― Siéntate Catalina, ponte cómoda ― Elijah toma asiento esperando que la chica hable.
― Gracias ― sonríe. ― Seguro te preguntas qué hago aquí.
― Me leíste la mente ― le devuelve la sonrisa sin saber que tal acto sencillo vuelve un alboroto los pensamientos de ella.
― Quiero invitarte a cenar ― suelta de pronto, tratando de no dejar ver el manojo de nervios que se instala en su cuerpo. ― Es decir, veras, mi grupo de amigos saldrá a comer, todos llevan algún invitado y pensé que sería bueno que fueras; ya sabes, para conocernos mejor.
― Oh, que interesante ― asiente ― Llevo tiempo sin salir una noche… ― medita. ― ¿Crees que sea apropiado? Tengo algunos años más que tus amigos.
― ¿Cómo puedes saber? ― ríe.
― Porque tú tienes menos edad que yo por lo tanto lo más lógico es que te codees con personas de tu edad ― se encoge de hombros.
― No creo que la edad deba ser un impedimento para nada ― responde seria. ― Entonces, ¿Vienes?
Elijah siente algo de incomodidad, no está bien, hay algo entre ellos que no se siente correcto pero lo descarta de inmediato; suspira, la proposición de la joven ha sido muy generosa y no cree que sea tan malo despejarse de sus problemas, socializar nunca ha matado a nadie asique lo mejor es aceptar.
― De acuerdo, ¿Paso por ti? ― pregunta viendo su reloj, ¿Elizabeth seguirá estando en su habitación?
― Bien, te espero a las ocho ― asiente sonriente, es la oportunidad perfecta para poder conocerlo a fondo y gozar de su compañía.
Catalina sale de la habitación seguida del joven quien la escolta entre charlas hasta la salida, mientras la joven se ilusiona con lo que pudiera suceder durante su cita por la noche Elijah solo piensa en ella como una supuesta amiga –puesto que se conocen muy poco y ella parece ser muy insistente en mantener contacto con él-; una vez la chica se ha marchado cierra la puerta con cuidado y camina rápidamente hasta su habitación, grade es su decepción cuando encuentra vacío el lugar, ¿Qué esperaba? ¿Qué la rubia lo esperara? ¡Ja! Sonríe, ella le divierte bastante pero quiere verla otra vez, quiere escucharla hablar de lo mucho que ama su trabajo, quiere escucharla hablar de lo que sea…
Sobre la mesita de noche encuentra una nota plegada, dentro el mensaje le saca una sonrisa amplia y genuina, esperanzado con retomar su vieja pasión sale rumbo a la cocina donde seguramente encontrara a su madre preparando el té; nunca se ha sentido bien luego de pelear con su progenitora, han sido compañeros inseparables toda la vida y eso ha cultivado una relación especial entre ellos dos.
― Mamá, ¿Podemos hablar? ― el muchacho recarga su cuerpo contra el umbral de la puerta.
― Claro ― suspira volteando a verlo.
― Bien, escucha, sé que no te agrada la idea pero quiero volver a las carreras y sé que poseo lo necesario para volver a triunfar ― habla tomando asiento frente a ella ― Quiero tu apoyo, quiero que te sientas orgullosa de mi por tener un hijo que no baja los brazos aun después de un accidente como el que tuve.
― Oh, querido ― sonríe acercándose a su primogénito ― Siempre he estado orgullosa de ti por todos tus logros, pero sobre todo por la clase de muchacho que eres.
― Entonces, ¿Es un sí? ― pregunta sonriendo como suele hacerlo cuando desea convencer o agradar a su madre.
― Lo es, pero no quiero contratiempos, si algo surge y te pone en riesgo, lo dejarás Elijah; no puedo soportar pensar en perderte, no de nuevo, no me lo merezco jovencito. ― sentencia con semblante amoroso pero el tono de su voz deja saber que habla en serio y que tomará medidas en el asunto si él no lo hace.
― Tengo la edad suficiente como para decidir por mi mamá, no tengo veinte años ― ríe.
― Eres mi hijo, siempre será así ― palmea su hombro saliendo de la cocina.
Suspira, observa el reloj de su muñeca notando que tiene tiempo para descansar un poco, las migrañas suelen hacerle la vida imposible y esta no es la excepción; toma una píldora para el dolor y sube a su cuarto, apenas entra puede ver la enorme maleta que había preparado para volver a su departamento pero, teniendo en cuenta que la linda Elizabeth ha aceptado ayudarle con su problema con Galeón tendrá que esperar para realizar el viaje. Se deja caer sobre la cama, en cuanto su cabeza toca la mullida almohada el peso de sus parpados cae repentinamente y se deja ir al mundo de los sueños esperando no tener que despertar con pesadillas o recuerdos dolorosos de aquel fatídico día.
Por su parte, Catalina va y viene por la sala de estar con una enorme sonrisa en el rostro, su cuñado, Richard la observa con una gran interrogante por su conducta pero prefiere no preguntar; Elena termina de firmar unos importantes documentos para su compañía de agroquímicos cuando pone atención en su hermana menor, eleva una ceja viéndola tan emocionada e intuye que se trata de un muchacho –y eso es lo que le preocupa, si es el joven que ella piensa podrían las cosas no salir del todo bien-.
Editado: 08.09.2019