indomable

Capitulo Nueve

― ¿Estabas espiando? ― Tomas lo ve algo molesto, estuvo a punto de confesarle a su mejor amiga que siente cosas por su hermana mayor, ¿Y si lo hubiera escuchado ese extraño?

― No, pasaba por aquí y la conversación llegó a mis oídos ― responde inocente mientras quita sus anteojos de sol.

― Es de mal gusto que hayas escuchado y peor aún que te hayas metido sin siquiera pedir permiso ― agrega la rubia cruzándose de brazos, el visitante comienza a ser un dolor de cabeza para ella.

― No pido permiso para decir lo que pienso, aguántate ― responde viéndola desafiante.

― Los dejo solos ― Tomas aprovecha la pequeña pelea de miradas que se está llevando a cabo y sale de la escena esperando no tener que responder otro tipo de preguntas de la misma índole.

― Creo que eres tan femenina como lo son tu hermanas ― comenta de pronto ― La femineidad no pasa por usar ropa color rosa, zapatos de tacón o vestidos y maquillaje; una mujer con un sinfín de tatuajes puede ser tan femenina y sensual como una que no sabe siquiera lo que es el rubor. ― sonríe. ― Todo depende de la forma de ser de cada mujer, nunca encontrarás dos iguales y eso es lo que las hace tan… únicas.

― No me parezco a mis hermanas ― responde. ― Tus palabras son las de todo un conquistador, han de funcionarte siempre.

― ¿Quieres entonces ser igual a ellas? ― pregunta incrédulo. ― No es que las use para conquistar, además, no funcionan contigo.

― No, me gusta quien soy y como soy, solo fue una duda que surgió en mi ― responde defensiva. ― Deja ya de preguntar tanto.

― ¿Acaso te han herido las palabras del ayudante? ― sonríe divertido.

― Su nombre es Tomas, y no, no me han herido en lo absoluto ― pasa por su lado intentando reanudar con sus tareas diarias.

― ¡Vamos! ― la sigue ― ¿Por qué cuestionarlo de esa manera si no te produjo anda?

― ¿Esta mal tener curiosidad sobre cómo me ve la gente? ― voltea a verlo algo molesta.

― ¿La gente o los hombres? ― ladea la cabeza.

― No te incumbe ― toma las crines de Galeón instándolo a caminar.

― ¿Por qué te enojas? ― ríe ― Solo te he dado mi opinión.

― No te la pedí ― lo ve con aires de grandeza.

― Ya lo sé, pero te lo diré de todas formas como el hombre atrevido y libre que soy, eres tan o más femenina que cualquier otra mujer, eres lista, testaruda, encantadora y cautivante ― se acerca unos pasos a ella ― Y puedo asegurarte que en un tiempo te casarás conmigo.

― ¿Qué? ― retrocede asombrada de semejante afirmación, quizás mas sorprendida de la seriedad y seguridad con la que esas palabras salieron de su boca.

― Lo que escuchas, me darás algunos dolores de cabeza pero te prometo que te voy a enamorar y te casarás conmigo ― sonríe determinado.

― No puedo creer lo egocéntrico que eres que ya afirmas algo tan estúpido e improbable ― suelta en una mueca irónica y casi burlesca ― No me casaría con alguien que no puede comprender al animal que ha cuidado desde potrillo y que tampoco puede comprenderse así mismo.

― ¿Disculpa? ― Su gesto se tuerce de manera algo comida sin comprender.

― Llevas cinco minutos intentando acercarte a mí pero no te atreves a compartir el espacio mismo que Galeón ― toca el lomo del caballo ― No eres capaz de darte cuenta del pánico que le tienes a este corcel.

Los ojos del muchacho se han abierto por completo, no tiene nada que decir al respecto puesto que todo ha sido cierto y él no había notado nada de ello; sin embargo, la rubia ha leído todos y cada uno de sus movimientos, incluso los más minúsculos dando por sentado un rápido diagnóstico del joven.

¿Cómo podía ser? ¿Miedo? ¿De Galeón? ¿Acaso era una especie de broma?

Desvía las preguntas de su cabeza, no es momento para auto cuestionarse, no quiere parecer tan perturbado como realmente lo está –y vaya que lo está- por lo que suspira viendo a la fémina nuevamente, Lizzy aprieta sus labios sintiendo que ha hablado de mas –como suele pasar- y que el momento se ha vuelto demasiado tenso e incómodo entre ellos por lo que palmea suavemente el muslo del animal y se pone en marcha lejos del jinete. Lo que empezó como un ligero y acalorado intercambio de palabras terminó con verdades fuera, verdades que no habían sido notadas.

― ¡No olvides que nos casaremos! ― le grita con una sonrisa mientras coloca nuevamente los anteojos de sol sobre el puente de su nariz.




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